RUDY JORDÁN ESPEJO

El magnífico sol de Piura empieza a caer, levitando lentamente como la hoja que se desprende de un árbol: cambia de amarillo a naranja, de naranja a mostaza, enrojece y está ya a punto de esconderse tras el calmado mar.

A esta hora, lo que queda del día se pinta de contraluces y dorados y el entorno comienza una especie de ceremonia de adiós: las aves vuelan sobre el horizonte, las olas silban sin apuro y un bañista se sumerge en el templado mar que parece ahora de oro.

Quien tiene la chance de contemplar el deslumbrante sol y el espléndido mar del norte quedará quieto, pétreo, y comenzará a entender aquel viejo refrán que escuchamos desde niños y que habla de la luna de Paita y el sol de Colán.