No todos los perros mueven la colita con facilidad; algunos son renegones y huraños. Si tu mascota es una de ellas, su malestar o malhumor podría deberse a enfermedades que le ocasionen algún tipo de dolor. Una vez que hemos descartado cualquier problema de salud, entonces podría estar sintiendo miedo e inseguridad, o tal vez busca defender su territorio, comida o a sus dueños.
Se ha comprobado que los perros no nacen agresivos: somos los humanos los que desencadenamos conductas no deseadas en ellos al educarlos mal. Por eso es tan importante poner atención a cualquier cambio en su actitud.
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Quizá la forma en la que tratas a tu perro no sea la mejor. Por ejemplo, si no permites que las personas que se le acerquen lo acaricien, no lo sacas a pasear, o juegas tosco con él (peleas) y lo dejas dominar la situación, no estás ayudando a que tenga un humor más llevadero. Otro error es que bromees asustándolo, pues gruñirá para defenderse.
Un perro agresivo puede dejar de serlo. Si la conducta se presenta porque algo no le gusta o le teme, tendrás que hacerle entender que aquello es bueno y no le hará daño. Si la actitud es hacia algún humano, háblale suave y dale un bocadito para distraerlo y así transformar ese momento en algo placentero.
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Es necesario que conozcas el lenguaje corporal de tu perro y le enseñes a sociabilizar con otros de su especie. El gruñir es también una manera de comunicarse entre miembros de la manada para indicar posesión y defender algo. Cada perro tiene un espacio íntimo que se debe respetar. No permitas que otra persona o mascota se acerque efusivamente e invada repentinamente su territorio.
La solución no es aislar a tu engreído gruñón de otras personas y mascotas; más bien, fomenta una mayor interacción, siempre con supervisión. Verás que eso funciona.
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