El 2019 fue un año revolucionario en materia de masturbación femenina. Sí, esa práctica milenaria que la mayoría de mujeres realizamos y de la que tenemos terror de hablar. A pesar de su naturalidad innata y de la necesidad vital que representa en sí –más adelante hablaremos de sus beneficios físicos y mentales–, cómo nos cuesta decir que nos tocamos (y que nos gusta hacerlo). El año pasado algo inusual sucedió: un juguete sexual de 16,5 cm, con diseño innovador y una función maravillosa, puso a las mujeres del mundo entero a gemir de felicidad. Y lo mejor de todo: sin temor al qué dirán.
Así, entre orgasmos múltiples, el Satisfayer Pro 2 –nombre del bendito invento– ayudó a romper poco a poco con tabúes alrededor de la masturbación y todo sobre la base de la efectividad. Con este juguete, una literalmente ya no necesita de una pareja sexual para disfrutar de sexo oral y, como si esto no fuera suficiente, garantiza llevarnos al orgasmo en una media de dos minutos. Aunque usted no lo crea.
(He leído todos las reviews del producto, como si me estuviese preparando para ser parte de su fuerza de ventas).
Gracias a estos nobles resultados, no hubo quien no le rindiera pleitesía de forma pública a través de las redes sociales. Todas tenían que estar al tanto del invento, probarlo y gozarlo; y lo hicieron: el stock de este vibrador se agotó en el mundo entero.
¿Por qué este invento fue el catalizador del empoderamiento sexual de miles de mujeres? Precisamente porque rompe con el patrón de pensamiento según el cual –cultural o religiosamente– el autoplacer debe ser condenable, prohibido, como una práctica íntima que debería guardarse en secreto bajo llaves. Qué va.
En tiempos donde ya no existen fronteras entre lo privado y lo público, la masturbación femenina salió del clóset airosamente. Nunca un boca a boca ha sido tan efectivo.
Y es que nada más positivo para una que masturbarse; no solo nos da un subidón de dopamina –el neurotransmisor encargado del placer–, sino también de oxitocina y endorfinas. Es decir: nos hace sentir requetebién.
Como si el hacernos felices no fuera la única razón para tocarnos, la masturbación también ayuda a reducir el estrés, esa pandemia que mata a más personas que el coronavirus. De hecho, años atrás sufría de migrañas y fui a visitar a un homeópata, que lo primero que me dijo fue: “Necesitas masturbarte”.
Cuando nos tocamos, nos permitimos explorarnos y conocernos, responsabilidad primaria de cualquier humano; si no nos conocemos por dentro y por fuera, cómo vamos a descubrir lo que nos hace bien, lo que nos gusta y lo que no. ¿Cómo?
Hace algunas semanas terminé de ver Sex Education, una serie producida por Netflix que literalmente abarca grandes aristas de la sexualidad de una forma libre, exenta de juicios: se habla de sexo con la naturalidad con la que siempre ha debido hablarse.
La serie tiene como protagonista a un adolescente que se convierte en un consejero en temas sexuales en su escuela. Precisamente fue uno de sus primeros consejos el que más llamó mi atención: una compañera de clases acude a él después de que su pareja sexual le preguntara qué le gustaba durante el sexo. Ella no supo qué responder, como me imagino le podría pasar a muchas (si estás en ese territorio, no te sientas mal: todos los días se aprende algo nuevo).
Otis, el nombre del protagonista, le dice que la única manera de saberlo era explorándose y tocándose a sí misma; no hay otro camino. Y así fue, la niña se la pasó una tarde entera haciéndose muy feliz. //