El único lugar donde se vuelve a ser un niño es un estadio de fútbol. Seas un ilustre desconocido o un auténtico Nobel caminando por la FIL de Lima, cuando todavía se podía caminar por allí con libertad. En el verano del 2011, Mario Vargas Llosa pisó el estadio Monumental de la ‘U’ para cumplir un viejo sueño de sus hinchas: ser reconocido por el esperado Premio Nobel de Literatura, sí, pero algo mayor, más inolvidable: aplaudirlo porque está ahí y es uno de ellos. Él se sabe bueno pero no siempre es posible que 50 mil personas griten al mismo tiempo que uno lo es. Esa noche el escritor peruano recibió ese inesperado diploma: todos los que fuimos testigos conservamos ese espectáculo intacto en la memoria. Aquí, todos los vínculos que atan a Mario Vargas Llosa con el fútbol, Universitario de Deportes y el deporte.
Era la final 2009. Todo era fiesta, todo era lindo y conmovedor. La ‘U’ derrotaba 1-0 a Alianza dos veces en menos de una semana y era campeón, por fin, otra vez. Cuando el locutor pidió un aplauso para el mejor de la cancha, los hinchas pensaron en Ñol Solano, en Piero Alva, en el Negro Galván. Nadie imaginó que el mayor novelista peruano estaba ahí, viviendo su propia historia: una bandera con una ‘U’ estampada, moviéndose en lo alto de la cancha. En el palco presidencial, y después en el de su primo Luis Llosa, Mario Vargas Llosa ‘Varguitas’ se asomó por el balcón y saludó a la gente de occidente, a la tribuna popular, a la histórica Barra Oriente. El doctor Jorge Alva le regaló una camiseta que, según le dijo después, iría al clóset de su casa de Barranco. Las fotos las tiene enmarcadas en pan de oro en su casa.
Ya antes MVLL había ido a un clásico en el Nacional con su amigo el escritor Alonso Cueto. Mucho antes había escrito que extraña tanto “la garúa de Lima como los viejos partidos de la ‘U'”. Afuera era el 2009, pero para el Nobel de Literatura corrían los años 50, cuando se hizo hincha de Universitario de niño. “Me siento muy feliz por haber estado justamente en esta conquista brillante de mi equipo”, le dijo esa tarde, 13 de diciembre, a unos periodistas que, la verdad, no querían entrevistarlo sino abrazarlo. La crema y nata del país estuvo esa tarde en el Monumental.
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2007. Cuando Jorge Valdano lo llamó, Vargas Llosa también era un ‘Galáctico’: todavía no era el Nobel de Literatura, pero el novelista peruano ya había ganado el Rómulo Gallegos (1967), el Cervantes (1994), el Príncipe de Asturias de las Letras (1986), el Planeta (1993). Valdano era el director general de la Escuela de Estudios Universitarios Real Madrid de la Universidad Europea de Madrid y pensó en él para dictar la cátedra “Real Madrid”. Si llevó al genio Zidane para jugar al fútbol, para explicarlo tenía que citar a un genio de ese mismo tamaño. MVLL siempre había dicho que su equipo en España era el Madrid: “Es un ícono”. La cátedra incluía -según su sitio web- todos aquellos proyectos formativos y de investigación que permitían tener una visión global y completa del deporte. Florentino Pérez, presidente del club más famoso del siglo XX, publicó una felicitación hace unos años, en la página web oficial merengue. La felicitación tiene el tono cálido, emotivo, del que festeja un gol en la final de la Champions League.
La intención no era nueva. Alguna vez lo propuso Jorge Nicolini, el 2008 Jaime León Pallete recuperó la idea e incluso se lo contó a El Comercio y en 2011, la polémica directiva que encabezó Julio Pacheco consiguió lo que parecía imposible: convencer al Nobel de aceptar un viaje rápido, fuera de agenda, a Lima y recibir un homenaje y el simbólico carnet de socio Honoris Causa de la ‘U'. El traslado de Vargas Llosa desde su casa en Barranco ha sido grabado en un video casero que muestra al escritor en una faceta inédita: un adolescente emocionado que va al estadio por primera vez. La Noche Crema del 2011, un paréntesis a la grosera crisis que vive el club y de la que parece no salir más, mostró a un conmovido Vargas Llosa al centro del campo del Monumental, con una bandera de la ‘U’ al viento, recordándonos que siempre pueden llegar tiempos mejores.
Meses después, el periodista Juan Cruz de El País de España le hizo una nota y habló de la que, para él, es la gran gesta deportiva peruana: “No la viví, pero el gran gol de Lolo Fernández al frente del equipo de Perú en los Juegos Olímpicos de Berlín resulta algo inolvidable para cualquier peruano”.
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Hoy sale a caminar, una hora, antes de volver a trabajar. “Es algo que necesito. Yo he sido muy deportista y aunque ya no puedo exigirme tanto para correr, camino”, le dijo en 2011 al noticiero “Primera edición” de América TV, en una comunicación exclusiva. En las elecciones del 90, cuando él fue el candidato por el Fredemo, se pasaba mucho tiempo en la piscina practicando otro de sus deportes favoritos: natación. Pero siempre le dio a la pelota. De hecho, en los días de su luna de miel aprovechó para ver un partido de Brasil y Alemania en Río de Janeiro en 1965. “Pelé es el más extraordinario jugador que he visto”, le dijo a ABC de España en el 2008, confirmando la travesura. En su libro autobiográfico “El pez en el agua”, MVLL recuerda que desde muy niño sintió algo especial por la camiseta de la ‘U', cuadro al que vio desde la cancha por primera vez en 1946, cuando tenía diez años y leía a Julio Verne. ¿Cómo habría sido el Vargas Llosa futbolista?
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El discurso reflexivo del hincha más ilustre de la ‘U’ también ha tenido que ver con el fútbol. Fue comentarista de El Comercio para el Mundial de España 82, por ejemplo. Acaso los dos ensayos sobre fútbol más celebrados del escritor sean “El corazón goleador” y “Los once titulares”. En el primero, Vargas Llosa explica lo que significa la garra para el fútbol peruano, a propósito del título en la Copa Sudamericana 2003 de Cienciano del Cusco. Recordaba esa jornada de diciembre así: “Esas tardes en que no los pies sino el corazón mete los goles y que se recuerdan después como una de esas experiencias que nos reconcilian a nosotros, los hinchas pobres diablos, con la vida”. El ensayo fue publicado en la revista peruana “Etiqueta Negra”. En “Los once titulares” hace foco en el futbolista: “Pues bien, los futbolistas son las personas más inofensivas a quienes se puede conferir esta función idolátrica. Ellos son, claro está, infinitamente más inocuos que los políticos o los guerreros, en cuyas manos la idolatría de las masas se puede convertir en un instrumento terrible”.
Mil veces mejor ir al estadio que al Congreso.
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