¿Cuál es la relación entre nuestra mente y nuestro cuerpo? ¿Esta conexión es realmente importante? A veces no le prestamos suficiente atención, pero la respuesta es sí. La mente es un universo complejo y si nos detenemos un segundo a prestarle la atención que merece, podremos notar cómo nuestro cuerpo nos expresa cuánto nos necesita.
En esta ocasión, tuvimos el agrado de conversar con Amalia Andrade, escritora, periodista e ilustradora colombiana, en el marco del lanzamiento de su último libro “No sé cómo mostrar dónde me duele”. En esta obra, explica la importancia de expresar nuestras emociones y cómo exteriorizarlas es una necesidad no solo de la mente, sino también del cuerpo.
“Me parece que después de la pandemia, tenemos mucha más información que antes. Sin embargo, son temas que apenas estamos abordando como sociedad, pues estamos llegando muy tarde. Es curioso cómo el paradigma, desde la medicina hasta el entendimiento de la mente humana, no haya priorizado la manera en la que funciona nuestra mente, es decir, la salud mental y nuestros mundos emocionales”, estableció la autora.
"Durante mucho tiempo la salud mental ha sido un universo puesto en segundo plano. Para mí, es importante ponerlo en el primer plano para que no quede en el olvido."
–¿Qué te motivo a escribir sobre el proceso de ‘mostrar dónde nos duele’?
Siento que todos tenemos educaciones emocionales un poco restringidas por la sociedad en la que vivimos, la cual es muy compleja y ejerce muchas presiones sobre nuestros mundos emocionales. Darme cuenta de estas violencias -que no son tan evidentes- me motivó a hablar sobre este tema.
Creo que, gracias al trabajo de muchas otras personas en otras áreas, es muy fácil saber de qué manera somos oprimidos. La sociedad todo el tiempo te está diciendo que hay emociones que son mejores que otras. Incluso, nuestras emociones son guiadas por temas sociopolíticos, de coyuntura o de clase. No está bien visto ser una persona emocional en público, pues te enseñan que expresarse es algo de carácter más privado.
Además, aparte de querer entender mejor estas emociones, lo que busco lograr es que las cuestionemos un poco cómo es que suceden.
–¿Consideras que, en nuestra sociedad, las emociones continúan siendo vistas de esa forma?
Totalmente. Hay un estigma muy grande con respecto a la salud mental que habla precisamente de esta violencia. Hemos normalizado ir al médico si nos duele la cabeza, pero no está normalizado acudir a un especialista de la salud mental si no nos encontramos bien. Eso habla de una desconexión con nuestros mundos emocionales y de cómo la sociedad castiga la emocionalidad. Para el mundo, estar mal no está bien.
Desde mi primer libro, hay una frase que, a pesar de sonar tan sencilla, tiene muchísima profundidad: “está bien estar mal”. A pesar de su importancia, es muy difícil cumplirla en la sociedad de hoy en día. Afortunadamente, últimamente estamos poniéndola más en práctica.
–¿Crees que ese es el motivo por el que las personas no saben cómo explicar dónde les duele?
No necesariamente. Lo que yo creo es que, por la sociedad, la cultura, la historia y la forma en la que se ha desarrollado la psicología y la psiquiatría, hemos creído que las emociones y el cuerpo no están muy ligados. Por ello, pensamos que los proceso psicológicos suceden solo en la mente y no es así. El cuerpo es la herramienta con la que uno siente.
Preguntarnos ‘dónde nos duele la tristeza’ puede ser un ejercicio muy poderoso porque el cuerpo entra en la ecuación. Creo que es profundamente sanador y liberador. Es posible que a algunos les resulte más fácil que a otros, pero es algo que todos deberíamos hacer.
–En la contratapa del libro mencionas que es una pieza que te costó mucho escribir, ¿por qué?
Creo que vivimos en una sociedad donde las narrativas del ‘yo’ son una forma de venderse a sí mismo, lo que hace que vivamos en una época donde las identidades se vuelven rígidas, donde estás forzado a delinear cómo eres.
En ese momento, me dije que no quería ser nada de lo que fui antes. Tuve una crisis muy grande y dije ‘no quiero ser la escritora que fui antes’, pues no quería que mis lectores se sientan obligados a convertir sus tristezas. Me costó mucho escribir, pero decidí seguir mi instinto.
Por ello, creo que este libro tiene muchos trasfondos, donde el más importante es que está perfectamente bien dejar ir a tu ‘yo’ del pasado y buscarse a sí mismo, ser una persona nueva.
–Para alcanzar un objetivo de esa magnitud, ¿qué preparación consideras que debe tener una persona que quiere escribir sobre salud mental?
Debe haber muchísima preparación. Yo siempre hago investigaciones bastante largas y un exhaustivo trabajo periodístico. En este libro en particular, me demoré bastante tiempo en investigar, indagar y verificar. Es algo necesario por la responsabilidad que tenemos al hablar de estos temas, los cuales deben ser tratados con el debido respeto.
Del mismo modo, siento que debemos darle espacio a muchas voces, ya sean especialistas de la salud mental, pacientes, filósofos, escritores, sociólogos o expertos en neurociencia. La persona que lee el libro está creando nuevas ideas y perspectivas y no podemos tomarnos eso a la ligera.
–¿Qué consideras que obtiene el lector al leer libros como este y, por ello, decidir afrontar sus emociones?
Va a aprender mucho sobre cómo funciona su mundo emocional, cómo las emociones afectan nuestro cuerpo y lenguaje y cómo esto funciona en la sociedad. Se conocerá a sí mismo y estará más cerca de abarcar sus emociones para tener una vida más plena.
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