La sala penal antiterrorismo sentencia a Maritza Garrido Lecca a 20 años de prisión por el delito de terrorismo. En el 2006 le dieron cinco años más. (Foto: Poder Judicial)
La sala penal antiterrorismo sentencia a Maritza Garrido Lecca a 20 años de prisión por el delito de terrorismo. En el 2006 le dieron cinco años más. (Foto: Poder Judicial)
Rafaella León

(52) saldría libre el próximo 11 de setiembre, casi 25 años después de haber sido detenida junto con la cúpula senderista que ocultaba en su casa. El 12 de setiembre de 1992, agentes del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) irrumpieron en el inmueble de la urbanización Los Sauces, en Surquillo, que Garrido Lecca y su pareja, Carlos Incháustegui, rentaban. En el primer piso ella daba clases de ballet. En el segundo escondía a Abimael Guzmán Reynoso, el sanguinario cabecilla de Sendero Luminoso.

Como se recuerda, ella fue condenada a cadena perpetua y recluida en el penal de Yanamayo, en Puno. En el 2002 se anuló su sentencia y se ordenó un nuevo juicio. En el 2005 fue sentenciada a 20 años y al año siguiente, tras la revisión de su proceso, a 25. Desde el 2012, la ex guardiana de Abimael pasa sus días en el Penal Ancón II, en el pabellón asignado a las internas organizadas de Sendero Luminoso. Su madre, Yolanda Risco (83), la visita cada 15 días. En silla de ruedas se desplaza unas ocho cuadras dentro del establecimiento, hasta ver a su hija. “Yolanda se está preparando para estar fuerte”, nos cuenta un amigo de la familia Garrido Lecca. Ella busca guía espiritual de sacerdotes, mientras alista la habitación de su departamento de San Antonio, Miraflores, a donde llegará Maritza a vivir en unos días. “Ha empezado a hablar con la junta de propietarios del edificio para advertirles…”, continúa el allegado, guardando su nombre. Un hermetismo comprensible rodea a la familia. La madre prefirió no recibirnos y Javier, el hermano que más contacto mantiene con Maritza, leyó todos nuestros mensajes y preguntas, pero nunca respondió.

En el 2007 la bailarina escribió un libro, Libertad de danzar (Mano Alzada Editores) que se inicia con una frase que –a pocos días de posar nuevamente sus pies en la calle- resulta premonitoria: “Siempre es difícil comenzar”.

“No va a ser fácil”, sentencia Carlos Incháustegui, 57 años, en el café donde cuenta a Somos cómo pasa sus días tras dejar la cárcel en el 2014. La ex pareja sentimental de Maritza, arquitecto de profesión, fue capturado con ella en la casa donde ocultaban a Abimael. Aún le cuesta adaptarse a la vida fuera de una cárcel.

“Si no te quiebra, la cárcel te fortalece. Estoy empezando de cero, pero hay un estigma. La ley me impide enseñar, licitar con el Estado, ejercer cualquier tipo de actividad política”. Dice estar dispuesto a ayudar a Maritza, quien “deberá tener un perfil bajo y hacer un balance de lo vivido”.

Para Guillermo Bonilla, ex integrante del GEIN y uno de los oficiales que interrogó a Maritza tras su detención en 1992, la bailarina “va a seguir activada, trabajando con ellos [los senderistas], como hacen ahora muchos excarcelados de Sendero”.

Durante 25 años Maritza nunca pidió aislarse, ser trasladada de ambiente, vivir separada de las senderistas. Nunca delató a nadie, no renegó de su pasado. En una entrevista con la revista chilena The clinic (2013) declaró que “lo hecho, hecho está”, en la misma línea de su ex pareja Incháustegui. “Desde mi moral y mi ética, yo no podría renegar de lo que he hecho. Ya pagué lo que tuve que pagar”, dice el ex guardián de Abimael.

Lea el reportaje completo este sábado en Somos.

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