¿Por qué los peruanos no sabemos votar? ¿Por qué esta generación de jóvenes ha dado una clara señal de que mejor informados podremos ser ciudadanos mucho más responsables frente a las urnas, el próximo 11 de abril? El escritor, columnista y docente Pierre Castro Sandoval (Lima, 1979) comparte las experiencias que ha atestiguado como profesor atento al despertar cívico de sus alumnos.
MIRA: Generación B: ¿cuál es el perfil de los jóvenes que serán los protagonistas del bicentenario?
SOMOS: Hemos visto que estas movilizaciones masivas contra la vacancia han estado protagonizadas por chicos y chicas muy jóvenes, con carteles de protesta que apelan al humor, a frases de internet, videojuegos, bandas de k-pop, animes, un código distinto al que maneja la CGTP o el SUTEP, digamos. ¿Qué opinión te merece estos mensajes y nuevos códigos juveniles en la protesta?
Pierre Castro: la indignación puede manifestarse de muchas formas. El humor es una de ellas. Charles Chaplin, Cantinflas -reconocidos por hacer comedia- tienen películas como El gran dictador o El profe con mensajes sociales conmovedores. Lo que un analista intenta con un artículo periodístico, Chico Buarque o Violeta Parra lo hacen con una canción de protesta que cantamos durante décadas. Dejemos que las nuevas generaciones usen sus propios códigos. Han probado que funcionan. Lo importante es que estén participando y que estén indignados y atentos.
S: Durante las protestas, un sector maduro de la política desmereció que la llamada “generación Tik Tok” tuviera reales intenciones de protestar. Antero Florez Araoz llegó a decir que no sabía por qué marchaban y lo relacionó al aburrimiento y el encierro por la pandemia.
PC: Precisamente gracias a que ellos usan redes como Tik Tok o Instagram es que hemos podido enterarnos al instante de los abusos policiales que los medios tradicionales no se atrevieron a mostrar hasta que fueron innegables. Mis alumnos de Comunicaciones estaban ahí registrando todo. Su indignación era auténtica. Tik Tok y las otras redes son solo plataformas y la Generación del Bicentenario acaba de probar que también sabe utilizarlas para reclamar sus derechos.
S: Se repite mucho en estos días que uno de los grandes problemas de esta crisis política es que los peruanos no sabemos votar bien. ¿Te parece una frase apropiada que describiría lo que nos está pasando? ¿Ensayarías otra explicación?
PC: No conocemos a los políticos por la que votamos porque la gran mayoría de peruanos no lee. Votamos por simpatía. Sin embargo, hoy cuando se estaban proponiendo nombres para la Mesa Directiva del Congreso se empezó a compartir en redes sociales información sobre Francisco Sagasti, Rocío Silva Santisteban, Mirtha Vásquez, etc. La gente estaba muy atenta. Querían saber quién iba a gobernarnos. Cuál era su trayectoria, sus proyectos de ley, su pasado político y legal. Esa actitud es la que deberíamos tener siempre antes de cada elección. Si nos tomáramos algunos minutos para revisar la información, esos 60 y tantos congresistas con denuncias en su contra no tendrían posibilidades de ejercer cargos públicos.
S: ¿Qué tanto de ese “no saber votar” se debe a la educación que recibimos en el colegio o en la universidad? ¿Te parece que en esos espacios se enseña/aprende cultura política?
PC: Por desgracia, esta semana hemos visto que a algunos profesores e instituciones educativas les parece que hablar de política es “un tema delicado” que no debe tocarse con los alumnos. ¿Por qué no? Si yo educo a un futuro periodista y no debato con él sobre la relevancia política de la información que produce, estoy programando a una máquina. Yo creo que nuestro deber ético como educadores es preparar a un alumno que podrá decidir hacia dónde apuntar la cámara cuando la injusticia o la corrupción aparezcan.
S: Cuando estabas en el colegio o en la universidad, ¿Cómo se enseñaba política en el colegio?
PC: Cuando yo iba al colegio en los 90′s, en clase de Educación Cívica nos enseñaban a marchar bajo el sol como cojudos, es decir, a obedecer, a pensar en bloque. Tal vez, en lugar de salir a marchar en Fiestas Patrias y pasarnos las semanas ensayando un desfile que jamás repetiríamos en la vida, los colegiales deberían participar de actividades políticas reales: charlas, debates, concursos de ensayos sobre la historia política del país. Pensar es un hábito que puede inculcarse.
En la universidad sí tuve profesores que nos hicieron cuestionar. Recuerdo estar en clase de Periodismo revisando las portadas de los diarios tras el golpe de Fujimori. Pero también escuché a otros profesores que nos dijeron que solos los “terrucos” iban a las marchas. Hoy en un chat un profesor comentaba que había que aconsejar a nuestros alumnos que si iban a las marchas llevaran pañuelos y vinagre para protegerse de los gases lacrimógenos. Otro profesor le dijo: “Ya mejor enseñémosles también a armar bombas molotov”. ¿QUÉ? Todavía hay educadores que piensan que enseñar es enseñar a obedecer. El país necesita cambiar. Debemos preparar gente que CUESTIONE las cosas como están.
