Su edad -74 años- y sobrepeso colocan a Donald Trump en un grupo de riesgo frente al COVID-19, pero estos factores no bastan para prever de qué manera afectará esta enfermedad al presidente de Estados Unidos.
La edad, un riesgo mayor
La gravedad del COVID-19 depende en gran medida de la edad. Los peores casos necesitan una hospitalización e incluso un ingreso en reanimación, que puede acabar en la muerte.
“Hay dos grupos de personas con un riesgo más elevado de caer gravemente enfermas: los mayores de 60 años y quienes tienen otros problemas de salud”, subraya la Organización Mundial de la Salud en su sitio internet.
“De cada 10 muertes relacionadas con el COVID-19 en Estados Unidos, ocho corresponden a adultos mayores de 65 años”, según los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de ese país.
Un estudio realizado en febrero entre varios centenares de pacientes chinos mostró que el porcentaje de enfermos que necesita una hospitalización aumenta significativamente con la edad: 0,04% entre los 10/19 años, 4,3% entre los 40/49, 16,6% entre los 70/79 años y 18,4% entre los mayores de 80, según los datos publicados en la revista médica The Lancet.
Pero esto no significa que toda persona mayor de 60 años enferme gravemente si se contagia con el COVID-19, puesto que otros factores entran en juego, como el hecho de padecer una enfermedad crónica.
“La edad no puede resumirse en el número de años”, según la Academia Nacional de Medicina de Francia, que destaca que el estado de salud también cuenta.
La obesidad, un factor de peso
Según los últimos datos sobre su salud publicadas en junio, Trump puede ser calificado de obeso. Con 110 kilos por 1,90 metros, el presidente tiene un Índice de Masa Corporal (el peso dividido por la estatura al cuadrado) de 30,5.
Se considera que un individuo sufre obesidad cuando su IMC supera 30 (“moderada” hasta 35, “elevada” entre 35 y 40 y “mórbida” por encima de 40).
La obesidad “aumenta el riesgo de enfermar gravemente de COVID-19”, según los CDC.
“El vínculo entre obesidad y el riesgo de complicaciones está comprobado, debido a patologías anexas”, como diabetes e hipertensión, según el ministerio francés de Sanidad.
El primer ministro británico, Boris Johnson, que pasó tres noches en cuidados intensivos en abril tras infectarse con el SARS-CoV-2, indicó recientemente que se había puesto a dieta.
“Cuando se alcanzan los 111 kilos, como me sucedió, para 1,78 metros (es decir, un IMC de 35, ndlr) perder peso es seguramente una buena idea”, declaró el martes Johnson.
Pero de nuevo, ser obeso no implica automáticamente padecer una manifestación grave de COVID-19.
Otros riesgos
“El riesgo de enfermar gravemente e incluso de morir depende de otros muchos factores, algunos de los cuales no pueden medirse, y no se pueden sacar conclusiones a partir de uno o dos”, explica el doctor Naveed Sattar, de la Universidad de Glasgow, citado por el organismo británico Science Media Centre.
Independientemente de la edad, la presencia de otras patologías es un factor agravante: hipertensión, problemas cardíacos, diabetes, insuficiencia renal o incluso un sistema inmunitario debilitado.
La salud del presidente estadounidense fue objeto de especulaciones en los últimos meses, como en junio, cuando fue filmado bajando con cuidado una rampa, paso a paso.
Dos semanas después, aseguró encontrarse bien: “Si hay un problema, lo comunicaré”.
Por otro lado, se sospecha que algunos casos graves también pueden estar relacionados con la genética. Eso explicaría en parte por qué el nuevo coronavirus afecta más a algunas minorías étnicas en Estados Unidos, como negros y asiáticos, como señalaron varios estudios.
Finalmente, Trump levantó una fuerte polémica en mayo pasado al asegurar que tomaba hidroxicloroquina de manera preventiva contra el COVID-19, a contracorriente de las recomendaciones de las autoridades sanitarias de Estados Unidos. Este tratamiento, que el presidente acabó por abandonar, no demostró tener ningún efecto positivo contra el virus, según numerosos estudios.
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