Iván Alonso

Los economistas saben (o deberían saber) distinguir entre los niveles y las tasas de crecimiento de las variables económicas. Cuando el presidente del BCR dice en el Congreso que este será de los últimos 26, obviamente está pensando en la tasa de crecimiento. Porque si uno mira el valor de la producción, es, más bien, el segundo mejor. Aun con la caída del 3,4% que se prevé para este año, el valor de la producción agropecuaria, medido en soles constantes, será un 10% mayor que hace cinco años, un 60% mayor que hace 15 años y un 150% mayor que hace 25 años.

Uno también se da cuenta de que el ministro del ramo está pensando en la tasa de crecimiento, y no en el nivel, cuando dice que las exportaciones No solamente porque una exportación negativa es una ‘contradictio in adjecto’, como decían los filósofos medievales, sino porque, al paso que van, serán mucho mayores de lo que han sido en cualquier año anterior al 2021. Un pronóstico válido tanto para las exportaciones tradicionales como para las no tradicionales. La caída del 2% hasta julio no es nada comparada con el salto que han dado después de la pandemia.

La confusión entre niveles y tasas de crecimiento aparece por todas partes. La caída de la inversión privada es otro fenómeno que hay que poner en perspectiva. Puede haber caído un 12% en el primer trimestre y un 8% en el segundo, pero solamente tres veces en nuestra historia (2019, 2021 y 2022) se ha invertido más en el primer semestre del año que en este que acaba de pasar. Además, la caída de la inversión no significa que el ‘stock’ de capital –la capacidad instalada de la economía– haya dejado de crecer; solamente que crece más despacio. Si usted baja la velocidad de su carro, sigue avanzando, pero más lento; no está retrocediendo.

Los comentarios sobre la inflación y su relación con el consumo, particularmente, caen en una confusión similar. Cuando la inflación sube, los precios, naturalmente, suben. Los analistas dicen –y no les falta razón– que la subida de los precios retrae el consumo. Cuando la inflación baja, como está bajando, dicen algunos –y aquí se equivocan– que eso va a “dinamizar” (como les gusta decir) el consumo. Pero no es así porque una bajada de la inflación no significa que los precios estén bajando, solamente que suben más despacio que antes. El poder adquisitivo de los consumidores se sigue mermando.

El descuido en la manera de expresarse de los economistas es lamentable, sobre todo tratándose de autoridades, porque instala un pesimismo injustificado en la opinión pública. Cuando la gente escucha que va a ser el peor año para la agricultura o que las exportaciones serán “negativas”, se imagina que estamos en medio de una catástrofe. Nada más alejado de la realidad. Nadie puede negar que la economía peruana no pasa por su mejor momento, pero peores cosas hemos vivido y hemos seguido adelante. Una visión más ponderada es, además, un antídoto contra el populismo, que se alimenta del descontento.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Iván Alonso es economista