He venido a una conferencia para escuchar a Matt Salinger, el hijo del gran Jerome David Salinger, JD, autor de la mitológica «El guardián entre el centeno» y de otros libros geniales que se han visto algo eclipsados por la famosísima historia del joven Holden Caulfield.
Matt tiene sesentaitrés años. Es alto, flaco, enteramente canoso. No escribe. Fue actor —protagonizó «Capitán América» en 1990 (película que Salinger no vio, o quizá prefirió no ver)—, pero esta tarde se presenta como protector del legado literario de su padre. Ha venido a España por primera vez, invitado por Alianza Editorial, para celebrar los sesenta años de «Levantad, carpinteros, la vida del tejado y Seymour: una introducción», y los setenta de «Nueve cuentos», esa bella colección donde figuran relatos inolvidables como «Para Esme, con amor y sordidez», o el mil veces citado «Un día perfecto para el pez banana».
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Cuando le hablan del célebre aislamiento social de su padre, Matt disiente de tal definición. Señala que a Salinger simplemente no le interesaba hacer las cosas que hacían los demás escritores de Nueva York: ir a los mismos bares y restaurantes, jugar al póker en los mismos clubes. «Lo encontraba incestuoso, poco saludable». Según él, JD buscaba criar a su familia lejos de lo que él mismo pretendía dejar atrás. «De niño, no entendía bien la fama de mi padre», confiesa Matt, «pero me preguntaba quiénes eran esas personas [periodistas] que se acercaban sigilosamente a la casa».
Más que comentar «El guardián entre el centeno» («un libro que parece simple, pero es muy complejo»), Matt quiere subrayar el valor de los libros menos conocidos. «Mi padre hablaba siempre de su lector privado, gente solitaria, perdida, que siente un poco de infelicidad, que no sabe muy bien qué camino tomar en la vida. Él me decía: ‘Busca a personas que se sientan como te sientes tú’. Para él, formar una comunidad era muy importante. Todos estos libros los escribió para los miembros de esa comunidad».
Es emocionante escucharlo hablar del Salinger familiar. Cuenta que su padre lo trataba con la misma sensibilidad, respeto y autonomía con que trataba a sus personajes infantiles. «Nunca fue agresivo, ni me habló con aires de superioridad, buscaba ayudarme, pero sin hacérmelo fácil». Dice que JD fue un padre estupendo, con gran sentido del humor, capaz de jugar con él al béisbol después de la escuela y enseguida ponerse a analizar la obra de Dante. Es sabido que su hermana, Margaret, tiene una apreciación distinta. Para ella, Salinger era un hombre egoísta, obsesivo, cuyo mundo estaba vacío de gente real; así lo describe en su polémico libro «El guardián de los sueños». Para Matt, la visión de Margaret es válida, pero aclara: «No reconozco a la familia de la que ella habla en esas páginas».
Cuando llega mi turno, le consulto sobre la experiencia de Salinger en la Segunda Guerra Mundial. Además de participar en el Día D (se rumorea que llevaba en la mochila seis capítulos de «El guardián…»), el escritor fue parte del primer regimiento norteamericano que liberó campos de concentración. Matt responde: «Creo que esas imágenes no se le borraron nunca, tanto así que se preguntaba ¿cómo puede existir un Dios? Creo que en las trincheras mi padre aprendió a apreciar el amor y la belleza, pues comprendió mejor su naturaleza efímera. Al final, lo único bueno de la guerra fue que la casa siempre estuvo caliente; él se juró a sí mismo nunca volver a pasar tanto frío como en Normandía».
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Respecto del documental que sobre su padre hizo Shane Salerno en 2013, con producción de Harvey Weinstein (actualmente condenado por agresión sexual), Matt opina que lo único que ambos buscaban era ganar dinero: «La viuda y yo somos los únicos albaceas y nadie habló con nosotros. Las fuentes que se utilizan ahí son una vergüenza, pero, bueno, ya sabemos quién es Harvey Weinstein».
La estupenda noticia para los lectores de Salinger es que hay material inédito y se publicará dentro de pocos años. Matt asegura que esa fue la voluntad del escritor. «Él me lo pidió, me dijo que publique todo, incluso las verrugas, pero les aseguro a los millones que esperan sus libros que hay mucho más belleza que verrugas». //