“La casa de papel” acabó. La última entrega de su temporada final ya está disponible en Netflix, pero sus protagonistas todavía tienen muchas cosas que contar de lo que vivieron en los últimos tres años fuera de cámaras gracias a esta serie.
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En esta entrevista de difusión, cedida por Netflix en exclusiva para El Comercio, Úrsula Corberó, la actriz que le dio vida a Tokio, cuenta algunos recuerdos poco conocidos del rodaje y evalúa cuánto ha cambiado su vida gracias a esta ficción:
-¿Cómo fue el rodaje de la temporada final “La casa de papel”?
Fue muy loco, pero ya estábamos acostumbrados a eso. Pero sí que es verdad que se sintió más en el ambiente, en los guiones también, que es el final. A mí me da la sensación que es como “La casa de papel”, pero elevado a la máxima potencia, ¿sabes? Había algo de todo, más sangre que nunca, más suciedad que nunca, más odio que nunca. Creo que como todos sabíamos que estábamos a punto de terminar, el nivel energético era muy fuerte.
-¿Cómo te sentías tú yendo a rodaje, sabiendo que era la última temporada?
Han sido muchos años y al estar tanto tiempo trabajando con mis compañeros -actores, equipo, maquillaje, peluquería, vestuario- se me hace un poco difícil imaginarme cómo va a ser todo después sin levantarme tan temprano. Bueno, seguramente a las 5:30 de la mañana me voy a seguir levantando, seamos honestos (risas). Pero la mayoría de veces llegaba a casa con alguna contractura y muy cansada, porque hubo mucha demanda física. Esta temporada es como una guerra. Ahora yo ya sé cómo fue rodar “Salvando al soldado Ryan”, ¿sabes? (Risas). Ha sido un rodaje con mucha demanda física y eso hacía que cada día fuera una montaña rusa de emociones. Pero eso nos hacía dormir bastante, cansados, como bebés.
-En líneas generales, ¿cómo definirías esta temporada?
Esta última temporada es más rock and roll que nunca, van a ver mucha violencia, muchos enfrentamientos y así, en rangos generales, me atrevería a decir que es una temporada bélica. Ahí lo dejo.
- Y sobre tu personaje, ¿cómo dirías que evolucionó Tokio hasta esta temporada final?
Yo creo que ella desde que empezó la temporada tenía ese presentimiento de que era el final. Entonces, con Jesús, el director, quisimos darle mucha más madurez. Ella sabe que ya no las tiene todas consigo como antes, que iba muy a saco. Ella sabe que en algún momento las cosas ya se tuercen tanto que es muy difícil salvar según qué situación. Y yo creo que ella está un poco en el ‘mood’ de reconciliarse con ella misma. Y eso pues también significa estar en paz, ¿no? Estar en paz, estar en paz con Río, estar en paz con sus compañeros y estar en paz con ella misma.
Mi vida ya no tiene nada que ver con la vida que tenía antes de 'La casa de papel'. Yo intento ser la misma. A veces me sale, a veces no.
-¿Cómo eran esas conversaciones con Jesús Colmenar, el director de la serie, sobre el personaje?
Yo a Jesús lo amo. Lo adoro. Hace mucho tiempo que nos conocemos, nos entendemos muy bien trabajando. Jesús es una persona muy sensible y, además, creo que es algo muy importante -que no todos los directores lo tienen y es que él sabe de qué manera tiene que pedirle las cosas a cada actor. O sea, no vela por el interés de lo que él está buscando sino que él es capaz de adaptarse o adaptar sus palabras, adaptar sus exigencias, lo que él necesita, a cada persona. Y eso solo lo puede hacer una persona que es muy sensible. Entonces, yo con Jesús tengo conversaciones increíbles. Y me ha pasado muchas veces porque es verdad que una vez que estás rodando ya, pues no hay tiempo y te tienes que preparar todo en casa y a veces el director está rodando todos los días y no tienes tiempo de quedar un día tranquilamente para ensayar, o cosas así como... que siempre suman, ¿no?, para que vayas después a la secuencia más tranquilo y más seguro. Pero sí que tenemos muchas llamadas telefónicas. Yo le llamo, de vez en cuando. Digo: “Oye, Jesús, esto... Que esto no lo hemos hecho nunca. ¿Tú cómo lo ves?”. Porque para mí es muy importante cómo él ve las cosas, cómo se lo imagina. Y aparte es increíble, porque estás en el set y es que el tío lo tiene todo tan claro. Incluso te cuenta algo que no te gusta y cuando termina de contártelo dices: “Ah, sí, tienes razón. La idea que yo traía de casa era una mierda”. (Risas). Tiene ese don.
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-¿Qué recuerdas de tu último día de rodaje?
Cuando yo pensaba que nada podía ser más intenso y más fuerte, ese día me di cuenta de que sí, que podía ser el doble de intenso y de fuerte. Fue muy heavy, muy heavy. Me desperté con el corazón a mil y estuve así como dos días más después de terminar. Me parecía todo rarísimo. Me vinieron a buscar con el coche para el ‘making of’. Entonces, empecé el día con mucha conciencia de que era el último día. Y me pasó lo típico que pasa cuando terminas algo: te pones a recordar. Estaba como muy melancólica, me ponía a recordar todo el rato. Lo que había vivido desde el principio, lo que nos había pasado, los viajes que habíamos hecho, dónde habíamos rodado, lo que había pasado con la serie.Me puse a pensar también qué loco que hicimos una serie que era una serie cerrada: temporada 1, temporada 2 y ahí terminaba. Pasó un año, Netflix compró la serie, la estrenó a nivel internacional, me acuerdo que ni siquiera hubo una campaña de márketing. Era una serie española que habían comprado y que la habían puesto ahí. Un año más tarde, un año después, volvimos otra vez y nos encontramos en Tailandia rodando. Todo muy raro. Me puse un poco melancólica, me puse a pensar mucho en todo lo que me había pasado, en cómo me había cambiado la vida y en lo mucho también que iba a echar de menos a todo el equipo, a mis compañeros.
