Los hámsteres son mascotas solitarias y muy territoriales. En el caso de las hembras, especialmente, esta característica tiene que considerarse muy en serio: una incorrecta interacción de nuestra parte -o del entorno- con ellas podría poner en peligro a las crías, principalmente cuando se trata de madres primerizas.
Durante el embarazo, el parto y el periodo neonatal, las hámsters suelen mostrar conductas naturales para proteger a sus crías. Pero, si la mamá se siente perturbada o rompe el vínculo con sus hijos, entonces los abandonará o incluso los sacrificará (es decir, podrían llegar a comérselos). La situación es común en mamás que son muy jóvenes, ya que no saben cómo cuidar a sus pequeños.
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A mamá hámster nunca se le debe perturbar. Le estresan la manipulación prematura e incorrecta de las crías, un lugar inapropiado para el parto, una jaula muy pequeña, la presencia de otros animales o el nacimiento de crías enfermas o muertas. No es recomendable que toquemos o nos acerquemos las crías.
Sucede que las crías de hámster nacen ciegas y calvas, y es justamente esta ausencia de pelaje lo que hace que, si las tocamos, dejaremos un olor que la madre no será capaz de reconocer, poniendo en peligro la vida de los pequeños recién nacidos.
Para estos roedores, el olor es una manera de relacionarse con sus hijos. Por eso, si tocamos a sus crías pueden desconocerlas y hasta matarlas. No trates de acariciarlas, ya que las pondrás en riesgo. Lo mejor es que no te acerques a ellas hasta las tres semanas de nacidas; se recomienda, asimismo, que sean destetadas entre los 19 y 21 días.
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