Hace siglos los indígenas Maleku convivían en armonía con la naturaleza y adoraban al dios que habita en el volcán Arenal, en el norte de Costa Rica, pero las cosas cambiaron y con una población reducida al mínimo, este pueblo ha comenzado a apostar por el turismo para subsistir.

En la actualidad los Maleku son alrededor de unas 650 personas, lo que los convierte en uno de los pueblos indígenas más pequeños de Costa Rica, pero esto no ha sido impedimento para que luchen por conservar sus costumbres, tradiciones y creencias.

En esta lucha el turismo ha comenzado a convertirse en un elemento importante para generar ingresos a este pueblo, especialmente en la comunidad de La Fortuna, ubicada a los pies del imponente volcán Arenal.

Según cálculos de la Cámara de Turismo de la Zona Norte, La Fortuna, sitio de abundantes aguas termales y rica biodiversidad, es visitada por alrededor del 25% de los 2,1 millones de turistas que llegan cada año a Costa Rica, lo que para los indígenas Maleku representa una gran oportunidad.

INTEGRACIÓN Los propietarios del hotel Montaña de Fuego, en La Fortuna, donaron a un grupo Maleku un terreno dentro de los predios del hotel, donde los indígenas han construido dos ranchos tradicionales para recibir turistas.

Allí, varios de ellos, ataviados con ropajes tradicionales confeccionados por ellos mismos, se encargan de recibir a los visitantes y compartir con ellos la cosmovisión del pueblo Maleku, sus tradiciones y costumbres.

“El proyecto es histórico porque en este lugar, alrededor del volcán Arenal, años atrás vivió mi pueblo Maleku y hacíamos nuestras ceremonias y danzas especiales”, declaró a Efe el indígena Miguel Ángel Álvarez.

El hotel ofrece a los turistas un tour de aventura que comienza con la tirolesa, que consiste en deslizarse por un cable a través de las copas de los árboles, y luego el rapel, mediante el cual las personas descienden en una cuerda por una pared natural hasta llegar a un río.

Posteriormente, visitan los ranchos de los maleku donde son recibidos cordialmente con un saludo indígena y luego pueden observar una danza tradicional alrededor de una fogata y al ritmo de un tambor.

En los ranchos los indígenas cuentan historias de su pueblo, dan un mensaje de armonía con la naturaleza y muestran sus artesanías, que venden a los turistas para obtener una fuente de ingresos.

Hermosas máscaras de madera en forma de animales como el jaguar, el búho, la mariposa, la rana, la lapa (guacamaya), la serpiente y el tucán, y pintadas con llamativos colores, demuestran el amor por la naturaleza de esta población y suponen un gran atractivo para los extranjeros que quieren llevarse un recuerdo de esta cultura.

La música también es parte de la tradición Maleku y se ve reflejada en sus tambores de madera y los “palos de lluvia”, un objeto de madera cilíndrico relleno de semillas, que al voltearlo simula a la perfección el sonido de la lluvia.

REGRESO A LOS ORÍGENES “El hotel nos dio este lugar para hacer nuestros ranchos, para vivir aquí. Nos dieron la mano a cambio de nada”, comentó Álvarez, un hombre joven con una extensa cabellera y quien también es el encargado de guiar a los turistas en un tour a caballo a través de un bosque.

Para Álvarez, quien viste jeans y sombrero, tener la oportunidad de que al menos parte de su comunidad, que habita más al norte del país, regrese a las faldas del volcán Arenal, su antigua casa, es como un sueño.

“El volcán Arenal lo recibimos como un tipo de templo porque para nosotros Dios está ahí y es algo magnífico”, expresó.

En la actualidad, los Maleku han construido dos ranchos en los terrenos donados por el hotel, pero su objetivo es construir más para que buena parte de su comunidad regrese a vivir a las tierras que siglos atrás fueron su hogar.