Aunque creamos que nuestras mascotas tienen la vida resuelta en casa, en ellas también podría presentarse la depresión. Las causas más relacionadas con ellas son la ausencia de sus dueños, de algún compañero de juegos, el cambio de familia y la falta de afecto. Otros factores que la desencadenan son el uso de medicamentos, tratamientos médicos y cualquier enfermedad que les cause dolor o debilidad.
Aunque no nos puedan decir lo que sienten, hay señales que nos pueden alertar que no están bien anímicamente. Entre ellas, las más resaltantes son el sueño excesivo; la pérdida del apetito o del interés por el juego; gemir; llantos frecuentes; nerviosismo; apegarse excesivamente al amo o esconderse. Los cambios hormonales también pueden producir depresión, y estos episodios suelen darse en los casos de falsa preñez.
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La depresión es igual de peligrosa en mascotas que en humanos. Se ha demostrado que, junto al estrés, esta enfermedad eleva los niveles de cortisol en el paciente y bloquea algunos de los procesos que protegen la salud de la mascota; es decir, hará que bajen sus defensas. Debido a la depresión, además, se han presentado casos en que algunas mascotas se han auto-agredido o se han lamido en exceso ocasionándose dolorosas heridas.
La depresión puede presentarse a cualquier edad y afecta más a perros que a gatos. Se recomienda que se evalúe la rutina de la mascota y los cambios que han podido surgir: debemos mejorar la relación que tienen con sus dueños, darles más calidad de tiempo, sacarlos a pasear, hacerlos jugar con otros animales de su especie y entretenerlos con juguetes.
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Si notas a tu mascota decaída, coméntaselo a su veterinario de inmediato. Una evaluación siempre será positiva para determinar qué podría estar pasando o para revelar algún problema de salud que, quizá, podría estar afectándola.