A más de un año del inicio de la pandemia, los médicos conocen mejor cómo tratar a pacientes con COVID-19. Por el momento, existen limitadas opciones de tratamiento, pero estas deben ser usadas con mucha responsabilidad.
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Una de estas opciones terapéuticas es la dexametasona, un corticoide de bajo costo usado desde hace años. Desde setiembre de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Europea del Medicamento (EMA) la recomiendan para pacientes en estado grave. Su eficacia se conoció luego de que el amplio estudio británico Recovery mostrara que permite reducir en 21% la mortalidad en pacientes con COVID-19 tras 28 días.
Desde entonces, su uso se ha generalizado en todo el mundo. Y su popularidad ha causado, además, que muchas personas comiencen a usar el medicamento para prevenir el contagio o cuando presentan síntomas leves de COVID-19, usos no probados para la dexametasona y otros corticoides. Esto puede causar incluso la muerte, según han alertado expertos y entidades como Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid), la Organización Panamericana de la Salud y la Administración de Drogas y Alimentos de EE.UU.
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¿Por qué se usa solo en pacientes graves con COVID-19?
La mayoría de las personas (80%) que lleguen a tener COVID-19 presentará pocos o ningún síntoma, mientras que un 15% tendrá una enfermedad moderada o grave y un 5% un cuadro severo, con riesgo de fallecer.
El proceso de la enfermedad tiene tres etapas: en la primera se presentan pocos síntomas y es el momento en el que el virus se reproduce en el cuerpo; en la segunda fase aparecen los síntomas respiratorios que se van agravando, este es un cuadro moderado; y en la tercera etapa se presenta la neumonía viral y destrucción del tejido pulmonar. No todos los pacientes de COVID-19 llegarán a la última fase, pues dependerá de la respuesta de cada organismo.
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“No se recomienda usar corticoides ni antiinflamatorios en etapa inicial ni en la segunda fase. En la tercera fase, cuando ya hay neumonía que se caracteriza por una respuesta inflamatoria severa, es el momento en que, solo dentro del hospital, se le aplica corticoides para disminuir esa gran inflamación”, explica a El Comercio Alfonso Zavaleta, profesor de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH).
¿Por qué funciona en pacientes graves? En una persona en este estado, su sistema inmunitario se encuentra “acelerado” por la llamada “tormenta de citoquinas”, lo que produce inflamación en los pulmones y otros órganos. El corticoide reduce esta inflamación, ya que inhibe la respuesta desmedida del sistema inmune.
Por ello, los corticoides como la dexametasona, prednisona o metilprednisolona deben estar reservados solo para los pacientes con COVID-19 en estado grave, que además necesitan oxígeno, coinciden los médicos consultados por El Comercio.
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¿Y cuáles son los riesgos?
Debido a que bajan las defensas inmunitarias, los corticoides pueden facilitar que “algunos pacientes hospitalizados tengan más facilidad de presentar infecciones adicionales producidas por bacterias o por hongos”, detalla Zavaleta. Esa infección paralela, entonces, solo podrá ser manejada y controlada por un médico cuando el paciente está internado.
En el caso de las personas que tienen COVID-19 leve y consumen corticoides como la dexametasona, sus defensas bajan y están en mayor riesgo de desarrollar un cuadro grave de COVID-19 o, incluso, adquieran otra infección producida por alguna bacteria en sus casas.
“El uso innecesario de dexametasona puede reducir la capacidad de respuesta de las defensas de nuestro organismo, la cual es fundamental para afrontar el ataque de cualquier virus”, explican los especialistas de la Digemid.
Lo que hace el corticoide es disminuir o “cubrir” los síntomas, advierte Zavaleta. Esta situación es peligrosa porque las personas que enfrentan el COVID-19 en casa dejarán de percibir los síntomas que indican que pueden estar agravándose y, por ello, llegan tarde a recibir la atención necesaria en un centro de salud.
“A veces el paciente termina en el hospital, no por la enfermedad que se supone está tratando de manejar, sino por los efectos indeseados y colaterales que producen los medicamentos que han tomado sin supervisión médica”, detalla.
La Digemid explica que además de suprimir el sistema inmune, los corticoides producen “aumento de peso, retención de líquidos, hinchazón, debilitamiento de huesos, atrofia muscular, aumento de la presión arterial e incremento de los niveles de azúcar en diabéticos”.
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