Casi dos meses después de estar en UCI, con tres operaciones a corazón abierto y dos al cerebro, sin poder hablar ni caminar ni respirar y con el 1% de posibilidades de vivir, según un doctor cuyo apellido la familia ha olvidado, Percy Rojas (Lima, 1949) abrió los ojos, pidió su raqueta de tenis y le dio unos toques a la pequeña pelota sentado en su silla. “Percy estaba amagando, como siempre”, dice María Belén, una de sus hijas, que ahora mismo, esta tarde de agosto con sol de invierno en La Molina, lo abraza, como si fuera —todavía— su niña chiquita. “Nosotros somos deportistas, y los deportistas nunca pierden la fe ni dejan de luchar”, dice Ketty Rojas, su esposa, intacto el espíritu de su época como basquetbolista, delante de unos niños que la miran y que en realidad son los papás de sus nuevos alumnos en la academia de fútbol que acaba de reabrir.
Era el 10 de marzo del 2020, los días iniciales de la pandemia pero ya la familia de Percy Rojas, el Trucha, vivía su propio encierro: dormían —cuando dormían—, almorzaban —si almorzaban— y rezaban —cada minuto— en la habitación en el Hospital Rebagliati del inolvidable campeón de América con Perú, en 1975. El Trucha descansaba allí, en coma, como en una de esas escenas de desastres nucleares de los documentales: médicos que hablan bajito en los ascensores, miradas piadosas sobre documentos clasificados y él, Percy, inmóvil, de cuyos brazos, pecho y cabeza salían cánulas, tubos y otros aparatos ruidosos más propios de un robot.
Así pasaron esos 58 días, hasta el 10 de marzo en que Percy, el Chino para sus amigos, se sentó en la silla de ruedas y pidió su raqueta para hacer jueguito. Eso era lo último que había hecho en lo que se llama la vida normal. Antes del ACV, accidente cerebrovascular: ir al club Rinconada y jugar al tenis. Como la memoria es sabia —o el corazón—, puso entre paréntesis estos dos meses y volvió al instante en el que nada pasó.
—Creo... que he sido... una bue...na persona. Y así me recuerdan... Eso me hace... feliz— dice muy despacio Percy, esa nueva voz con eco, esta tarde en que lo único que se me ocurre es pensar en Dios.
En los diccionarios todo esto debería ir donde dice la palabra milagro.
ASÍ ESTÁ HOY EL VALIENTE PERCY ROJAS:
MIRA: Retrato de Percy Rojas, el futbolista peruano que se dio el lujo de ganar la Copa América y la Copa Libertadores el mismo año, aquel increíble 1975
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Nació 40 años antes. Futbolista, velocista y estudioso administrador de empresas, Percy Rojas (Lima, 1949) apareció en el fútbol del Perú cuando este era una tierra fértil, que un día producía un Cubillas y al otro día un Chale. En ese tiempo, los setenta, la diferencia no se marcaba por el talento —que sobraba— ni la picardía —que abundaba—: un jugador era de jerarquía si se entrenaba mejor que los demás. Si dormía todas sus horas. “¿Quieres ganar 80 mil soles, y tiras esos centros, Trucha?, le gritó una vez Marcos Calderón, su entrenador, el técnico más campeón de la historia del fútbol peruano. Lo estaba retando. Se molestó con la arenga pero le sirvió para entrenarse hasta que le salieron perfectos. La consecuencia de esa disciplina fue natural: unos se quedaron para siempre en Perú y otros, los más preparados, llevaron su apellido a todo el continente. A jugar un Mundial o ganar la Copa Libertadores. Como Percy.
