El cine del francés Jacques Audiard, ganador de BAFTA, Venecia, Cannes, entre otras distinciones, tambaleó con “Emilia Pérez”, su última película favorita en la temporada de premios. Este melodrama musical de humor negro tiene de estrellas a Karla Sofía Gascón, Zoe Saldaña y Selena Gómez. ¿Su premisa? Un narcotraficante transiciona en mujer y busca la ayuda de una abogada para no perder ni su fortuna ni sus hijos. Audiard tiene buenas intenciones al contar esta historia, pero el problema es que su sensibilidad hacia temas como la identidad de género y las desapariciones forzadas en México se pierde en un abanico de decisiones estilísticas en esta, la ‘Mejor película extranjera’ de los Golden Globe 2025.
Muchas críticas surgieron a partir del papel de Selena Gómez como la esposa extranjera del narcotraficante mexicano Manitas del Monte. Que su acento es malo. Que sus canciones, absurdas. Que sus raíces mexicanas, no lo parecen. Y, a pesar de haber sido nominada como Mejor actriz de reparto en los últimos premios por esa película, la polémica no ha cesado. Pero “Emilia Pérez” no se fractura por ella, sino por los excesos del guion y la mirada extranjera desinformada del universo latinoamericano.
El narcotraficante mexicano Manitas del Monte (Karla Sofía Gascón) desea desde niño transicionar a ser mujer, como Emilia Pérez, pero esta vez lo hará también para escapar de las autoridades. Con una fortuna amasada a través de crímenes, Manitas contrata a la abogada Rita (Zoe Saldaña), secuestrada por el opresivo y machista sistema legal mexicano, y quien estaría dispuesta a aceptar ese tipo de trato millonario. Ella, a su vez, contrata a un cirujano para realizar el trabajo, y después recluye al narco en el olvido.
Para sus hijos y su esposa foránea con mal español Jessi (Selena Gómez), Manitas está muerto. La, ahora mujer trans, continúa su vida entre la nostalgia y la culpa de haber matado a tantas personas en el pasado. Ya con una nueva vida, funda “La Lucecita”, una organización dedicada a ayudar a las familias de personas desaparecidas. Pero los intentos de redención de Manitas chocan con la dureza del mundo criminal y sus propios conflictos internos. Por todos lados, Audiart escribió un drama espectacular. Qué pena que lo perjudicó haciéndolo un musical.
Fecha de estreno en Perú: 23 de enero de 2025.
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Selena Gómez y los idiomas como fractura emocional
El intento de la película por utilizar el español como lengua principal crea más barreras que puentes. Selena Gómez, una estrella conocida por su carisma y versatilidad que datan desde Disney Channel (Q.E.P.D.) hasta “Only Murders in the Building”, se ve sometida a diálogos que no terminan de fluir, como el gracioso fragmento donde, supuestamente excitada, dice a su pretendiente: “hasta me duele la pinche vulva cuando me acuerdo de ti”. La actriz, que podría haber transmitido más autenticidad en inglés, queda atrapada en un guion que la encaja en un molde que no le pertenece, pero, aún así, saca a flote un personaje totalmente quebrado por el mundo narco.
Por su lado, Karla Sofía Gascón, española en el papel de Manitas del Monte, también lucha con un español que denota sus raíces europeas. Antes de su viaje de identidad, la actriz pasó algún tiempo en el universo de las narcoficciones latinas, como el “Señor de los cielos”, donde también la vemos aventándose contra los malos. Como Emilia Pérez, imprime dureza y determinación en las escenas donde se estresa y se lamenta. En otros momentos, su intención dramática se pierde entre el acento y el exceso de intensidad, algo que se relaciona más con el trabajo de casting y dirección de los actores que con su desempeño como artista.
El hilo conductor de la película es la abogada clandestina Rita, quien genera cierto cariño por Emilia Pérez. Fuera de “Avatar” y “Guardianes de la Galaxia”, Zoe Saldaña, actriz de Nueva Jersey con ascendencia dominicana, fue lo mejor. Su semblante enriquece la pantalla, incluso en los momentos más incómodos, como una coreografía en alusión a la vaginoplastia y rinoplastia de una mujer trans.
