Durante la pandemia muchas personas recién han tomado conciencia de la importancia de cuidar la salud mental. Los casos de depresión se han incrementado considerablemente desde la aparición de la COVID-19. No es para menos. Han sido tiempos difíciles. Hemos experimentado una amplia variedad de emociones. Todo ha cambiado. Desde la forma de relacionarnos hasta la manera de trabajar.
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de 350 millones de personas sufren de depresión. Esta patología puede afectar en gran medida la calidad de vida de quienes la padecen. Sin embargo, si se trata a tiempo y de manera eficiente tiene un buen pronóstico. Aquí radica la importancia de buscar ayuda profesional en forma oportuna.
Según la teoría conductual, este trastorno mental se presenta cuando uno tiene pérdida de reforzadores. El estado de emergencia sanitaria que afrontamos desde hace un año nos ha hecho vivir situaciones muy complejas: pérdida de familiares, no poder abrazarnos con los seres queridos, no tener vida social presencial, jornadas laborales interminables y recorte de horas de descanso, entre otras. La nueva realidad ha afectado la salud emocional de grandes y chicos.
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Al respecto, la psicóloga Antonella Galli, de la Clínica Ricardo Palma y autora del libro Sé Feliz, explica que un estudio de la Universidad de Harvard sostiene que entre el 70 y 90% de las patologías son inducidas o empeoradas por el estrés.
“Cuando uno se enferma se produce un proceso inflamatorio en el cuerpo. Esto se traduce en agotamiento, cansancio, fastidio y deseos de permanecer solo en cama. Si nos mantenemos en este estado por un largo periodo de tiempo, el cerebro termina inflamándose y nos deprimimos. Nos sentimos mal, apáticos, desganados y perdemos el gusto por las cosas. Además, nos volvemos más irritables, ansiosos y sensibles”, refiere la especialista.
Añade que, de acuerdo con Aaron Beck, padre de la terapia cognitiva conductual, la depresión distorsiona la manera de pensar en tres aspectos: sobre uno mismo (autorreproches, pérdida de confianza y autoestima), sobre los demás (regresa el rencor o resentimiento hacia terceros), y sobre el futuro (no lo veo o lo veo incierto). En otras palabras, pensamos de manera más exagerada y no de acuerdo a la realidad.
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DIFERENTES NIVELES
La depresión puede ser leve, moderada o severa. En su estadio inicial permite realizar todas las actividades cotidianas, pero sin el mismo disfrute de siempre. En estos casos, se recomienda complementar la rutina diaria con ejercicios físicos, concretar reuniones por zoom con amigos y practicar algún ejercicio de relajación y meditación antes de dormir. Practicar mindfullness en el día también puede ser de gran ayuda. Esta variedad de ejercicios y de pensamientos no solo relajan y reducen el estrés; también mejoran la capacidad de concentración, atención y disfrute. Tener una mascota y sacarla a pasear y mantener contacto con la naturaleza son otras opciones para superar sentimientos de melancolía y nostalgia.
En esta línea, el psiquiatra Enrique Galli recomienda tomar ácidos grasos Omega 3 (con la suma de 1000 EPA) que tiene un efecto benéfico para desinflamar el cerebro. Cuando la depresión afecta el rendimiento en la escuela o en el trabajo y/o existen pensamientos de querer desaparecer, se debe consultar con un psiquiatra para que le prescriba la medicina adecuada para superar el cuadro.
RED DE APOYO
Como la persona deprimida tiene poca voluntad, un familiar debe comprometerse a apoyarlo durante el tratamiento. Esto significa verificar que asista a las consultas virtuales o presenciales y que tome sus medicamentos. También es bueno acompañarlo a salir a caminar, hacer ejercicio y meditar.
Durante su tratamiento, la red de apoyo debe comprender y no tomar como algo personal lo que pueda decir el paciente en su proceso de recuperación; ya que por su mismo estado suele distorsionar la realidad. Es importante que el acompañante tenga sus propios espacios para realizar actividades que le den bienestar y recargue de energías.
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