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Hace unos meses lo llamó Ricardo Bochini, el Bocha, acaso el ídolo más grande que tiene Independiente de Argentina. Quería saber cómo estaba. El unánime cariño despertado hacia El Trucha pasó fronteras. Interdiario lo llaman sus doctores, Fernando Urcia (clave para su rehabilitación física), y Fabio Jaramillo (experto en regeneración celular). De hecho, mientras usted lee esta nota, el ex delantero de la U, termina el viaje a Bucaramanga para el segundo implante de células madres. “Entramos juntos a la cancha —dice María Belén, hace unas horas, por el WhatsApp. ¡Todo salió bien, gracias a Dios! Ese plural tiene un secreto: desde el día uno la familia Rojas Rojas ha encarado este partido como si fuera una final. Ketty es la misma preciosa chica de la que se enamoró, allá en los 70, mientras le cantaba en el mar, la vida es más sabrosa... Los nietos se encargan de treparse en él como en un infinito trekking. De hacerlo jugarlo Monopolio. De tirarle una pelota. Belén es la misma niña sensible de aquellas fotos del Archivo Histórico de El Comercio que iba a despedirlo al aeropuerto. Belissa, hoy fuera del país, es la más solemne, discreta, dura. Ariana es la hija a quien, una tarde de verano del año pasado, le dijo Hola, por primera vez.
Ellos, junto al ejército de entrenadores que tiene —Debi, Vanessa, Nico, Diego, Julio y Karina—, han permitido que el Trucha Rojas se siente esta tarde, un año y medio después de las cinco operaciones, a conversar con un periodista. Ha estudiado sus respuestas casi una semana. Se ha entrenado porque sabe que lo vamos a grabar. Se ha puesto el nuevo uniforme de su academia. Y hasta se ha recortado el pelo. Aunque eso es nada: en estos 18 meses, Percy volvió a respirar por la nariz, come solo, mueve los brazos y las piernas, responde consultas. Se acuerda de la Libertadores del 72, de sus discos de la Sonora Matancera, se ríe y nunca, nunca se molesta.
—Gracias... por venir —dice, con esa cortesía de otro tiempo, debajo de ese sonido hueco que ya pronto dejará salir a su voz.
—¿A quiénes le gustaría agradecer en estos momentos?
—A Dios... A los doctores... que me han ayudado. A mi familia, a mis hijas, unas guerreras... y a todos los que me han dado muestras de afecto.
—¿Qué le han dicho en la calle, ahora que volvió a Lima?
—La gente me aprecia mucha y me saluda. Y mis hijas se sorprenden... ¿Oye, mira quién te está saludando?
—¿Se ponen celosas?
—Algunas veces, sí (sonríe). Los carros paran para saludarme.
—¿Y qué le dicen?
—Dios... te bendiga. Me hablan con mucho cariño.
—¿Es verdad que pronto piensa volver a trabajar?
—Pronto... Pronto. Yo quiero ir pero ellas... no me dejan. Ya quiero ir ya. (risas). Recuerdo a toda la hinchada crema en el clásico que me vio por GolPerú (setiembre del 2019). Yo trabajaba ahí. Fue en setiembre del 2019.
—Usted fue campeón de todo con Independiente y la selección peruana. ¿Le dolían mucho las patadas?
—Había que recibir... pero yo también daba. A nadie le gusta que lo golpeen, pero yo también pegaba. Yo devolvía el doble (risas).
—Gracias por recibirme en su casa, Percy. Es usted un valiente, como dice mi padre.
—Gracias... El reconocimiento de la gente... es muy importante y es lo que cuenta para mí. A mis profesores quiero decirles algo: yo... no formo solo futbolistas, formo personas, que es más importante. Si uno de los niños es buen jugador... mejor.
Pensando en el futuro, siempre, Percy Rojas. El Trucha. En ir. En todos los niños que le tocará dirigir cuando, pronto, se levante de esa silla, se persigne con ellos y los pueda abrazar.
PD. Hace unas horas, Percy Rojas tuvo la segunda intervención de trasplante de células madre en Colombia. Viajó con toda su familia. Fue un éxito. Por el WhatsApp, un breve video con su sonrisa es la prueba de la misión cumplida. Falta mucho, pero va 2-0 y peleando, elegante, guapo; y por guapo y elegante difícil de igualar.