El origen del maestro de la fotografía peruana Martín Jerónimo Chambi Jiménez es el punto de inicio del gran trabajo que realizó. Sobre esto poco se sabe y nada se ha escrito.
Lo cierto es que Martín Chambi nació en Coasa, el 5 de noviembre de 1891, un distrito puneño de la provincia de Carabaya que limita con Cusco y Madre de Dios y que es considerado como la “puerta” a la Amazonía puneña. Sus padres fueron Félix Chambi y Fernanda Jiménez; tuvo dos hermanas, Feliciana y Manuela. Martín fue el benjamín de la familia. La falta de información acerca de sus orígenes me llevó a conocer su pueblo, su gente, sus costumbres, sus imponentes paisajes y su música. Esto me permitió hacerme una idea de cómo pudo ser la vida familiar de mi ilustre abuelo.
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Modesto y Gregorio Chambi
Mi viaje a Coasa fue casi una peregrinación. Conocer el pueblo de Martín Chambi me daría nuevas luces no solo sobre él y su obra, sino también sobre mi propia existencia. La fecha elegida fue febrero del 2016. Un grupo de amigos peruanos y extranjeros se sumaron a este viaje de descubrimiento familiar. Antes de iniciada la aventura, anuncié mi visita mediante una carta dirigida al alcalde de Coasa y en reciprocidad llevé un autorretrato de mi abuelo bien enmarcado para donarlo al despacho municipal.
Como era previsible, las lluvias propias de febrero retrasaron el viaje. Cuando traté de comunicarme con el alcalde de Coasa, me di con la noticia de que estaba preso bajo la sospecha de malversación de fondos. Fui recibida por dos concejales del municipio.
Fue entonces cuando reapareció Modesto Chambi, con quien tuve contacto desde Lima antes del viaje. Modesto se había enterado de mi llegada por la carta enviada al alcalde de Coasa y cuando llegamos fue él quien me recibió en Coasa bajo la fuerte lluvia del verano puneño. Nos convenció de acompañarlo a su pueblo, ante el cambio de planes en Coasa.
Según Modesto, quien fue nuestro guía, Esquena estaba “aquicito nomás”, es decir, a más de tres horas de viaje por caminos sinuosos y solitarios, un paisaje mágico donde abundan las alpacas y cerros de antiguos andenes abandonados. La ruta pasa por un abra nevada a 5 mil metros sobre el nivel del mar, donde sentimos el verdadero frío puneño. Una sucesión de cruces para caminantes nos advirtió que habíamos llegado a nuestro destino.
Esquena se abrió a nosotros como un viejo álbum familiar. Nos recibió toda la población y la banda de músicos del pueblo. Ni la lluvia pudo impedir las manifestaciones de cariño, agradecimiento y entusiasmo de sus pobladores. En el local de la comunidad nos esperaba una mesa cubierta con una fina manta tejida en telar y abundantes hojas de coca, Ahí supimos que Modesto Chambi era la autoridad y nos dedicó un emotivo discurso de bienvenida. En Esquena abundan los Chambi; según sus testimonios, los abuelos de mi abuelo eran oriundos de ahí y luego se fueron a Coasa. Otro poblador de Esquena, don Gregorio Chambi, de 79 años, me contó que de niño se alojaba en casa de Feliciana –hermana de Martín Chambi– cada vez que viajaba a Coasa con sus padres. Don Gregorio insistió en que éramos familia y cualquier duda se podía remediar con su sorprendente parecido con mi abuelo. Don Gregorio tiene varios hijos, pero mantengo contacto telefónico con Pacífico, quien se dedica a la minería informal en la zona de Inambari, como muchos otros jóvenes puneños que trabajan en la extracción de oro.
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En Esquena visitamos lo que los pobladores indicaron que era la “casa de los Chambi”. De esta solo quedan escombros y unas paredes de adobe semiderruidas. Al día siguiente retornamos a Coasa, con la sensación de que lo sucedido en Esquena ya había justificado el viaje. Sin embargo, mi sorpresa fue mayor cuando comprobé que los concejales habían preparado una ceremonia en el salón de actos del local municipal, que estuvo muy concurrido, con un emotivo discurso de homenaje al hijo notable de Coasa. Me entregaron la llave de la ciudad y un plato recordatorio como visitante ilustre. En reciprocidad, hice entrega del autorretrato de mi abuelo. Fue ahí donde supe que Coasa también es célebre por sus músicos. Apenas terminó la ceremonia, empezó la fiesta con baile de por medio.
Mi emoción fue muy grande, como podrán imaginar, pues me sentí en familia, orgullosa de mis raíces y contagiando este sentimiento a las personas que me acompañaron.
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Alejandrina Quisoccapa Benavente, 57 años
El 28 de setiembre del 2019, estando en Cusco, recibí una llamada sorpresiva de Alejandrina Quisoccapa, a quien conocí en Lima en un encuentro de fotografía. Ella llegaba de Puno y me pidió ir a visitar a la tía Meri, la hija menor de Martín Chambi, que tiene hoy 93 años y es la única con vida. Durante la visita, Alejandrina respondió a varias de mis preguntas, pero, además, nos mostró una serie de fotos en fotocopias que se relacionan con el origen de Martín Chambi. En una de ellas aparece la hermana mayor, Feliciana Chambi Jiménez, luciendo su traje auténtico de Coasa, acompañada de sus hijos Tomás, Honorata y Manuel. Alejandrina es hija de Manuel.
