EL QUEDADO ESPECIAL. Los que no vamos a la Copa.
Lástima: como de Claudio Lostanau, Guillermo Delgado o Jorge Koochoi, columnas del primer fútbol peruano, de Walter Ormeño (1926-2010) no existen videos. Nacieron antes de tiempo. Ni siquiera unos segundos que confirmen su status de padres fundadores de la patria. No hay un compacto de sus mejores atajadas con la ‘U’ en el bicampeonato 46-47, ni de los minutos en que defendió a Perú en la Copa América dos años después o de las razones por las que Emilio Azcárraga Milmo, el poderoso dueño de Televisa, lo contrató para el América de México. Lo único que hay son recuerdos.
Nació en Lima, creció en Barranco y se hizo estatua en México. Allá fue, más que Walter Ormeño, el Gigante de Ébano, su bautizo futbolero. Inspiró de todo: en los taxistas mexicanos que no le cobraban la carrera al míster, una vieja acta de fundación de un grupo de hinchas cañetanos que lo vieron atajar por Alianza y regresaron a su tierra solo para bautizar a su equipo con su nombre, y su propia memoria de hombre gigante, que en 2009 recordó en un diario deportivo peruano que la altura no se mide solo en centímetros, también en competencia:
—Colorado —le decía a Alfredo Di Stéfano, el hombre que inventó al Real Madrid—; apostamos a que no me haces un gol”. Jugaban Huracán, el equipo del peruano Ormeño y Millonarios de Colombia, donde revolucionaba la Saeta.
Y Di Stéfano le aceptaba la apuesta.
MIRA: Selección peruana: cómo se ven las figuritas de Lapadula, Paolo y Jefferson en el álbum Panini
***
Murió el 4 de enero del 2020, semanas antes de la declaratoria mundial de la pandemia. Pero su apellido se ha hecho noticia recién, un poco por lo que él mismo recordaba: “En México me han hecho varios homenajes, en Perú ninguno”. Su nieto Santiago, hijo de Walter, uno de los tres hijos de la familia, fue convocado a la selección peruana por Ricardo Gareca luego de una maratón hindú que casi nos polariza, como si a la selección le sobraran futbolistas de élite y como si el país ya no tuviera suficiente con la pus que salta desde sus magnos partidos políticos. La noticia era por Santiago, sin duda, nuevo delantero del León de México por sus estadísticas (17 goles en 36 partidos de la última temporada), pero también por Walter, el abuelo, el Gigante de Ébano, y una biografía que no se comentaría de no ser porque existen las hemerotecas de los diarios.
MIRA: Juan Reynoso: la historia no contada detrás del fichaje bomba de Alianza a la ‘U’ en 1993
Como portero, sin guantes y con elegantes camisas a cuadros de dos bolsillos, atajó en Perú, Colombia y Argentina, donde llegó a compartir vestuario de Boca Juniors nada menos que con Natalio Pescia, el símbolo xeneize que le da nombre a la tribuna donde va la barra brava. Con la selección disputó 13 partidos, de 1949 a 1957, y recibió 26 goles. Ya de entrenador, imponente desde su 1.93 cm y sus estudios en DF y Buenos Aires, se dio el lujo de entrenar a los cuatro grandes de la Primera División de México: América, Cruz Azul, Pumas y Chivas.
En el álbum Panini oficial por los 100 años del América —me escribe Jack Hurtado, coleccionista y cerebro detrás del Museo Coleccionables de Fútbol del país— aparece don Walter Ormeño. “Una leyenda”, dice. Sin duda.
Allá, por eso, lo tratan de usted.
COMPARTE: Amor a la Camiseta: el libro que rinde homenaje a los uniformes más queridos y extravagantes del fútbol peruano
***
Dice Jorge Arriola, Chupo, cuando todavía podía reunir a la Peña de los Jueves, que Francisco Walter Ormeño Arango volaba de palo a palo, con plasticidad de goma, reflejo que iba en relación con sus casi dos metros y rivalizaba con sus 92 pesados kilos. Era una mole. “Yo fui el primer Superman”, le dijo una vez a El Bocón, en 2009, en un recorte periodístico que he vuelto a revisar para afinar la memoria. Eran los días en que Chupo organizaba reuniones privadas con las figuras más notable del fútbol del continente. “Existen imágenes de Ormeño y Mauricio Macri, que lo recordaba de su paso por Boca y pasó a saludarlo en Lima”, dice Mario Fernández, memoria viva de El Comercio.
En El Bocón recuerda, también, que después de cada entrenamiento, Lolo Fernández, Lolín y Arturo, la dinastía crema, se quedaban pateando penales y él ni se movía. “Me apostaban gaseosas por penal que me hacían, me pateaban tan fuerte que hasta mis manos se hinchaban, pero yo se los atajaba y siempre les gané su plata. Se picaban, pero me fueron considerando ya en el arco”. Así nada más se lo ganó. Así se ganaban las cosas antes, en la cancha.
De este hombre que alcanzó el tercer lugar en la Copa América 1949 con la selección peruana, poco y nada sabíamos hasta que su nieto, Santiago, igual de grandote que él, igual de ambicioso que él, fue citado en la lista final de convocados para la Copa América. Y quién sabe este jueves enfrente a Brasil, como centrodelantero neto. El arco, siempre cerca de los Ormeño.
PARA PÓSTER, WALTER Y SANTIAGO ORMEÑO
LEE: André Carrillo: “La selección te da otro prestigio, te miran otros clubes y te puede cambiar la vida”