Si las primeras frases de este artículo tuvieran música, ellos podrían bailarla. Si fuera marinera, demostrarían en cada paso que la voluntad no tiene límites. María José Desiré Alfaro Arango (19) y Renzo Contreras Guardia (28) han convertido esta danza norteña en sueño y desafío para confirmar que tener habilidades diferentes no es obstáculo para celebrar logros.
“Estas historias casi no se conocen, y hay muchas personas que desconocen que otras tienen una condición parecida y que pueden lograr muchas cosas”, nos dice Gisella Vivar, fotógrafa que desarrolla el Proyecto Igualarte, que tiene como objetivos la empatía y la unión. En este caso, ha trabajado en la danza como instrumento de integración para chicos con habilidades especiales. “Es importante educar a las personas para que los sientan como compañeros, para que sean incluidos, valorados”.
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Renzo Contreras ha sido un luchador desde que estaba en la barriga de su madre, Roxana. Un complicado embarazo de gemelos puso en riesgo la vida de los tres. Aunque uno de los niños no lo logró, Roxana salió adelante y, contra todo pronóstico, Renzo también. Nació cuando apenas tenía 5 meses, pesando solo 750 gramos. En sus primeros días tuvo tres paros cardiorrespiratorios que también superó. Tiene diagnóstico de hipoacusia bilateral profunda –solo escucha el 20%, con un audífono– y retardo mental. Roxana y su esposo Mario decidieron que ese sobreviviente viviera para ser feliz. De niño empezó a nadar y consiguió muchas medallas compitiendo en esa disciplina, aquí y en Estados Unidos, donde participó en Olimpiadas especiales.
Proyecto Igualarte
Un día, viendo a Roxana bailar marinera en un perol, la tradicional fiesta trujillana, él sacó a bailar a una chica, lleno de carisma y personalidad, pues no había llevado clases nunca. Cuatro años después, venciendo cualquier límite, aprendió también a bailar marinera a caballo. Lo que oye con el audífono, las vibraciones y su pareja, lo ayudaron siempre. Hoy, ha desarrollado un vínculo sensorial con el caballo. “Su personalidad, su carisma, su entrega, sus ganas de hacer las cosas bien, sus ojos limpios, me llenan de orgullo”, dice Roxana.
Si uno ve bailar a María José, absolutamente concentrada, segura y grácil, es imposible imaginar que sigue el ritmo de la música solo a través de las vibraciones del suelo y de un audífono que le permite solo un 20% de audición en uno de sus oídos. A los tres años, un mal tratamiento para sus amígdalas le causó hipoacusia severa. “Fue muy difícil enterarme del problema de mi niña. Dejé el trabajo y la llevé a sus terapias. La he puesto en varios cursos para que haga actividades, porque en el colegio a veces los niños son muy crueles y le hicieron mucho bullying. Ella ya no quiso volver”, nos cuenta su madre, Maribel.
Su abuelo le inculcó su amor por la marinera y la animó a practicarla. Superando sus propios miedos, empezó con las clases y a involucrarse con todo lo que significaba ese baile. Gisela Gonzáles, ex campeona de marinera, y Martín Orihuela, sus profesores, fueron sus principales apoyos. No solo consiguió aprender, sino participar en concursos y, gracias al esfuerzo de su madre, pudo también hablar. Aunque el ruido de los coliseos se le hace doloroso por el uso del audífono, el hallazgo de la pareja de baile adecuada evita que lo tenga que usar cuando compite. A ella nada la detiene. //
Danza por la inclusión
Renzo es campeón de marinera norteña en la categoría “De la Unidad”, que fomenta la inclusión de personas con habilidades especiales en el Concurso Nacional de Marinera. La primera semana de marzo, durante el 62 concurso, obtuvieron el primer lugar de esta categoría Moisés García (25) y angelyn calle (19).
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