El ciclista ex campeón del mundo de carreras Graeme Obree está tratando esta semana de establecer un nuevo récord de velocidad mediante tracción humana en tierra con Beastie (Bestia), una bicicleta muy poco convencional.

Obree viajará boca abajo, con la barbilla a dos centímetros de la rueda delantera, con los ojos mirando a través de una pequeña mirilla.

El ciclista de 47 años, natural de Escocia, dispondrá de un máximo de cuatro intentos para batir el actual récord de 133km/h en un evento que se celebra en Battle Mountain, Nevada, EE.UU.

A pesar de lo que potencialmente significaría el logro, gran parte del mundo del ciclismo no parece muy emocionado debido a una visión tradicional según la cual la tracción humana debe tener prioridad sobre la innovación mecánica.

DISEÑO REVOLUCIONARIO Con su cáscara suave de Kevlar, fibra de vidrio y forma de torpedo, Beastie pareciera haber sido creada por la NASA.

Sin embargo, fue construida, dice Obree, enteramente por mí, entre mi cocina y el taller de un amigo.

Bajo el caparazón pulido, hay una mezcla de componentes que incluyen una olla de acero inoxidable, que actúa como soporte del hombro, y partes de viejas bicicletas y patines de ruedas.

Los aspectos verdaderamente revolucionarios son invisibles: la posición del ser humano en su interior (boca abajo), y el hecho de que Obree no pedalea, sino que empuja y hala un par de palancas con los pies.

En cuanto a la posición, mientras que las bicicletas reclinadas suelen llevar al jinete tendido sobre la espalda con los pies por delante, Obree volvió a los inicios: para ello borró de su memoria las ideas actuales sobre diseño de bicicletas y se concentró, simplemente, en la física del movimiento.

Pensó en un paracaidista, puesto que, afirma, ir de cabeza, con los brazos recogidos, es la posición más eficiente aerodinámicamente para un ser humano.

El reto era diseñar y construir algo que facilitara eso; y las líneas de sus dibujos quedaron permanentemente grabadas en la mesa de su cocina.

Su principal temor es que Beastie, que tiene que ser sujetada en la salida y capturada al final, se dé la vuelta a mitad de trayecto.

He cubierto las ruedas dentadas para que no me hagan picadillo, dice.

Aun así, se trata de un reto peligroso. Esto no es (tan fácil como) jugar parchís, apunta Obree.

Este intento, que forma parte del reto mundial de velocidad impulsada por tracción humana (World Human Powered Speed Challenge) es algo típico de Obree: tal vez un emprendimiento que nació para intentar.

Como ciclista de velocidad en los años 90, fue reconocido por sus habilidades como inventor e ingeniero y por sus destrezas atléticas.

Diseñó dos bicicletas que revolucionaron el deporte, la primera de ellas inspiradas por el ski alpino y la segunda por Superman. Las construyó usando piezas de una vieja lavadora automática.

Fue en una de ellas, bautizada Old Faithful, que Obree irrumpió en los titulares de prensa internacional, al romper el récord mundial de la hora en Noruega en 1993.

Pero la Unión Ciclística Internacional (UCI), el organismo conservador que supervisa el deporte y salvaguarda el diseño tradicional en forma de diamante del mismo modo que un club de caballeros insistiría en el uso de la camisa y la corbata, no lo vio con buenos ojos.

La Unión prohibió la bicicleta de Obree, quien volvió a la mesa de diseño y regresó con una segunda nueva posición, con los brazos levantados y extendidos como Superman en vuelo.

Con la posición de Superman ganó un segundo título de persecución en 1995, pero esto tampoco le gustó a la UCI, que también lo desestimó.

Se dice que fue Obree, más que nadie, quien forzó al organismo a reconsiderar el asunto del diseño de bicicletas a finales de los 90.

En juego, argüía la UCI, estaba el principio del ciclismo como prueba de fuerza y habilidades atléticas más que de ingeniería. De telón de fondo estaba la experiencia de la Fórmula 1, una disciplina deportiva en la que algunos sentían que la balanza se había inclinado demasiado del otro lado.

Pero la respuesta no fue de flexibilización, sino más bien draconiana, a través la llamada Carta Lugano, adoptada en 2000.

Las nuevas reglas significaban la prohibición de los prototipos y modelos usados una sola vez.

También se establecieron parámetros para los cuadros y componentes, hubo restricciones en la posición que debían adoptar los ciclistas y un peso límite de 6,8 kilos para bicicletas de carrera.

Pero cuando la revista estadounidense Velo le preguntó acerca de estas ambigüedades a Pat McQuaid, presidente de la UCI, éste respondió: Las regulaciones fueron escritas de manera filosófica. Fueron hechas por personas del tipo filosófico.

Hay un clamor creciente por un sacudón, en especial por parte de una industria del ciclismo frustrada por reglas que sofocan el desarrollo.

Brian Cookson, jefe del ciclismo británico y quien compite con McQuaid por la presidencia de la UCI, dijo la semana pasada que las regulaciones serían revisadas bajo un eventual gobierno suyo.

Estamos limitando la habilidad de los fabricantes de lanzar nuevos productos al mercado por reglas arcaicas que impiden la innovación, dijo Cookson.

Como dijo alguien alguna vez, la UCI da la impresión de que estaría feliz si todas las bicicletas se parecieran a las que (la estrella italiana de los años 50) Fausto Coppi hubiera manejado. Eso no significa dar el campo libre a todo, pero reformar las reglas en forma sensata abriría el deporte a nuevas fuentes de recursos y audiencias en el mundo entero.

No existen estas restricciones en el ámbito de los vehículos impulsados por tracción humana, que es donde Obree puede haber encontrado el sitio perfecto para desarrollar sus ideas.

Allí las cadenas están rotas y tiene un campo libre para probar sus habilidades en ingeniería y sus condiciones atléticas. Como él mismo dijera: ya no se trata de reglas humanas. Se trata de las leyes de la física, y ése es el único factor limitante.

Unos preparativos imperfectos, incluida una cirugía mayor a que fue sometido en abril y pruebas afectadas por el mal tiempo en pistas de despegue y aterrizaje menos que lisas en Escocia, han llevado a Obree a admitir que su intento de romper el récord está en entredicho y que su objetivo original de alcanzar los 160km/h (100 millas por hora) no es realista.

Pero él sigue optimista. Estará dictado por lo que pueda hacer la bicicleta, dice.

A diferencia de mis intentos de romper el récord de la hora en los 90, se trata mucho más de la bicicleta que del ciclista.

Habiendo estudiado la física detrás del asunto, creo que un ser humano en perfectas condiciones físicas, con aerodinámicas perfectas, el sistema de manejo perfecto, perfectas condiciones atmosféricas y de viento, puede llegar a los 160 kilómetros por hora, añade.

En esta ocasión no creo que vaya a ser yo. Pero si puedo acelerar por arriba de los 90kpm y luego correr a toda velocidad hacia el récord mundial, veremos que pasa.

El exciclista de velocidad Richard Moore representó a Escocia en los Juegos de la Mancomunidad Británica en 1998. Es autor de varios libros, incluido Tour de France 100, una historia de esa competencia ciclística.