Comprar un piano acústico es una inversión para toda la vida. Piénsese que es un objeto pesado, de hasta 400 kilos, del que no se puede disponer ni desechar así no más. El piano tiene además una función doble. Como instrumento puede regalar horas de entretenimiento. Como mueble de madera de dimensiones, hace sentir su presencia y embellece cualquier lugar donde se coloca. El problema con muchos pianos acústicos es el precio. Pueden ser terriblemente caros.
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Conseguir uno nuevo de tienda es un privilegio de unos pocos, pero es un problema con solución. Es lo que pensaba Chadwick Newell (29), nacido en Seattle (Washington), que hace seis años llegó a Perú a jugar baloncesto profesional por un equipo local y se enamoró tanto del país, de su gente, su comida y su potencial que se quedó a vivir. Acá se casó con una peruana, se nacionalizó e inició un emprendimiento que nunca pensó: la venta de pianos de segunda mano traídos directamente desde Estados Unidos.
Chad no es pianista pero sabía que había un público enorme afuera que podría comprar un instrumento hermoso si no estuviesen en el rango de los 20.000 a 40.000 soles, que es lo que pueden costar aproximadamente cuando están nuevos. Con ayuda de su papá, que vive en los Estados Unidos, comenzó a peinar secundarias e iglesias de Washington y de otras partes de su país, yendo a ventas de garaje, a hacer ofertas y así llegaron a comprar los primeros Washington Pianos, como le puso a su negocio.
Con precios que oscilan entre los 2.000 y 4.000 soles, Chad ha conseguido vender hasta 100 pianos en once meses y en tiempos de pandemia. Es una cifra que no la imaginaba ni en sus sueños más alucinados. “Empecé vendiendo antigüedades en este local. Un día traje un piano de la marca Wurlitzer, que conseguí en una venta de garaje, y a la gente le interesó. Preguntaba mucho por él. Lo vendí tan rápido que pensé que podía ser buena idea cambiar y traer solo pianos”.
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Así nació Washington Pianos. Su local de Av. Canadá 3888 no es muy grande y cuando recibe un nuevo lote importado, que puede ser de hasta cincuenta pianos, apenas queda espacio para caminar. Algunos tienen el look de verdaderas reliquias, que Chad mismo revisa, limpia y, en ocasiones, repara. Lo interesante es la historia que cuenta cada uno de estos artefactos. De qué ciudad vienen, qué trato se le daba. Muchos son del siglo XIX pero están bien conservados y son 100% operativos.
Además de pianos hay verdaderas rarezas como un armonio o reed organ, del fabricante Estey & Co. No es un piano, exactamente, sino un instrumento de viento y teclas que se activa al presionar unos pedales en el suelo. El antepasado de un órgano, que cuenta con varias voces o timbres distintos.
Hacía el fondo de su tienda, otro instrumento de teclas destaca. Es una pianola Aeolian, es decir, uno de esos artefactos a lo salón del viejo oeste que se tocaban “solos”. Basta colocarle uno de los 30 rollos perforados de canciones que vienen incluidos, ajustar con una perilla la velocidad deseada de reproducción y echarlo a andar con los pies. Las teclas se hunden solas como si un pianista fantasma las estuviera operando. El mueble data de 1920 y está en buen estado de conservación.
“Acá viene chicos de San Luis, de San Borja, de Salamanca, que tienen ganas de ver un piano, de tocarlo o practicar. A veces no compran pero mi filosofía es que vengan y que los toquen si quieren. Otros no dejan que nadie ponga las manos si no lo van a comprar pero mi idea es que estamos poniendo semillas, y a futuro quizá puedan regresar a comprar”. Mientras Chad cuenta esto, un vendedor de caramelos entra a la tienda y pregunta si puede tocar un piano. En Venezuela tocaba en conjuntos, le cuenta a Somos. Nos regala una interpretación de Color Esperanza.
Aunque tiene una tienda de exhibición, el 90% de las ventas de Washington Pianos se dan a través de redes sociales, como Instagram, dice el risueño Chad, que tiene una manera muy extranjera de comunicarse, quizá sin esa pesada barrera de desconfianza que muchas veces caracteriza al peruano. Asegura que solo es sociable y que le gusta conversar con cualquiera que entre a su tienda sobre su pasión.
Los pianos son despachados a cualquier lugar del país. Los ha mandado a Huancavelica, Trujillo, Huancayo y al interior de Lima. Muchos de sus compradores son alumnos de Conservatorio que necesitan practicar en un piano acústico y no en uno digital. Aunque son pesados, estos pianos ya le son familiares. El solito puede subirlos a una carretilla para desplazarlos al camión. Y pueden enviarse a todos lados, desde casas de un piso hasta los departamentos más altos. //