Los mercados y la educación (II), por Hugo Ñopo
Los mercados y la educación (II), por Hugo Ñopo
Hugo Ñopo

En “Los mercados. ¿Y la educación?” (El Comercio, 25 de setiembre) argumenté que pensar que los mercados podían resolver el problema de la educación era fe ciega. Para eso presenté una serie de consideraciones conceptuales. Ian Vásquez escribió una réplica a esa columna (El Comercio, 3 de octubre), mostrando evidencia sobre los impactos de la provisión privada de educación. Su argumento de fondo era: “Los privados lo hacen bien” (aunque para ello mostró evidencia parcial y cuestionada). En esta columna presentaré una revisión imparcial de la evidencia empírica que va más allá de lo anecdótico. 

Comencemos por lo general. En el mundo tenemos varias experiencias de participación privada en la provisión de servicios educativos. Los reportes de la OECD muestran con claridad que la relación estadística entre buen desempeño en la prueba PISA y participación privada en los sistemas educativos es casi nula. 

También dentro de la evidencia sistémica, veamos ahora dos ejemplos extremos. Chile y Suecia son los países en los que las reglas de mercado han sido introducidas con mayor profundidad y convicción en los sistemas educativos. En Chile esto sucedió desde los años setenta, en Suecia desde los noventa. Hoy Chile está implementando una “marcha atrás” importante, prohibiendo formalmente el lucro en la educación. En Suecia, las discusiones alrededor de la reducción de la participación privada en la educación están a la orden del día. Esto es, quienes abrazaron versiones extremas de modelos de economías de mercado para la educación están tratando de encontrar la manera de devolverle al Estado una mayor participación en los sistemas educativos. 

En las pruebas nacionales de Colombia, Chile y Perú –por nombrar tres países cercanos con datos confiables de aprendizajes–, es posible observar la siguiente regularidad: a nivel agregado, los desempeños promedio de los estudiantes en escuelas privadas son superiores a los de las escuelas públicas. Sin embargo, cuando se restringe la comparación a estudiantes de entornos socioeconómicos similares, las brechas público-privado son sustancialmente menores y en algunos casos desaparecen. En el Perú, los datos de la Evaluación Censal de Estudiantes muestran una evidencia adicional que llama mucho la atención. En los estratos socioeconómicos más bajos los resultados de los estudiantes en escuelas privadas están por debajo de los de las escuelas públicas. La escuela privada de bajo costo provee muy bajos aprendizajes en sus estudiantes.

No solo la evidencia sistémica es poco optimista respecto a la participación masiva de agentes privados en la educación, la evidencia microeconómica apunta a conclusiones similares. Aquí la literatura ha analizado en profundidad experimentos con el uso de cupones escolares (‘vouchers’) para subsidiar la demanda por servicios educativos. Con estos cupones los padres de familia gozaban de libertad para buscar los colegios privados de su preferencia, más allá de lo que su capacidad de pago les permitiera. Esto ha sido aplicado en contextos tan disimiles como Estados Unidos, India, Colombia y Chile. 

Dennis Epple, Richard Romano y Miguel Urquiola publicaron hace menos de un mes un documento de trabajo en la prestigiosa Agencia Nacional de Investigación Económica en el que revisan imparcialmente experiencias de todo el globo con el uso de cupones. 

Ellos documentan que la experiencia piloto de Bogotá con unas docenas de colegios fue exitosa. Una posible explicación del éxito de esta experiencia es la pequeña escala en la que fue implementada. Solo los mejores proveedores de educación de la ciudad participaron de la experiencia. Las políticas públicas, sin embargo, requieren de escalas mayores. En Chile, en contraste, donde los cupones tuvieron mayor penetración en el sistema (más de la mitad de los estudiantes del país llegaron a utilizarlos), una revisión comprehensiva de la literatura lleva a concluir que la evidencia no es positiva. Los aprendizajes de los estudiantes que hicieron uso de los cupones no mejoraron por encima de estudiantes similares que se mantuvieron en escuelas públicas, sin cupones. Sabemos además que el descontento con el sistema ha estado fuertemente asociado con la estratificación y desigualdad que han generado los cupones. Como era de esperarse, los estudiantes de hogares menos favorecidos socioeconómicamente tuvieron menos oportunidad de aprovechar los beneficios que traía el mercado para algunos otros.

Tanto en lo sistémico como en lo micro la evidencia apunta a lo mismo: profundizar mecanismos de competencia de mercado parece no ser la solución al problema de los pobres aprendizajes de los estudiantes. Al menos no en la escala masiva que se requiere. Sin embargo, globalmente hay mucho entusiasmo por el crecimiento de la oferta privada de servicios educativos, tanto en América Latina como en gran parte del mundo en desarrollo. Vale la pena mirar con atención esos procesos, evaluando sus impactos tanto en los estudiantes que logran acceso a las escuelas privadas como en el sistema educativo en su conjunto. 

Además, a la luz de lo discutido líneas arriba y en la columna de hace dos semanas, es necesario identificar cuáles son las imperfecciones de mercado que generan más distorsiones o resultados no deseados. Dentro de ello, una necesidad urgente es la de encontrar diseños de sistemas que permitan compensar las desigualdades. Y aquí, lamentablemente, los mercados han hecho casi siempre un pésimo trabajo. Por otro lado, el Estado ha hecho también un pésimo trabajo en la provisión del servicio educativo, especialmente en las décadas recientes (y es precisamente por esto, y por la bonanza económica, que ha surgido la oferta privada). 

Ni el Estado ni el mercado tienen la bala de plata para resolver el problema de los sistemas educativos. Así las cosas, seguir pensando en disyuntivas “Estado vs. Mercado” parece ser poco útil. Hace falta pensar mejor en la coexistencia de ambos, potencializando las bondades de cada uno para asegurar una educación de calidad para todos.