NORA SUGOBONO Somos
Domingo, medianoche. Chica de 28 años mirando la tele a punto de irse a dormir. Ha sido un fin de semana regular; nada muy bueno ni nada muy malo. Repasas las tareas pendientes para el lunes; tomas nota mental de lo que vas a almorzar, todo está en orden. Hasta que llega él y cualquier intención de organizar tu agenda puede irse directamente al demonio. La música se intensifica mientras lo observas cabalgar por las llanuras de Montana, camisa blanca abierta hasta el pecho, águila real sobrevolando en el cielo. La estampa es tan pulcra que podrías jurar haber visto al caballo sonreír. Soy una mujer pensante que no se deja seducir por el estereotipo del rubio bonito, piensas. Te equivocas. Él, la epítome del cowboy americano, de la estrella de cine, del macho salvaje pero sensible, es tan rubio y perfecto (sí, tan rubio) que está por encima de su propio estereotipo. ¿Quieres luchar contra eso? No con él. Ni a tus 20, ni tus 30 ni a tus 70. Cedes. Y entonces todo es maravilloso.
Un chico monosilábico de Missouri es como lo describió la revista Vanity Fair la primera entrevista que publicaron del actor, en 1995. Pitt estaba por convertirse en un ídolo de masas con el estreno de Leyendas de Pasiones a punto de sacudir la cartelera. Ya había demostrado su poderío en cintas como Entrevista con el vampiro junto al mismísimo Tom Cruise y El río de la vida, pero todavía no había sido catapultado a la fama en su estado más rabioso.
William Bradley Pitt nació en Oklahoma, en 1963. Un all-american-boy que creció en Missouri, donde eventualmente ingresaría a la universidad para especializarse en publicidad y periodismo. Si no logras imaginarlo en CNN, no te culpes; él tampoco. Dos semanas antes de graduarse, Brad abandonó la carrera y se mudó a Los Ángeles para convertirse en actor. Alguna vez dijo que el cine era para él un portal hacia mundos diferentes. Y diferentes fueron. Pagó sus clases de actuación con todo tipo de oficios; el más memorable de ellos es el que obtuvo disfrazado como pollo para atraer clientes en una cadena de tacos al paso. Empezó, como muchos de su generación, en series de televisión (entre ellas la mítica Dallas) y películas de bajo presupuesto. Eso hasta que se cruzó en su camino el director Ridley Scott, allá por 1991. Su aparición en Thelma Louise como un ladrón de acento sureño y abdominales esculpidos en granito dejó a millones de mujeres pensando que los 6.600 dólares que robó de Geena Davis después de hacerle el amor bien valían la pena. Brad Pitt tenía 28 años.
El chico bonito llegó actuando, pero ya desde Siete años en el Tibet Brad Pitt deja de encarnar ese rol. En El abogado del crimen es especialmente desagradable con su peinado y su pinta; en El árbol de la vida mantiene su aspecto, pero muestra un autoritarismo muy fuerte. Quémese después de leerse, de los Coen, implica una especie de transformación para él, lo mismo en El asesinato de Jesse James, que son sus cintas más recientes”, explica el crítico de cine Ricardo Bedoya. Hace años que Brad Pitt no es el chico bonito, sí, pero ¿por qué seguimos pensándolo? A veces, cuando los actores brillan demasiado de jóvenes, ocurre que a medida que se hacen mayores se opacan. Eso es lo que sucedió con Brando, que se pasó casi toda su madurez sin actuar, o lo que está pasando ahora con Robert De Niro, por ejemplo. No es el caso de Brad Pitt. Creo que a sus 50 años, su mejor papel todavía está por venir, añade.
Y quien confunda a Pitt con Robert Redford, otro símbolo indiscutible del rubicundo hollywoodense, solo acierta en un ligero parecido físico. Redford siempre fue un liberal y un actor políticamente comprometido. Eso nunca lo ha sido Brad Pitt. Recién lo es a través de la llegada de Angelina Jolie, finaliza Bedoya. Hay un antes y un después del galán que conocimos.
