Cuando las adaptaciones no eran pan de cada día, porque no existían cadenas de streaming que buscasen desesperadamente crear nuevas producciones para captar más y más sunoscriptores, una película basada en una novela juvenil se convirtió en el suceso emocional del momento, recaudando más de 300 millones de dólares. Estrenada en 2014, “Bajo la misma estrella” –un salto a la pantalla grande del libro publicado en 2012 por el ícono de la literatura juvenil John Green—contaba la historia de dos jóvenes pacientes de cáncer que, en lo que aparentaba ser el epílogo de sus existencias, se entregaban a la compañía, conformando así un absolutamente conmovedor retrato de lo que es el amor en lo que para muchos resulta la época más linda de nuestras vidas.
Dirigida por Josh Boone y con Shailene Woodley (Hazel) y Ansel Elgort (Gus) como protagonistas, la cinta cautivó a millones de espectadores en todo el mundo. No era una historia con final feliz, sino todo lo contrario, se trataba de un solvente intento por plasmar cómo la desdicha puede marcar nuestros destinos. El experimento audiovisual fue tan bueno como las cifras de ventas de casi todos los libros de Green, y desembocó a lo largo de los últimos 10 años en otras nuevas adaptaciones.
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El caso más reciente de esto último es “Mil veces hasta siempre”, película de MAX que adapta “Turtles All the Way Down”, el libro que el escritor estadounidense publicara en 2017. Bajo la dirección de Hannah Marks, esta película, tal como pasó con “Bajo la misma estrella”, apunta también al público juvenil. En su trama, la estadounidense de origen peruano Isabela Merced interpreta a Aza Holmes, una joven estudiante de preparatoria que intenta equilibrar sus objetivos personales con varios obstáculos que la hacen trastabillar en demasía. Partiendo de ambos trayectos, el largometraje arriesga y –como intentaremos explicar a continuación—sale airoso.
Una de las primeras escenas de la película de MAX muestra a Aza en su terapia. La profesional que la intenta ayudar (Kira Singh/Poorna Jagannathan) lleva un tiempo regañándola porque esta no toma sus medicinas como se le indicó. Nuestra protagonista sufre un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) que la hace sentirse permanentemente expuesta a bacterias, infecciones y problemas mayores. No se trata de un problema mortal como sí puede ser (y lo era más diez años atrás) el cáncer, pero sí desata una constante inestabilidad en Aza.
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Casi haciendo oídos sordos a las sugerencias de su doctora, lo mismo que pasa muchas veces con su madre (Gina/Judy Reyes), la estudiante termina envuelta en un bucle que nos muestra en pantalla –como usando un microscopio en un laboratorio-- las bacterias que ella imagina entrando a su organismo de forma imparable y a diario. Este inconveniente escala un poco más cuando notamos que la joven se ha abierto un cayo del dedo, el cual debe curar, lavar y cubrir con un curita en cada ocasión que considera “se ha infectado”, sin que esto sea realmente cierto.
Pero “Mil veces hasta siempre”, como dijimos líneas arriba, se abre por otros caminos. Esa decisión, sostenida en un guion bien ejecutado por la joven directora Hannah Marks, salva la experiencia que significa plantarse ante un dispositivo por casi dos horas (la cinta dura 1hora y 50 minutos en épocas en donde 90 minutos ya parecen mucho). En esa línea, otro camino puede ser el que une a Aza con su mejor amiga, Daisy (Cree). Se trata de una adolescente aspirante a escritora que tiene en el humor su principal rasgo. Los contrastes entre Aza y Daisy han sido manejados correctamente. Mientras tenemos a una protagonista ansiosa porque no puede comer lechuga, tomates y demás hierbas en una hamburguesa, su compañera de aventuras se pide “la hamburguesa más explosiva” del fastfood. La regla de polos opuestos que se pegan se cumple.
