¿Sabías que el hígado es el órgano que se encarga de metabolizar las proteínas, grasas e hidratos de carbono que entran al cuerpo de nuestros engreídos? También es responsable por el almacenamiento de vitaminas y minerales, actúa en la digestión de los alimentos y desintoxica la sangre de nuestras mascotas.
Sin embargo, este órgano es muy discreto cuando se enferma y prácticamente no se queja hasta que la situación es grave. Por eso a las patologías hepáticas se les llama silenciosas. Si bien la mascota puede presentar problemas en el hígado a cualquier edad, se recomienda que a partir de los 6 años acudan una vez al año a un control para evaluar su estado y prevenir futuras enfermedades.
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Para determinar si la mascota tiene alguna patología hepática es necesario presentar determinados signos clínicos. Entre ellos, los vómitos, diarreas, falta de apetito, problemas de coagulación, tonalidad amarilla de la piel y encías, pérdida de peso e incluso convulsiones. Para ello se realizan análisis de sangre y hasta ecografías, ya que muchas veces estos síntomas no necesariamente son causados por el mal funcionamiento del hígado y es importante identificarlo.
Prevenir siempre es mejor que curar. Recuerda que una dieta balanceada según la edad, tamaño, salud y actividad de la mascota podría librarla de muchos problemas con los años. El exceso de grasas, el sobrepeso y la ingestión deficiente de proteínas -tal y como ocurre con los humanos- podrían causarle trastornos hepáticos como tener hígado graso o cirrosis.
La salud del hígado puede afectarse por enfermedades contagiosas, como la hepatitis infecciosa canina, leptospirosis, ehrlichiosis canina, parásitos, o por la ingesta de sustancias tóxicas como venenos o detergentes. Presta mucha atención a los síntomas.
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