S: Cuando era niño me acuerdo que el día de elecciones los pequeños nos quedábamos en casa y jugábamos a votar, o sea, jugábamos a ser grandes. Hacíamos nuestras cédulas y todo. La democracia no es un juego pero ¿crees que los valores democráticos de repente se pueden aprender jugando a temprana edad?
PC: Claro, puede enseñarse a los niños porque la política está incluso en los pequeños actos. Cuando le enseñas a tu hijo que él y su hermana deben participar de las tareas en casa por igual, cuando le enseñas a compartir sus juguetes, a respetar a otros niños, a que argumente sus exigencias, le enseñas a comportarse democráticamente. Como padres o profesores, debemos dejar de comportarnos como dictadores que imponen el “PORQUE YO LO DIGO”. Si razonas con un niño, con un alumno, lo acostumbras a que piense, a que argumente y a que confíe en su criterio y su opinión.
S: De nuestra generación se decía en los noventas que era individualista y apolítica, un discurso que le gustaba mucho al régimen, pero hacia la segunda mitad de los noventas realizó marchas masivas contra Fujimori (1997, 1998, 2000). ¿Qué crees que pasó allí para que la conciencia política “despertara”?
PC: Es verdad, hubo un cambio. Mi primera marcha fue la del 97, tenía 18 años. Antes de eso no recuerdo haber participado mucho de la política, me aburría o pensaba que la suerte estaba echada. Pero de pronto me vi parado frente a Palacio de Gobierno con las manos pintadas de blanco y gritando junto a mis amigos: “Kenji, escucha, tu viejo es un rechucha”. Tal vez fue que la evidencia de la corrupción entonces ya era innegable y los amigos que se comprometían cada vez fueron más y fuimos juntos. Pero demoró. Eso mismo se ha logrado ahora en cuestión de días. Hay millones de ojos que ya no se quieren cerrar y esa actitud es contagiosa. Alguien levanta la voz y genera una reacción en cadena inmediata. Yo creo que esta generación no se va a volver a adormecer fácilmente.
S: Ahora, la idea de que “no sabemos votar” la entiendo, pero me da reparos también porque siento que traslada el 100% de la culpa de la inconducta de los gobernantes a los electores. Como si no se les pudiese juzgar en absoluto, una especie de “Si ya saben cómo soy, para que votan por mí”. ¿Qué opinas de esto? ¿Es nuestra culpa que haya gente que robe, coimee, mate? ¿Es una justificación fácil?
PC: No tenemos toda la culpa. Pero parece que en el Perú no nos queda otra que pensar mal o al menos estar atentos hasta que demuestren lo contrario. Tal vez, como leí hoy en Facebook, no deberíamos vacar a los congresistas, bastaría con ponerles el sueldo mínimo y ellos se irían solos. Si levantamos la inmunidad e impunidad, los ladrones no tendrían razón para buscar una madriguera segura en la política.
S: En tu experiencia como profesor, ¿dirías que esta generación está más comprometida con la política que quizá la nuestra?
PC: Tuve la alegría de toparme en las marchas de este fin de semana con decenas de mis alumnos. A veces ellos no me descubrían pero yo los veía pasar y me latía el pecho de emoción. Ha sido gracias a ellos que estos días estuve al día en la información sobre la coordinación de las marchas, los reportes de los desaparecidos, la denuncia de los abusos de poder. Esta vez los alumnos han sido los que nos han dado la lección.
S: La pregunta del millón: Se puede enseñar a votar bien. ¿Cuáles serían las pautas o la ruta que emprenderías con tus alumnos si tuvieses que enseñarles tal función? ¿Cómo lo abordarías?
PC: Creo que ya se dieron cuenta que, así como su voz importa, su voto importa. Solo hay que recordárselo. Presiento que en las próximas elecciones habrá menos votos desinformados, nulos o viciados. Es como cuando sales tan adolorido del dentista que prometes lavarte los dientes tres veces al día. Creo que están descubriendo el costo de votar sin pensar. Pronto habrá más gente que visite la web de Voto Informado y tal vez se puedan crear nuevas plataformas para acceder a esta información de forma rápida y transparente.
Claro que esto es un aprendizaje constante. Tenemos muy mala memoria. Como decía Aldous Huxley, el infinito apetito de distracción del hombre a veces le gana a la búsqueda de la verdad. Pero incluso en la literatura podemos encontrar historias que nos recuerdan la importancia de la voz colectiva de una sociedad. Este año se cumplen 50 años de la publicación de Redoble por Rancas, la hermosa y dolorosa novela de Manuel Scorza. Un libro que cuenta la historia de una comunidad de la sierra peruana oprimida por el poder económico y la corrupción política. Es hora de releer El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría, Conversación en La Catedral, de Vargas Llosa, En octubre no hay milagros, de Oswaldo Reynoso, Los ríos profundos, de José María Arguedas. Así como hemos encontrado inspiración en tantos jóvenes que han salido a las calles, los libros también nos recuerdan que la historia de la corrupción y el abuso es una historia que siempre se repite cuando bajamos la guardia, //