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Aunque no es el hecho central de la película, pero tiene efectos en varios puntos de la trama, “Mil veces hasta siempre” cuenta también la aventura de mini espías que Aza y Daisy desarrollan cuando se proponen dar con el paradero del padre de Davis (Felix Mallard), desaparecido en extrañas circunstancias y por quien se ofrece una onerosa recompensa. La ocasión servirá para que Aza y su excompañero de campamento infantil, se reencuentren y descubran que congenian más de lo esperado. Aquí se abre una veta de romance, pero nuevamente los temores de nuestra protagonista aparecen para complicar las cosas.
Para aquellos que vieron en su momento “Bajo la misma estrella” no será muy complicado hallar ciertos vínculos entre esa película y “Mil veces hasta siempre”. Tal vez lo más saltante tenga que ver con el aciago destino de sus protagonistas. Hazel y Gus no podían vivir plenamente su amor –según las convencionalidades de alguien médicamente sano—, mientras que Aza no puede aventurarse a conocerlo porque, para empezar, “el intercambio de fluidos corporales le parece un infierno”.
El guion de Isaac Aptaker y Elizabeth Berger se preocupa periódicamente de recordarnos que los problemas mentales no se solucionan con simple buena voluntad. Al apoyo de tus seres queridos se le suma la terapia y, en ocasiones, medicina prescrita. Se trata de una serie de elementos que unidos y antes de los 18 años resultan ciertamente abrumadores. En la representación de aquel camino infructuoso, la actuación de Isabela Merced resulta notable. A sus 22 años, la actriz de origen peruano tiene frente a sí un reto que va mucho más allá de bailar en el carro junto a su mejor amiga o de maravillarse mientras se textea con su ‘chico ideal’ (Davis). La tarea esta vez requiere de matices que van por lo psicológico, enfrentando día a día los efectos de la abrupta pérdida de su padre o la sensación de no sentirse totalmente real cuando se mira al espejo.
Al optar por colocar lo psicológico dos niveles por encima de lo romántico, la película de MAX se apoya de escenas que trascienden a las que nos tienen acostumbrados muchas de las adaptaciones estrenadas en el último tiempo. Tal vez la mejor es cuando Daisy y Aza discuten porque esta última acaba de descubrir algo que desconocía en la vida de su mejor amiga y que considera le afecta de sobremanera. El diálogo parece ser una pelea cualquiera adolescentes en un automóvil, pero poco a poco se transforma en algo mucho más complejo. Lejos de disculparse, Daisy ‘voltea la tortilla’ y lanza un: “las amigas de los demás solo dejan de contemplar sus propios procesos mentales para pensar en los intereses de las demás personas”. Arrinconada, aunque sin soltar las manos del volante, Aza se defiende enrostrándole a su copiloto que “su amistad le ha conseguido 50 mil dólares y un novio”. Los polos opuestos, esta vez, más que atraerse, se estrellan.
El género de las películas juveniles se ha explorado desde hace mucho tiempo y seguirá en dicho proceso, intentando improvisar giros, descubrir temáticas o exponer elementos que atraigan público en diversas latitudes. Sin embargo, en muchas ocasiones olvidamos que por encima de todos estos elementos están aquellos rostros que los hacen palpables. Siguiendo esta premisa, Isabela Merced ratifica, con su capacidad para transmitir alegría, dolor, caos, desesperación y muchas otras sensaciones en 110 minutos, que tiene un gran futuro en la industria. Probablemente en el camino se encontrará proyectos planos, guiones grises y directores cerrados. Pero seguramente su círculo le ayudará a entender que mientras sea capaz de transmitir al televidente o espectador, puede siempre darse por bien servida. Finalmente, son las estrellas aquellas que nos hacen pagar los boletos para entrar al cine. O en este caso, la suscripción, claro.
MIL VECES HASTA SIEMPRE/MAX
Sinopsis: Una adolescente intenta resolver un misterio que rodea a un multimillonario fugitivo.
Elenco: Isabela Merced, Cree, Judy Rivers, Felix Mallard, Maliq Johnson
Calificación: 4 estrellas de 5
Duración: 110 minutos
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