La foto que nos mostró tiene el valor de llevar la firma y dedicatoria de Martín Chambi. Antes de este descubrimiento no se conocía a su familia y menos aún que había un registro fotográfico de sus familiares realizado y firmado por el propio Martín Chambi.
Alejandrina recuerda que su papá Manuel le contó que Martín Chambi se quedó huérfano aún niño, pasó a vivir con su tía Feliciana y que fue ella quien lo obligó a ir a trabajar a la mina.
Reconstruir de a pocos la historia del origen de la familia Chambi me llena de satisfacción y me emociona de gran manera. La fotografía es el puente y el camino. Es parte de este milagro. No era posible que Martín no haya fotografiado a su propia familia. Hoy tenemos la certeza de que Martin fue a visitar su pueblo en varias ocasiones y, según el testimonio de Alejandrina, su hermana Feliciana y su hija Honorata visitaron a Martín en su casa del Cusco en más de una oportunidad.
Tengo el vago recuerdo infantil de ver a una señora campesina con sus atuendos autóctonos en la “casa de abajo” de la vivienda en la avenida de la Cultura, donde vivía Martín. En mi recuerdo, siempre estaba sola y dormía en los cuartos del fondo. No hablaba español. En una entrevista que les hice a mis cuatro tías, indagué por este enigmático personaje; sin embargo, todas afirmaron no saber de quien se trataba con exactitud.
Deduzco entonces que esta señora pudo ser Honorata o Feliciana.
Un dato muy importante que recogí de mi prima Alejandrina es la existencia de su primo mayor, llamado Antonio, quien vive actualmente en Arequipa. Fue la justificación para viajar a la Ciudad Blanca en busca de más historias familiares.
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Antonio Zegarra Quisoccapa, 79 años
El encuentro con el primo Antonio fue inolvidable. Internamente me preguntaba por qué se desligó de la familia y nadie se preocupó por retomar este lazo.
Antonio me contó mucho de la historia de la familia. Él es nieto de Feliciana, hijo de Honorata y a los ocho años sus padres se separaron. Su madre y él fueron a vivir con Feliciana en la casa donde vivió Martín Chambi. Me dice que Feliciana murió con más de 100 años cuando iba de camino a la chacra y era una experta tejedora en telar.
Este encuentro realmente fue mágico, pues me enteré de que mi primo es un músico profesional: toca la mandolina, el guitarrón, el rondín, la guitarra y el chillador. Pertenece a un grupo musical de coaseños que mantienen sus tradiciones a pesar de que llevan muchos años en Arequipa.
Le pregunté por las fotos de Martin Chambi (ya mi prima Alejandrina me había adelantado que él tenía varias). Me contó que, cuando tenía 12 años, su abuela Feliciana le dijo: “Te dejo estas fotos, tú sabrás cuidarlas”. “Desde entonces las guardó en una maletita”, me dice. Las fotos describen pasajes muy interesantes de la vida de la familia.
Me contó que, cuando tenía 11 años, vio llegar a Coasa a papá Martín con su hijo mayor, Víctor. Venían a la fiesta patronal de la Virgen de las Mercedes, el 24 de setiembre. Registraron la corrida de toros y la procesión en la plaza. La segunda vez fue cuatro años después, cuando llegó acompañado del comandante Tristán, quien puso el puesto policial en Coasa. Ambos eran amigos íntimos, junto con el Sr. Felidón Ramos Álvarez, donde se alojaba. Allí, la comida y el baile con acompañamiento musical eran seguros.
Antonio refiere que fue de vacaciones a Cusco en 1965. Estuvo tres meses con su mamá Honorata, alojado en casa de Martín. Allí conoció a toda la familia, papá Martín le tomó fotos en la casa y recuerda que lo llevó a pasear. También recuerda a la hija de la tía Meri, una niña de nombre Marisa, con quien jugaba. Antonio recuerda que su abuela Feliciana le contó que papá Martín vivió con ella, que se quedó huérfano de niño y que tuvo que ir a trabajar a la mina Santo Domingo. Tendría 12 años. Los gringos de la mina se lo querían llevar al extranjero.
Sobre Manuela, la otra hermana de Martín Chambi, refirió que murió joven, dejando una bebé que fue bautizada y criada por Feliciana. La llamó Manuela Feliciana Zamata Chambi, pero lamentablemente murió joven. La trató como a su hija.
La abuela Manuela le contaba a mi padre que él viajaba y se ausentaba por varios días para realizar su trabajo fotográfico y, a la vez, disfrutar al máximo las festividades y los paisajes.
Nunca olvidó a su familia; no olvidó su lengua de origen, el quechua; no olvidó sus raíces y sus amigos lo sabían. Hasta en sus últimos años de vida recibió el cariño y el reconocimiento de sus amigos y conocidos, pues iban a darle serenata a su casa con charangos, arpa, quena y pampapiano (un pequeño piano pleglable que hasta hoy se usa en Cusco).
Todos estos testimonios nos confirman que Martín Chambi estuvo muy lejos de ser un retratista solo de estudio. Nunca olvidó a su familia, no olvidó su lengua de origen, el quechua y todo aquellos sentimientos que le permitieron tener una mirada horizontal y la sensibilidad con la que pudo retratar el mundo andino. Me satisface mucho haberme encontrado con sus descendientes, mi familia, lo cual es una motivación para seguir investigando sobre el origen del abuelo ilustre y, al mismo tiempo, de mi propio origen.
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