Jaime Bayly: “En el Perú las cosas nunca tocan fondo”
Jaime Bayly: “En el Perú las cosas nunca tocan fondo”
Enrique Planas

Desde “No se lo digas a nadie” (1994), ha llevado al límite el género de la autoficción literaria. Como reacción, la crítica de entonces acuñó el término ‘literatura light’ para descalificar sus historias. Sin embargo, han pasado dos décadas y muchos de los que lo criticaron recorren el mismo camino. Para el autor de “El niño terrible y la escritora maldita”, su más reciente novela, escribir es pintar un autorretrato, además de un confeso placer onanista. “Se podría decir que soy un escritor pajero: si no me excita o perturba lo que estoy maliciando, simplemente lo dejo”, nos dice.

En las primeras páginas del libro, el lector recordará escándalos muy parecidos, ya leídos y vistos en pantalla, ahora protagonizados por el escritor Baylys y Lucía Santamaría, su joven novia. Sin embargo, conforme avanza la historia, la novela se convierte en una cáustica crónica sobre las locuras de la alta burguesía, la improvisación de nuestro sistema político, la posibilidad de construir una nueva vida desde las ruinas y la certidumbre de que, para recorrer nuevos territorios, hay que aprender a  quemar las naves.

Escritores que antes te criticaban, hoy recorren el camino de la autoficción, que define gran parte de tus novelas. ¿Qué les dices ahora?

Los grandes pintores se hicieron numerosos autorretratos. Rembrandt se hizo noventa. Van Gogh, treinta. Picasso, veintisiete. Frida Kahlo estaba siempre pintándose a sí misma. ¿Por qué los escritores no podríamos hacernos autorretratos? Kahlo decía: “Me pinto a mí misma porque soy a quien mejor conozco”. A mí me seduce enormemente el autorretrato como género literario que te deforma y desdibuja y puede convertirte en un monstruo. No me interesa el autorretrato que trata de embellecerte, sino el que te afea y hasta ridiculiza.

¿Ahora que la no ficción parece el género de moda, valdría la pena recortarle la ‘s’ al personaje de Baylys?

No. Me gusta más con la ‘s’ al final. Caben muchos señores y señoras en Baylys. Y no es poca la gente que me llama Jaime Baylys. Me hace gracia. Mejora el apellido. Aunque también me gusta que en Colombia me llamen Gayly.

¿Podría leerse “El niño terrible y la escritora maldita” como una segunda parte de “El huracán lleva tu nombre”?

Sí. Sofía de aquella novela es Casandra en esta novela. Pero en aquella novela Sofía vuelve al final con su novio francés. Y en esta Casandra sigue obsesionada con el impresentable Baylys.

¿Hay una continuidad consciente entre ambos libros?

No, no era consciente. Aquella fue una historia de amor que me hizo sufrir porque pensaba que era totalmente gay. Y esta es una extraña e inesperada historia de amor que, hechas las sumas y las restas, me ha hecho muy feliz.

En este libro hay ternura y melancolía. Incluso cierto espíritu testamentario. ¿Dónde nacen esos sentimientos?

El amor ablanda. La felicidad ablanda. La paternidad tardía ablanda. Cumplir 50 años ablanda.

En el libro, la ficción se complementa con algunas de las columnas que publicabas en un diario local. ¿Estas te ayudan a organizar tu memoria?

Las columnas semanales sirven para capturar los detalles. Es una manera de contar en público lo que va ocurriendo en privado. Sin ellas, el narrador tal vez no recordaría las pequeñas cosas. Y el diablo habita en ellas. Pero, además, que publique esas columnas impúdicas tiene unas repercusiones no menores en los personajes de la trama, que a menudo se sienten violentados, traicionados o humillados porque sus entredichos domésticos se airean por periódico. Le da una textura más a la novela.

¿El nivel de odio y racismo que la ex esposa y sus hijas muestran contra la joven novia de Baylys es perturbador. ¿Cuán enferma de racismo es la clase social que representan?

No creo que sea racismo. En el caso de la ex esposa, es pura locura. Tolera de mala gana que Baylys tenga novios, ya se resignó a eso, pero no que tenga una novia tanto menor y quiera tener un hijo con ella.

Pero al leer insultos como “chola blanca” o “perra chusca” es evidente la denuncia racista.

Yo no veo en esos ataques feroces un fondo racista. Veo, sí, celos, despecho, rencor. Veo a una ex esposa que siente amenazado el patrimonio que cree suyo y enloquece. Veo a un ex novio que no sabe perder y se deja envenenar por el rencor. Veo a unas hijas comprensiblemente mortificadas por el escándalo. Lo mismo hubiese pasado si Lucía fuese escandinava, china, libanesa, nigeriana o maorí.

Baylys considera la televisión como una tribuna de charlatanes. ¿Hay en la televisión algo que la dignifique?

La sección 7x7 de “El Francotirador” era muy digna. La echo de menos.

¿Por qué publicar tu novela con Ediciones B, que no tiene oficina en Lima?

Porque Ediciones B me aseguró un lanzamiento simultáneo en España y América Latina: el Perú, México, Colombia, Chile y Argentina. Y porque Alfaguara solo tenía interés en publicar una novela que he dejado para más adelante.

¿Se puede preguntar de qué tratará esa próxima novela?

Es una novela sobre la familia. Se titula “La sagrada familia”.

Uno de los momentos más divertidos del libro es cuando Baylys busca un partido para comenzar su campaña presidencial. Pero hoy lo que parece parodia es ahora una descripción realista. ¿El modelo de los partidos vientres de alquiler ha tocado fondo en estas elecciones?

En el Perú las cosas nunca tocan fondo. Las personas no pueden estar peor indefinidamente: en un momento se mueren. Pero los países siempre pueden estar peor: no se mueren, no terminan de agonizar.

De los políticos en tu novela, quizá el retrato más cruel sea el de “la gorda machona boca chueca”. ¿Cómo ves ahora su papel de aliada al, como llamas, “presidente cetáceo”?

Me hace muchísima gracia. Es una alianza contra natura. Me parece que el cetáceo ha poseí- do a la señora boca chueca: la ha sodomizado políticamente y la va a dejar muy escaldada.

¿Podemos dar por terminadas sus carreras políticas?

No creo. Pero van a quedar un tiempo como zombis.

¿Sin los Humala en Palacio, te animarás a volver a Lima para animar nuestra conservadora pantalla?

Puede ser. Nunca se sabe. Si gana Keiko, PPK o Barnechea, iré con frecuencia. Si gana Verónika, me temo que visitaré el Perú por Google Maps.

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