RUDY JORDÁN ESPEJO

Extraer toneladas de árida arcilla a más de dos metros de profundidad y transformarla en finos trabajos de artesanía parece una acción imposible. Quizás por eso los pobladores y turistas que disfrutan del trabajo del artesano Saúl Aguilar creen (con justicia) que sus manos son mágicas. “Una parte es decorativa: los campesinos, los toritos; y otro grupo es utilitario como fuentes, paltos, tazas, azucareras”, afirma Aguilar, mientras dibuja los ojos a uno de los miles de toritos de pucará que ha hecho durante toda su vida.

Los trabajos que hace junto a su familia y tardan semanas en producirse –extracción, moldeo, acabado, fundición en el horno y pintado– escenifican además los bailes de la yunsa, búhos que sirven como lámparas y hasta zapatos gigantes.

Todo el stock costumbrista del valle del Mantaro que ofrecen está expuesto en su taller ubicado en el distrito de Aco. Y si el turista voluntarioso quiere ir más allá y diseñar su propia artesanía para su casa, sala u oficina, Aguilar o su esposa María Julia ponen arcilla en sus manos y pacientemente les enseñan a hacer magia.

MUJER HILANDERA “Mi padre tiene un lema: no me desprendo de la mano de mi abuelo ni suelto la de mi nieta, porque de aquella lo que aprendí a esta le enseñaré”, nos dice la artesana de tejidos Graciela Maldonado, mientras su pequeña hija mira sorprendida como hila e hila y la rueca gira y gira y se va bosquejando la forma de lo que pronto será una bella alfombra.

La materia prima para este tipo de sofisticados tejidos se consigue en las alturas de los cerros, en la lana de las ovejas. Luego de hacerlo, en su camino de regreso, los artesanos como Graciela van hilando para ganar tiempo. Ya en su taller en Hualhuas emplean la rueca para después colorear las telas con hierbas de la zona: para el amarillo, la retama; para el rojo, la cochinilla; para el verde, la chilca.

Gracias a la técnica aprendida de sus ancestros; Graciela y su esposo labran mantas, cojines, bolsas, carteras, chompas y alfombras que ya han trascendido los azules cielos huancaínos y las tiendas serranas para llegar a tiendas de Canadá y Estados Unidos.

LOS SOMBREROS DEL HUAYLAS En típicos bailes huancas como el Huaylas no solo destacan sus cromáticos trajes y delicados acabados, sino también los sombreros. Precisamente, este arte olvidado ya en muchos lugares de Huancayo es rescatado por las expertas manos del artesano Celso Calderón.

Sombreros hechos a base de la grasosa fibra de la oveja son hechos por “mis ancestros desde hace más de 100 años”, afirma Calderón.

Tan exigente es el trabajo de él y su familia que solo se producen seis sombreros a la semana, pues requiere de 12 pasos para conseguir su particular diseño caído y coloridos tonos por los que les llaman lapichucos.