EL SÍMBOLO Mr Mrs Smith se estrenó en 2005. El mismo año, Brad Pitt puso fin a su matrimonio de cinco años con Jennifer Aniston y empezó una relación con su co-estrella en la cinta, Angelina Jolie. Con Angelina llega la sofisticación a la vida de Brad Pitt”, explica Alberto Servat, editor de la revista Hola! Perú y el suplemento Luces de El Comercio. Llega, también, un cambio radical en su visión de la vida. El hombre que alguna vez había dicho ¿Y a mí por qué me preguntan sobre China si yo solo actúo? con referencia a su película Siete años en el Tibet, hoy se encuentra recorriendo el mundo con sus hijos a cuestas –adoptados y biológicos- realizando trabajo social.
La suya es una vida pública al 100%, pese a sus intentos de privacidad. Es imposible que pase desapercibido. Su mujer es la actriz más famosa del mundo, viajan constantemente, sus películas son taquillazos, no hay manera de permanecer ocultos. Que abrace causas sociales está muy bien, pero creo que no es lo más importante en su figura. Lo más importante es que ellos mantienen el espectáculo vivo. No hay que olvidarnos que Brad y Angelina son gente del espectáculo, que lo que nos importa al final es su aparición en el Óscar, la exhibición que hacen de símismos. Esa es su razón de ser para el público, sostiene Servat.
De exhibición es algo de lo que Brad Pitt ha aprendido una cosa o dos. El hombre más sexy del mundo –título que ha recibido en incontables ocasiones, por incontables publicaciones- ha sabido lucrar con su imagen y, sobre todo, mantenerla. Tiene un rostro privilegiado, sin duda, pero lo que lo hace más atractivo, a mi modo de ver, es que ha sabido llevar su belleza con mucho estilo. En muchos casos el pelo largo, suelto, un look desenfadado, como si no le importara mucho. Creo que eso ha sido crucial para consolidarse como un sex symbol, afirma la especialista en imagen Micaela Llosa. En él hay cumplido un ideal de hombre guapísimo y talentoso al que no le importa mucho lo físico ni anda muy pendiente de eso. Un hombre que ayuda a reconstruir las casas después del huracán Katrina, que es generoso y caritativo, no le teme al compromiso y tiene seis hijos. Es el sueño de toda mujer, concluye Llosa.
BRAD POR SIEMPRE Este 18 de diciembre, Brad Pitt, el hombre, cumplirá 50 años. La estrella, el ícono, no. Por mucho que Hollywood lo haya intentado (desde Matthew Mcconaughey o Matt Damon, hasta los mismos hermanos Hemsworth) no existe, ni existirá dicho en esos términos tan propios del showbusiness “el próximo Brad”. ¿Por qué? Es simple. Cuando se trata de él, la edad es secundaria; su figura trasciende generaciones, incluso la suya propia. Si todas las leyendas son eternas, Brad Pitt ya es inmortal.
No es tan difícil llegar a esa conclusión, en términos prácticos. Basta que repase en mi computadora decenas de portadas internacionales con su rostro –y cuerpo- en un ejercicio de investigación periodística para que cinco redactoras de esta revista (inteligentes, capaces, dueñas del mundo) se aglomeren detrás de mi escritorio y me pidan con ávido deseo que busque más. La más joven tiene 24 años; la mayor, 37. Lo reafirmo cada vez que veo su imagen en la web y recuerdo cuando recortaba cientos de fotos suyas de alguna Bravo si no sabes qué es la Bravo, no creciste en los 90 para forrar mis cuadernos del colegio. Pero lo compruebo, sobre todo, cuando escucho a mi madre y a mi hermana adolescente compartir la misma opinión cada vez que encuentran una cinta suya en el cable. Se traduce en dos palabras. Qué-churro.
Si no lo pensaste tú también al ver la portada de Somos hoy, mientes.