La irrupción del musical
Una de las decisiones más desconcertantes de Audiard fue incorporar elementos musicales en una película sobre narcotráfico. A eso, agrega coreografías tan modernas que se cuelan pasos de hip hop o breakdance. En general, el público está esperando que nadie cante o baile, cuando debería ser lo contrario, y finalmente los personajes lo hacen cortando abruptamente la emoción de una escena.
“Emilia Pérez” iba a ser una opera de cuatro actos al inicio, lo cual parece menos descabellado, pero finalmente fue un largometraje inspirado en un pasaje del libro Écoute (2018). Lo cierto es que el mundo narco se tiene que tomar con pinzas. Sucede poco en el cine y la televisión, pero las historias de crimen realistas respetan que jamás hay redención en un personaje narco, porque suele divagar entre su locura y sus millones. O se mueren, o terminan en la cárcel. No merecen demasiada empatía. Por ese lado, y aunque el musical irrumpa, el director quiso tener una protagonista atrapada en el dolor de querer ser una buena persona y no poder serlo. Hay cierta complejidad. Punto para él.
Teniendo un pasado despiadado, Emilia Pérez ayuda a un cúmulo de madres con hijos desaparecidos. No hay razón para hacer a la historia más contradictoria. Los mexicanos están molestos por la representación de la víctimas. Se trata de un problema público mucho más complejo de lo que parece. Si a eso sumamos un tipo de musical con canciones sin sentido (“Bienvenida a tu país amado, bonita”) en un tono absolutamente desprovisto de modulación en el registro del reconocimiento Billboard, Selena Gómez, pues resulta en una especie de sátira.
Por un segundo, la canción “Mi camino” (”Quiero quererme a mí misma / Quiero amar a la niña que no me dejaron ser”) casi salva un momento muy romántico entre Jessie y su pretendiente en un bar, en el cual flota la prisión interna del personaje de Selena. Tenía potencial para ser más emotivo, pero se queda como un pasaje tibio. Igualmente, hay quienes votaron sus lágrimas en algunas escenas.
Y como los franceses (Clément Ducol, a cargo de la música) piensan que México es más Belinda que Peso Pluma, entonces también hay una de sus canciones en el fondo de una escena. Pocos notan este tipo de detalles, pero, cuando eres fan del pop, los guiños nunca pasan desapercibidos. “Emilia Pérez” parece buscar un tono casi burlón y termina minimizando la seriedad de los temas tratados con este tipo de decisiones. Momentos finales, como el juego de armas de un ejército de matones al ritmo musical, demandaron una aproximación más respetuosa, sin dejar de ser siniestra, a último minuto.
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La visión extranjera
Los tiempos han cambiado. Con Cuarón, Gael y Del Toro en los Oscar, no hay mucho extranjero que se arriesgue a filmar una historia de México. El intento de Audiard por retratar una realidad de ese país desde su perspectiva francesa no tiene la talla de todas las películas que hizo, por ejemplo, Luis Buñuel, un director bastante respetado allá desde “Los olvidados” (1950) —sobre el crimen juvenil en la capital mexicana—. En “Emilia Pérez”, elementos como las alusiones a los desaparecidos, presentadas con un fondo negro, parecen un recurso improvisado para añadir seriedad, pero carecen de peso narrativo.
La única actriz netamente mexicana en “Emilia Pérez” es Adriana Paz. ¿Había demasiado problema en contratar una empresa de casting local? El argumento del director sobre la falta de presupuesto para contratar actores mexicanos pierde fuerza cuando se observa la inclusión de Gómez y Saldaña. La contradicción refuerza la percepción de que este filme prioriza a una audiencia internacional en lugar de construir un relato auténtico de un caso mexicano.
Veredicto
“Emilia Pérez” es un experimento que mezcla melodrama, comedia y musical con resultados desiguales. Si bien Gascón, Gómez y Saldaña ofrecen interpretaciones comprometidas, la mayoría del tiempo están remando para salvar el tropiezo fílmico de Jacques Audiard. Algunos momentos son divertidos, porque caen en el humor negro, o incluso la sátira. Pero, en un contexto de sensibilidades a flor de piel, el cineasta tendría que cuidarse de lo transfóbico o irrespetuoso. Y resulta muy decepcionante, porque es un hombre que siempre ha abogado por los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT. Para algunas personas, es una película graciosa. Otros menos tolerantes podrían utilizar su tratamiento de temas tan sensibles, como el narcotráfico y la identidad trans, como una burla. Mucho cuidado con eso.
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