Rodrigo Cruz

El 9 de setiembre del 2019 una noticia misteriosa y macabra conmocionó al país. Restos humanos habían sido hallados en la vía pública en bolsas plásticas y de rafia repartidas en dos puntos de San Martín de Porres y otro en el Rímac. No se sabía con exactitud quiénes ni cuántas eran las víctimas. Mucho menos la identidad de los asesinos. La única pista eran las sábanas de un hostal con las que envolvieron parte de los cuerpos. Los autores de este horrendo crimen creyeron cumplido su objetivo: además de la matanza, querían generar zozobra y miedo.

Esa mañana, Eduardo Torrico fue uno de los pocos que supo la identidad de uno de los fallecidos. Su esposa lo había llamado para decirle que algo terrible le pasó a su hijo Jafet, de 24 años, y que debían de acudir de inmediato a la comisaría de Sol de Oro. Allí le informaron que eran dos cuerpos los que habían sido cercenados y colocados en esas bolsas cuyas imágenes habían conmocionado al país y que las redes sociales viralizaron. Al inspeccionar las pertenencias de las víctimas, confirmaron que una se trataba de Jafet.

Por entonces, la familia Torrico no lo sabía, pero habían sido la primera víctima directa en el Perú de la hoy conocida organización criminal el , cuya matriz está en la cárcel de Tocorón, en el estado de Aragua, Venezuela. Los asesinos eran miembros de una de sus facciones llamada la Cota 905, que controlaba y cobraba cupos de la prostitución en los alrededores del otrora terminal de Fiori. Jafet, me contó tiempo después el señor Torrico, fue mutilado vivo, junto con su compañero venezolano Rubén Matamoros, en el hostal Señor de Sipán, porque creían que era un informante de la policía. Quien dio la orden fue Freddy Romero Sulbarán, ‘Machelo’, hoy preso y condenado a 33 años de cárcel por este crimen.

Cuando el coronel PNP Víctor Revoredo, jefe de la División de Homicidios, le envió las fotos de los restos humanos a sus pares de Venezuela, la respuesta fue: “Ya llegó el picadillo al Perú”. Se referían a los del Tren de Aragua. Pero con lo que no contaron estos delincuentes fue con la rápida reacción de la policía. Los principales actores fueron capturados, procesados y condenados por la justicia, como corresponde. ‘Machelo’ escapó a Colombia, pero .

Todo esto sucedió hace casi cuatro años. Sin embargo, la indignación ciudadana se apaciguó fatalmente con el paso del tiempo. La crisis política y social, además de la falta de una estrategia clara para enfrentar a la delincuencia del día a día, abonaron el terreno para grupos criminales como el Tren de Aragua y sus intenciones de expandirse, dejando en su camino una estela de víctimas, que comenzó con la familia Torrico y que hoy son esos miles de peruanos que suman a sus preocupaciones diarias la existencia de este grupo que es manejado desde una prisión con total impunidad.

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Rodrigo Cruz es periodista