Aproveché las mañanas de playa para salir a caminar con mi marido al lado del mar y conversar sobre temas importantes y algunas proyecciones evidentes al comienzo del año.
Había mucho sobre lo que conversar: preocupaciones económicas, pendientes laborales, intenciones de cambios de hábitos, preocupaciones.
El 2019 no fue un año fácil. Quizá por eso le comentaba a mi esposo que una de las cosas que me preocupa era el futuro incierto, nada firmado, nada pactado, que no contaba con oportunidades visibles y que era prácticamente mi culpa por improvisar siempre mi realidad y de vez en cuando leerme el tarot -muy acertado- para sentirme tranquila.
Sin ser tan duro, me incentivó a tratar de observar lo que ya había venido desarrollando y que solo era tiempo de darle forma a todo lo que había hecho: crear una verdadera identidad, enfocarme en ello, y probar este año. Poder finalmente generar espacios de encuentro entre la comunidad virtual y esta servidora. Él siempre tiene las cosas tan claras. Creo que todos los cursos en los que ha invertido acerca de la forma del pensamiento le han servido, porque sus consejos aunque yo los tome a veces como catalizadores de presión, siempre son buenos, directos, aplicables y funcionales.
Cuando uno se da cuenta de las cosas que por alguna razón no estaba queriendo ver, duele. Lo escucho, y aunque nunca le responda algo que lo haga sentir bien, sino más bien con monosílabos, sé que tiene la razón casi siempre (todas las veces).
Si hay algo que me ha enseñado esta vida, es que uno sentado no consigue mucho; tiene que moverse. La mayoría de personas que se sientes tristes y que me escriben, reciben el mismo consejo: camina, muévete. No solo en el sentido literal y físico (caminar es un excelente antidepresivo), sino a nivel de empoderamiento, de autoconfianza y porras a uno mismo: hay que literalmente ponerse en movimiento.
La intención se queda en intención cuando no la acompaña un plan de acción, y el plan de acción nos permite conseguir lo que buscamos.
Su uno busca oportunidades, tendrá científicamente hablando, menores chances de conseguir lo que quiere.
Lo he experimentado en carne propia: cada vez que he tenido la valentía de ir tras lo que busco he sido recibida con buenos gestos. Las puertas se abren cuando nos atrevemos a cogerlas por las manijas y entrar.
Hay muchos que preferirían quedarse escudados, bajo el miedo, que incomoda, pero se tolera antes que el dolor. Aquí vengo yo a incomodarlos: no dejen que el miedo los inmovilice.
Me compré hace una semana un libro para leer en enero. Se llama Sobrenatural, gente común y corriente haciendo cosas extraordinarias. El autor es el famoso doctor y especialista en neurociencia, bioquímica y biología molecular Joe Dispenza. Dispenza señala que uno tiene la capacidad de cambiar la química de nuestro cerebro y, por ende, emociones, comportamientos y expectativas, que es urgente y necesario. Además afirma inclusive cambiando la forma de vernos a nosotros mismos podemos crear nuevas identidades más felices, libres de enfermedades y culpas.
El libro es un compendio de testimonios de quienes realmente pudieron transformar sus realidades, gente común y corriente como nosotros mismos con la capacidad de revertir diagnósticos terribles. ¿Cómo lo hicieron? Con determinación y mucha fe en uno mismo. ¿De qué herramienta se sirvieron?
Meditar nos permite estar en el momento presente, que es aquel que podemos controlar, de alguna forma; meditar nos permite ayudar a nuestra mente a no perder el control ni activar sus estados de alarma; a darnos un descanso, a permitirnos vernos como un todo más allá del cuerpo físico.
¿Es complejo? Lo es. ¿Es incómodo? Al principio. Todo lo diferente y nuevo que no está en la programación de nuestro cerebro lo es. Pero también este es el año de comenzar a creer que el poder para cambiar todo lo que no nos gusta de nuestra vida está en nosotros mismos y que para dar el primer paso, solo tenemos que sentarnos cómodos con los ojos cerrados para respirar atentamente. Y así se comienza. //