Ha sido tal la demanda en las últimas semanas por asistir al concierto de Bad Bunny en Lima, que se abrió una nueva fecha para poder verlo en vivo. Y, como no podía ser de otra forma, las entradas volaron. No solo ocurrió aquí, sino también en Colombia y Argentina, donde se abrieron nuevas fechas y las localidades se agotaron en menos de una hora. Lo que confirma por qué fue el artista más escuchado de Spotify en el 2021.
Por estos días, más allá de los gustos, queda claro que Bad Bunny no solo es un cantante: se ha convertido en un fenómeno cultural de estos tiempos. Ya no es el muchachito que hace tan solo unos años se presentaba en el club Palmeras de Comas o en la discoteca Kenko de Santa Clara, donde uno podía verlo por 25 soles. Ha cosechado un éxito descomunal que, en las siguientes líneas, un crítico musical, una periodista y un productor discográfico intentan explicar.
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Raúl Cachay (periodista y crítico musical)
Aunque su talento, carisma y efectividad como artista pop es indiscutible, el éxito de Bad Bunny representa también la consolidación de la tendencia a conquistar los mercados globales que ha marcado el derrotero de los representantes más conocidos del reggaetón y demás géneros de origen latino desde hace ya más de dos décadas. Sospecho que la abrumadora demanda para sus conciertos en Lima responde también a una suerte de síndrome de abstinencia entre los fanáticos locales, pero nadie podría discutir que Bad Bunny -y, en menor medida, Rauw Alejandro, J Balvin, Karol G y el español C Tangana, entre otros- ocupa un lugar absolutamente merecido en la línea de avanzada del mainstream internacional.
Lo hace, además, reivindicando el uso de nuestra lengua y apelando sin tapujos a los múltiples matices de su identidad boricua y mestiza. Aunque no es para todos, lo cual es perfectamente válido, tampoco creo que su música sea complaciente o derivativa. De hecho, cada nuevo disco parece revelar un temperamento cada vez más ‘experimental’, que busca expandir las fronteras de los ritmos y los sonidos que solemos asociar con el reggaetón y el género urbano. Los rockeros más dogmáticos seguramente seguirán sufriendo ataques de caspa cada vez que alguien se atreva a mencionarlo, pero tengo la impresión de que Bad Bunny no es un fenómeno circunstancial y que llenará estadios por mucho tiempo más. //
Zoila Antonio (periodista musical)
Bad Bunny llegó en un momento en el que varios factores dentro de la industria músical empezaron a explotar. Primero, él mismo forjó y es uno de los representantes más visibles de lo que es el trap latino. Puede ser polémico, pero es innovador musicalmente. Su primer disco, x100pre, hizo que el género se volviera más popular.
Segundo, Bad Bunny bebe de los logros de la primera y segunda camada del reggaetón. Se puede decir que está recogiendo los ‘frutos’. Pero no se quedó en lo que hicieron sus antecesores: innovó y aprovechó la mezcla del reggaetón con el pop. Ya no era reggaetón de la mata, sino que se volvió un reggaetón pop, donde también está J Balvin, lo que le permite alcanzar más mercados, como el anglo.
Tercero, Bad Bunny derrumba los estereotipos dentro del reggaetón. No optó por encasillarse con la pinta del reggaetonero fanfarrón, que se ufana de tener dinero, mujeres, sexo (que está incluido en sus canciones sí), pero le da un nuevo rostro, un nuevo rol al reggaetonero. Lo vuelve una persona más consciente de su clase, de los problemas que hay en su país y en Latinoamérica. Su historia ha permitido que conecte más con la gente.
Además, recordemos que Bad Bunny participó en las movilizaciones en contra del gobierno de Ricardo Roselló y fue uno de los pocos cantantes de reggaetón (por no decir el único) que sale abiertamente en uno de los programas más vistos de la tv estadounidense a pedir justicia por un transfeminicidio. Los temas ‘Yo perreo sola’ y ‘Sólo de mí’, además, marcan un antes y un después en una escena que les dice a las mujeres que los hombres que están dentro también las apoyan. Su impacto se ve claramente en las cifras de ventas, en su conexión con el público, en los boletos y merchandising que vende, y en los estadios que está llenando. Eso lo convierte en un gran ícono pop. //
Luis Alvarado (director del sello Buh Records)
El género urbano es la banda sonora de esta época. Y Bad Bunny resume en su imagen, en sus videos, en sus letras, en su música, en la forma de producción, de circulación, los nuevos códigos de socialización de esta época y de los jóvenes. Eso es innegable. No sé si su influencia en Perú es tan palpable aún, no veo muchos émulos suyos, pero que se escucha masivamente con disfrute, pues lo es. Como toda música que está en el pico de la industria, obviamente también merece nuestra desconfianza, porque no es un lugar cómodo, y se puede ser perfectamente un juguete de los estudios de mercado. Habrá que ver, si como los que fueron reales íconos, logra ir más allá de las reglas de la industria. //
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