Javier Díaz-Albertini

El ministro de Educación,, se despachó contra la en una entrevista en Canal N (21/2/2023), denunciando al Consorcio de Universidades de utilizarla en favor de sus intereses y de ser la caja chica –vía millonarias consultorías– de distintas ONG y de un partido. Todo esto sin presentar mayor prueba, sino utilizando el recurso favorito de quienes quieren acusar sin sustento: “ya lo verá la contraloría”.

Hacia el final de la entrevista, el ministro entró en modo bíblico, al utilizar el pasaje de la mujer adúltera para explicar la relación entre la Sunedu y las universidades no licenciadas (¿?). Recordemos que una mujer adúltera fue llevada ante Jesús por escribas y fariseos para ponerlo a prueba. Según la Ley de Moisés, la mujer debía ser apedreada por su pecado. Le preguntaron a Jesús qué opinaba al respecto. Él respondió con la famosa expresión: “Aquel de ustedes que esté sin pecado que arroje la primera piedra”. Poco a poco, los acusadores se retiraron, la mujer se salvó y Jesús le dijo: “Anda y no peques más”.

Para el ministro, el Consorcio de Universidades –que supuestamente dominaba a la Sunedu– actuaba de forma “común a cierto sector ideologizado que considera que son dueños de la pureza, de la verdad, y que solo ellos no tienen conflictos de intereses”. Es decir, para Óscar Becerra operaron como los escribas y fariseos a los que Jesús acusaba de hipócritas. Mientras que las universidades no licenciadas son las mujeres adúlteras sancionadas (apedreadas) por aquellos no libres del pecado.

Siempre me ha parecido curioso cómo muchos de nuestros políticos y autoridades son críticos de las instituciones que funcionan bien, pero blindan a las que han engañado y delinquido. Las cuatro universidades del Consorcio (PUCP, Cayetano, Pacífico y de Lima) son centros ejemplares de estudios superiores privados. Han mostrado –todas por más de 60 años– impartir educación de calidad, impulsar la investigación y tener solidez institucional. Los ránkings nacionales e internacionales son prueba de ello. Este hecho, en un país donde abundan las instituciones débiles o corruptas, en mi opinión, sí permite que actúen, opinen y se ubiquen en una posición de rectitud. Y extiendo esta opinión a un conjunto de universidades públicas también de prestigio.

El ministro tiene razón al decir que ninguna institución es perfecta, una de las pocas verdades (aunque de Perogrullo) en su entrevista dedicada a despotricar. Añadió que nadie es impoluto. Sin embargo, eso no pone a todos en la misma situación. No creo, por ejemplo, que ubique a los no impolutos Hitler y Gandhi en un mismo saco. Todas las universidades del consorcio han tenido que enfrentar serios problemas. Lo que las distingue, no obstante, es el tratamiento de los casos difíciles, en los que normalmente se utilizan mecanismos institucionales y legales para tratar de superar los problemas. Y es una actitud que no solo depende de sus autoridades, sino también de la presión ejercida por sus respectivas comunidades universitarias (docentes, alumnos, egresados), que son las principales preocupadas en mantener el prestigio institucional. A esta actitud deben su larga vida y sus estándares de calidad.

Más indignante, sin embargo, fue que el ministro tildase a las universidades no licenciadas de meramente “pecadoras”. No, pues. Por años birlaron impunemente a cientos de miles de alumnos. Cuando se les obligó a tener condiciones básicas no lo hicieron y, por el contrario, utilizaron la presión política para seguir estafando: incumplieron y fueron debidamente sancionadas. Se equivoca el ministro: nunca fueron “adúlteras”, sino “adulteradas”.

El ministro dice que hay que asegurar que las nuevas universidades “no pequen” o “se dejen tentar”, y que evitarlo debería de ser una de las principales funciones de la “nueva Sunedu”. Un discurso vacío cuando observamos que el nuevo Consejo Directivo ha sido elegido con un sinnúmero de faltas legales y éticas, algunas cometidas por el mismo Minedu. Y así recomienza una historia harto conocida: universitarios –y sus familias– que no serán debidamente protegidos de prácticas predatorias similares a las vividas en el pasado.

Disclaimer: advierto, a mucha honra, que fui profesor de la Universidad de Lima por más de 40 años, he dictado en la PUCP, dicto en la Pacífico y en el doctorado del consorcio.

Javier Díaz-Albertini es Ph. D. en Sociología