Un grupo de niños acompañados de unas mascotas gigantes (en realidad digimons) cruzan un bosque para enfrentarse a una especie de demonio negro. En sí las imágenes son dispersas, pero es la letra la que engancha: “Si tú lo deseas, puedes volar. Solo tienes que confiar mucho en ti y seguir […] Si tú quieres el cielo alcanzar y las estrellas tocar”. Era mediados del 2000 cuando se emitió por primera vez en señal abierta. Tenía cinco años la primera vez que escuché esas líneas. Aún no había confirmado mi acrofobia, ni mucho menos había visto un cielo lleno de estrellas. Esas estrofas resonaron fuerte y continué mirando. Luego del animoso opening, sin embargo, siguen escenas preocupantes, casi vaticinando las consecuencias del cambio climático: sequías en unas zonas; en otros lados, lluvias que provocaban inundaciones y veranos muy fríos, llegando hasta nevar. Es, precisamente, en este último escenario donde presentan a Taichi Yagami, Sora Takenouchi, Yamato Ishida Koshiro Izumi, Mimi Tachikawa, Jo Kido y Takeru Takaishi, los protagonistas de Digimon Adventure.
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Era el verano del 1 de agosto de 1999, cuando estos siete niños fueron sorprendidos por una tormenta de nieve. Una vez que salen de su refugio, ven una aurora boreal de donde salen siete dispositivos de luz -los digivice- que flotan frente a cada niño y niña: es su pase a un mundo desconocido. Una vez allá, conocen a Agumon, Gabumon, Piyomon, Tentomon, Gomamon, Palmon y Patamon, los digimons que los acompañarán en esta travesía, a lo largo de 54 episodios. Conforme avanza el anime, descubren que son los Niños elegidos (a mitad de la serie se suma un integrante más con su digimon). Los ocho niños y niñas tendrán que luchar contra la oscuridad, que quieren apoderarse del mundo digital (el digimundo) y el mundo real.
La animación, que se emitió en Japón desde el 7 de marzo de 1999, destaca los valores y las cualidades positivas de las personas en sus famosos emblemas: el valor, de Tai; la amistad, de Matt; el amor, de Sora; el conocimiento, de Izzy; la pureza, de Mimi; la sinceridad, de Joe; la esperanza, de T.K. y la luz, de Kari. No sorprende, pues, que Digimon se haya convertido en una fuerte franquicia que cuenta con millones de seguidores en todo el mundo, derivando a diversas secuelas del anime y nuevas series con los niños elegidos originales como protagonistas. Lo mismo con su música, que se ha reversionado hasta en programas de concursos, como pasó este jueves en el programa La Voz Perú.
“El anime siempre va a tener más impacto”, explica Alexander Huerta Mercado, antropólogo de la PUCP. “Desde los 70s, cuando yo era niño, era lo único que llegaba. En el gobierno de Velasco veíamos Astroboy. Se ha consumido Dragon Ball Z y Naruto. Después las películas de monstruos y una gran industria”. Una industria, sobre todo, que se sostiene por la nostalgia. Esa ha sido la principal apuesta, por ejemplo, de Digimon Adventure: Last Evolution Kizuna, la película que conmemora el vigésimo aniversario y que es el final de esa aventura que empezó en 1999. Los protagonistas que han crecido, así como la audiencia que los vio por primera vez.
Digimon está lleno de enseñanzas con un sentimentalismo que cala y fuerte. No faltan las escenas desoladoras que estrujan el corazón. Pero, por sobre todo, un mensaje importante: la vida es una aventura en la que no deben faltar los amigos, la familia y el amor. Con el que, como dice la canción del inicio, “se puede ser una persona mejor”. //