-¿Qué ha significado Tokio para Úrsula Corberó? ¿Ha cambiado tu vida?
-Sí, claro. Tokio me ha cambiado la vida y me la seguirá cambiando. Creo que a todos nos han pasado cosas muy fuertes. No es convencional que una serie española arrase tanto, cruce tantas fronteras, con un presupuesto muy humilde, era casi un experimento. Yo me acuerdo que cuando empezamos nos decíamos: “Bueno, a ver esta locura cómo sale”. Porque podía salir muy bien, podía salir fatal. Era muy arriesgado. Y de repente un día me enseñan los ‘fan arts’ de India y al otro viajo y veo mi cara en Dubái, en Sudamérica. A veces siento como que todavía no soy muy consciente. Evidentemente me ha cambiado a nivel personal también y en todos los aspectos. Mi vida ya no tiene nada que ver con la vida que tenía antes. Yo intento ser la misma. A veces me sale, a veces no. Pero bueno, tengo la suerte de estar rodeada de gente que está muy en la tierra y, por lo menos yo, intento estar rodeada de gente así. Sé que me hace bien, porque soy muy fantasiosa y me voy para arriba y estoy muy en las nubes. Pero sí que es verdad que a través de Tokio siento como que de alguna manera he tenido que tomar más las riendas de todo. No me preguntes por qué pero sí que he tenido que aferrarme más a mí misma, ¿sabes? Hablo en todos los sentidos: aferrarme a mi familia, a mi autoestima, a mi seguridad. A lo mejor eso antes no lo tenía tan presente. También estoy haciendo mucha terapia, no nos vamos a engañar, que la terapia siempre va bien. Se lo recomiendo a todo el mundo.
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-¿Qué habrá de Tokio en Úrsula para siempre?
Yo me llevo de Tokio su fortaleza. La fuerza que ella tiene para afrontar cualquier adversidad que le ponga la vida. Yo creo que eso es muy difícil tenerlo siempre. Yo ahora soy un poco más así gracias a Tokio. Me gustaría quedarme con eso y con su valentía, con su garra. También hay algo muy bonito, y que hace mucho que la gente odie y ame a Tokio por momentos, y es que a lo mejor ella se equivoca, pero ella lo hace. Y yo creo que eso es muy importante en la vida en general: hacer lo que uno cree, en lo que uno confía y seguir las intuiciones de uno mismo, porque a veces si la cagas y la cagas porque tomaste una decisión en un momento, pues bueno. Pero si la cagas y la cagas por la decisión de otra persona, eso es horrible, ¿no? Y dices: “Vaya, tendría que haberme fiado de mi instinto”. Y aún así, pues si te equivocas, siempre hay algo, siempre hay una moraleja, siempre hay un aprendizaje detrás de eso, ¿no? Y creo que en ese sentido Tokio es súper fiel a sí misma. Y me gusta. Y me gusta que la cague. Y que se levante otra vez y diga: “No pasa nada, sigo para adelante. Soy un desastre. Sigo para adelante, no pasa nada”.
Mi último día de rodaje de 'La casa de papel' me desperté con el corazón a mil y estuve así como dos días más después de terminar".
-¿Tu escena favorita de “La casa de papel”?
Una de mis favoritas es de la primera temporada, en el capítulo 6. Es un plano secuencia, cuando estamos yendo todos los jóvenes que nos escapamos de la casa de Toledo para ir a la verbena del pueblo, allí hay un baile, hay una danza con las cámaras, sin cortes, donde estamos Río, Nairobi, Denver y yo. Fue muy divertido, yo creo que fue la secuencia donde nos hicimos amigos. A lo mejor eso es lo que yo creo y no fue así, pero para mi fue muy simbólica. Fue un día muy importante en mi vida.
-¿Y cuál es la mejor anécdota que has vivido rodando la serie?
Te diría que esta es casi la mejor anécdota de mi vida. Me fui con Miguel a rodar en Panamá, estuvimos rodando en los archipiélagos de San Blas, en Kuna Yala, y llevábamos ahí como dos o tres días, terminamos de cenar y vino un hombre del equipo a decirnos que nos teníamos que ir a la otra punta de la isla, donde estaba todo oscuro, porque había plancton luminiscente. Esto es real. Yo había buscado el plancton luminiscente, porque me habían hablado de él, lo había googleado, y siempre me parecía como tan de la película “Avatar “que decía: “Está retocada esta foto. O sea, esto no puede ser real”. Pues es real. Al principio no veíamos nada, porque, no sé muy bien cómo explicarlo, pero no tiene que haber luz artificial para que el ojo empiece a ver el plancton. Y así fue. Nos fuimos al mar, con Miguel, y de repente empezamos a ver todo, un azul eléctrico impresionante. ¿”Avatar”? “Avatar” total. Fue espectacular. Contra esa anécdota ya no se puede hacer nada.