Esta es una tradición es súper ‘gringa’. Hay que empezar estableciendo esa premisa. Y reciente. Aquí en el Perú, al menos, no era frecuente escuchar sobre ella hasta hace poco. Y si bien su práctica todavía no se da de forma masiva, cada vez va reclutando más madres y padres que desean generar en sus hijos nuevos recuerdos y momentos de alegría durante las fiestas decembrinas, más aún en tiempos como estos en los que la incertidumbre no termina de irse. El elfo del estante o de la Navidad es, pues, un personaje con el que los niños y las niñas de entre 3 y 9 años pueden jugar los días previos a la Nochebuena.
El principio es el siguiente: un elfo, como se sabe, fiel ayudante de Papá Noel en la preparación de los regalos a repartirse por el mundo, arriba a la casa donde habitan uno o más pequeños. Es una suerte de ‘espía’ que, desde el 1 al 24 de diciembre, observa cuidadosamente si estos se portan bien o no. Ya saben, con esa información San Nicolás elabora su conocida lista. Durante ese periodo, el elfo regresa cada noche al Polo Norte a dar el informe de rigor, pero nuevamente está en la vivienda de los chicos por la mañana. Nunca en el sitio donde estuvo la jornada anterior. Es más, usualmente es hallado haciendo alguna travesura.
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La dinámica real, en tanto, es esta: la madre –sí, usualmente lo es- esconde un muñeco que representa al elfo cada noche en un lugar diferente: dentro de la lavadora, dentro de un zapato, colgado de la cortina, etc. Y son los hijos quienes cada mañana se levantan corriendo a buscarlo. Si una es suficientemente creativa – y sino siempre está Pinterest y Youtube para ideas- la búsqueda se puede volver muy entretenida. Tres elementos son necesarios, eso sí: tiempo, voluntad y perseverancia. Y ya está. Una alternativa diferente a jugar el tradicional calendario de adviento o dejarle galletas a Papá Noel en un plato junto a la ventana.
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Origen y detractores
Como muchas cuestiones navideñas, la idea de buscar al elfo llega cortesía de un gran fin comercial. En el año 2005, las autoras Carol Aebersold y su hija Chandra Bell publicaron el libro The elf on the shelf: a christmas tradition, el cual da cuenta de la historia relatada líneas arriba. La publicación viene hoy con un muñeco (ambos elementos cuestan cerca de 30 dólares), aunque el último también se puede comprar por separado. Evidentemente el elfo –que, en verdad, puede ser “bautizado” como la familia prefiera- tiene cuentas oficiales en Facebook, Instagram y Youtube. Y han sido las redes sociales las encargadas de que la dinámicas se haga más famosa al ser compartida por personas e incluso influencers de todo el mundo.
Ahora bien. Esta recientemente instaurada costumbre tiene sus detractores. Algunos psicólogos piensan que puede resultar contraproducente que se condicione a los niños a portarse mejor solo porque quieren recibir un buen regalo el 25 de diciembre. La figura de la autoridad, dicen, no debería recaer en un objeto, sino siempre en los padres mismos. Otros creen que se envía un mensaje contradictorio: ¿los elfos “espían” que los niños no hagan travesuras, pero ellos sí pueden hacerlo en la noche?
Finalmente está en la libertad de cada familia ver si lo suma a sus dinámicas de fin de año. Se vale seguir todo al pie de la letra, modificarlo e incluso ‘pasar de largo’. Lo importante siempre será pasar un buen rato en la mejor de las épocas. //
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