En tiempos en los que somos testigos de bodas casi todos los fines de semana -y también de separaciones- nos cuestionamos si la práctica de la convivencia es un compromiso que reemplaza el matrimonio tal y cómo lo conocemos. Para profundizar en el tema, conversamos con Adela Jara Del Aguila, psicóloga y psicoterapeuta de pareja y familia en el Instituto de Psicología de Lima (@adelajarapsicologaperu).
—¿Cómo crees que ven las parejas actualmente el matrimonio?
El matrimonio tiene un significado diferente para cada persona. Si alguien preguntara: “¿qué es para ti el matrimonio?” algunas respuestas serian: ceremonia civil/religiosa, compartir gastos, convivir, criar hijos, doble sueldo sin hijos, que cada uno traiga a su mascota, que solo uno/a mantenga los gastos, que cada uno/a se encargará de determinadas funciones, que frecuentaran los domingos a la familia de origen, que nunca volverán a viajar con grupo de amigos, que deben cubrir las expectativas de la familia, estatus, etc. Por lo tanto, a veces se da la feliz coincidencia que la pareja piensa similar y eso pronostica una convivencia saludable. Sin embargo, cuando uno tiene otro concepto de matrimonio, aumentan las probabilidades de desacuerdos y discusiones. Además, es muy importante coincidir en el concepto de amor y de convivencia cuando firman un documento legal o juran ante un altar, porque cada persona empieza la relación de pareja, la convivencia y el matrimonio con expectativas de compartir valores y costumbres.
—¿Crees que se sigue considerando como una obligación por presión social?
En mi experiencia como terapeuta de parejas, ha disminuido el número de jóvenes que piensan que deben cubrir las expectativas familiares y sociales. Es decir, ya no suelen casarse por el “qué dirán si convivo sin casarme” o para cubrir expectativas de otros. Más bien, el porcentaje que piensa en casarse sigue pensando en ahorrar para hacer una fiesta donde queden recuerdos de la ceremonia civil y/o religiosa, el problema es que a veces esa expectativa no es compartida y un integrante piensa: “eso es solo para la foto”.
—Hablemos de la convivencia, un paso que actualmente muchas parejas dan antes de casarse. ¿Esta práctica es beneficiosa para el fortalecimiento de las parejas?
Una convivencia donde la pareja siente bienestar está determinada por la coincidencia en valores y costumbres. Esto se da en toda convivencia, en lo laboral, en el distrito, en el país y por supuesto en pareja. Cuando una persona disfruta los minutos y las horas con otra persona, le provocará que ese compartir se prolongue en días y a partir de ese estado de bienestar surge la idea de proponer una convivencia. También puede surgir por un tema práctico, como por ejemplo que quieran dejar de vivir con sus padres o roommates o quieran compartir gastos. Ante los retos de la convivencia -aún si es en un viaje- saldrá a la luz por ejemplo: la costumbre de levantarse a determinada hora, de tomar o no desayuno, de querer hacer tours o dormir toda la mañana, de ayudarse ante alguna dificultad, de puntualidad, de orden, de limpieza. Por lo tanto, la convivencia es una oportunidad de “conocer” más aspectos de la personalidad, valores y costumbres de la pareja.
—¿Por qué cada vez son más las personas que prefieren convivir antes de casarse, o únicamente convivir sin oficializar ningún tipo de compromiso?
Por diferentes razones, algunos pensamientos que escucho en consultorio son: “¿para que me voy a casar si eso no me garantiza nada?, ¿para qué me casaría si me ha propuesto bienes separados?, mientras no queramos hijos no necesitamos un papel firmado, no somos creyentes de ninguna religión por eso no necesitamos probar nada, si en 5 años de convivencia nos va bien quizá nos casemos, yo sé que me ama aunque no nos casemos”. Las personas fundamentan sus creencias en la experiencia de otros o en las suyas y a partir de ahí proponen o aceptan una convivencia.
—¿A qué le temen las personas cuando deciden contraer matrimonio?
Los pensamientos que llevan a temores son diversos, por ejemplo: “¿y si luego me doy cuenta que no siento amor?, ¿y si más adelante conozco a alguien mejor?, ¿y si no me da el divorcio?, ¿y si fracasamos?”. Lo cierto es que el tránsito por un duelo amoroso tras una ruptura es similar en quienes no convivieron, en los que convivieron y en los que se casaron por civil y /o religioso. La diferencia es que en algunos casos no habrán trámites legales y eso podría influir en un menor costo emocional al momento de la mudanza post final.
—¿Cuáles consideras que son las diferencias más notorias entre la convivencia y el matrimonio?
La diferencia real es el tema legal. Por ejemplo, cuando están casados por civil y un integrante lo retorna al hogar por uno o más días, la pareja puede ir a la comisaría a denunciar “abandono de hogar” y cuando quieren mudarse de domicilio deben ir a la comisaría a informar que están haciendo “retiro voluntario del hogar”, sin contar lo que implica la conciliación y leyes que protegen a los hijos. Desde lo psicológico, la diferencia está en el pensamiento anticipatorio y las expectativas, por ejemplo: “¿qué dirán si me divorcio?, ¿y si piensan que soy culpable?, mejor dejo de convivir de una vez para poder casarme luego con alguien a quien ame en serio, si cumplo más años sin casarme será mas difícil mas adelante, mejor me caso de una vez antes que…, si me separo con solo X años de convivencia nadie pensará mal de mí…”. Pienso que si una pareja coincide en el mismo concepto de amor compartiendo valores y costumbres, pueden decidir compartir su felicidad en una convivencia, firmando un documento legal o realizando una ceremonia religiosa o social, ya que la evidencia ha demostrado que existen parejas que vivieron felices sin convivir, conviviendo y en matrimonio. Además, la evidencia ha demostrado que todos los modelos han funcionado. Vivir en pareja con salud mental no está directamente relacionado a la convivencia ni al matrimonio, sino a la coincidencia de expectativas, valores y costumbres y a la salud mental de cada integrante.
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—¿Consideras que algunas parejas eligen convivir para evitar algún tipo de responsabilidad legal o económica?
Cuando alguien propone y decide convivir o casarse siempre hay expectativas, es decir creencias como por ejemplo: “mi pareja financiará la mayoría de gastos, iremos 50/50, yo financiaré el 80%, qué bueno que tiene un departamento para poder convivir ahí, si nos peleamos le digo que se vaya de mi casa y punto, si me deja con hijos hago una denuncia, me tiene que mantener según la ley, mi matrimonio me protege de las críticas y me da status, no soportaría que la ley me obligue a algo por eso mejor no me caso”. Esto quiere decir que sí hay personas que prefieren no tener compromisos legales ni económicos.
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