A todos nos ha pasado tener algún amigo o familiar que comparte noticias falsas. Lo hace con la satisfacción del detective que cree resolver un misterio sin ningún esfuerzo: la información solo le llegó a su teléfono, como por magia y de fuente anónima. Y cuando es confrontado con evidencia que desmiente el bulo, solo redobla su apuesta con extremismo y más noticias falsas. Lo sucedido recuerda la vieja cita de Mark Twain: “es más fácil engañar a alguien que convencerlo que ha sido engañado”.
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Hace poco una usuaria de Twitter se preguntaba algo que vemos con frecuencia en estos días post electorales: ¿qué hace que gente normalmente inteligente entre de pronto en negación y fanatismo en estas épocas electorales? Lo que hay que entender primero es que la conducta de tu amigo que comparte fake news no es necesariamente atribuible a una mala intención. Podría tener que ver con la forma en que nuestro cerebro está cableado y la dificultad de escapar de los sesgos cognitivos, algo que nos pasa a la mayoría de humanos.
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Los sesgos cognitivos son las formas en las que nuestro cerebro recibe y procesa la información que le llega de afuera, para hacerla más entendible, digerible y en algunos casos para sentirla más “cómoda” y consonante a nuestra creencias preestablecidas. Uno de los principales sesgos es el llamado sesgo de confirmación. En palabras sencillas, es lo que nos hace atender solo los datos que confirman nuestra forma de pensar y rechazar todo lo que no.
Según el diario El País, el sesgo de confirmación explica por qué nos cuesta cambiar de opinión, por qué seguimos teniendo prejuicios y por qué nos creemos muchas noticias falsas. Y señala que es muy difícil escapar de él. “Somos víctimas del sesgo de confirmación, es decir, la tendencia a buscar y encontrar pruebas que apoyan las creencias que ya tenemos e ignorar o reinterpretar las pruebas que no se ajustan a estas creencias”
Cuando se es víctima del sesgo de confirmación, es probable que excusemos actitudes de nuestros candidatos que no se las permitiríamos al rival como, por ejemplo, pasar por agua tibia sus posibles conductas autoritarias o abiertamente anti democráticas o sus acusaciones de corrupción. Sigue siendo más cómodo creer lo que queremos. Lo contrario es un triunfo del pensamiento crítico, una habilidad que se desarrolla con el tiempo, aunque lo cierto es que nadie está completamente a salvo de estos sesgos. La mente tiende a buscar la estabilidad no la disonancia.
Los tiempos de polarización en elecciones tienden a crear militancias falsas y ciegas. De alguna forma somos empujados a escoger opciones con las que no comulgábamos inicialmente, y como si se tratara de procesos identitarios, pasamos a asumirlas como definitorias de nuestra personalidad. Se crea un efecto de “barra brava”, como si de un club de fútbol se tratase, y en esos casos la razón no entra a tallar, solo la emoción. En el artículo Por qué creemos que nuestro partido siempre tiene razón y los demás están equivocados, de El País, se demuestra, vía resonancia magnética, que la parte del cerebro relativa a nuestros juicios políticos esta relacionada a las emociones, no al razonamiento.
De las noticias falsas a las realidades alternativas
El peligro de no reparar en los propios sesgos es el fanatismo ciego, que es aprovechado por líderes para la fabricación de realidades alternativas y alentar el extremismo. Lo vimos en Estados Unidos, en la última elección, en la que millones de seguidores compraron la teoría de la conspiración que el presidente Donald Trump había ganado las elecciones aunque no pudo convencer a ningún jurado de sus delirios reeleccionistas. Aún así, como señala esta nota de AP, miles en EEUU viven en una realidad alternativa en la que Trump ha ganado y que podría asumir en cualquier momento.
“En verdad las noticias falsas siempre han existido. En una época no tan lejana, como la Segunda Guerra Mundial, el nazi Joseph Goebbels era maestro de la propaganda y en simplificar los males en una sociedad en una sola categoría: el enemigo del pueblo”, recuerda el analista Ramiro Escobar, quien también precisa que en Perú había noticias falsas hasta en el virreinato. “El virrey Abascal en 1810, cuando empiezan a aparecer los primeros periódicos de oposición, sacó su propio periódico para poder desmentir lo que decían y en opiniones de la parte opuesta lo hacía con mentiras y datos falsos”.
Lo nuevo en estos tiempos de extremismos es que las redes sociales convierten las noticias falsas en virales a gran velocidad. Esto es usado por candidatos que saben manejar medios o contratan firmas como Cambridge Analytica para llegar a los perfiles que desea con la desinformación precisa. “Nos encontramos con un territorio escandalosamente fértil para difundir cosas que no son ciertas y llegar al momento de posverdad. La posverdad es el momento en que ya no importan los hechos reales sino lo que lo que las personas quieren creer”; explica Escobar.
Campañas como las de Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil han sido pródigas en momentos de posverdad, como lo que vimos hace solo unos meses, con el asalto de una turba al Capitolio, instigada por el ex presidente. Muchos de los asaltantes detenidos, como Jacob Chansley, aquel de los cuernos y la cara pintada, ya se ha mostrado arrepentido de haber caído en ese tipo de extremismo fruto de lo que él mismo ha llamado un engaño. Su abogado cita que su arrepentimiento es real y no fruto de un cálculo judicial.
No es sencillo escapar a las noticias falsas y el pensamiento extremista, más si se es bombardeado de miedo a través de las noticias. Como dice Escobar, “uno tiene que poner en juego su entendimiento, sus neuronas y su capacidad de discernimiento para que lo que es cierto de lo que es falso. Si no lo pone, entonces quiere lo quiere creer”. //