En un mundo en el que cada vez más se valora y se promueve la autoexpresión y la afirmación personal, existe un tipo de personalidad que prefiere el silencio y la invisibilidad. Imagina a una persona que elige no destacar, que se mantiene en un segundo plano en los entornos sociales y rara vez comparte sus opiniones. En definitiva, este comportamiento no es simplemente un rasgo de timidez o modestia, sino más bien, una manifestación de una personalidad compleja denominada como ecoísmo.
Pero, ¿qué lleva a alguien a convertirse en un ecoísta? ¿Es una elección consciente o una respuesta a experiencias tempranas? Y lo más importante, ¿cómo pueden estas personas encontrar un equilibrio entre su tendencia natural a la modestia y la necesidad de ser escuchadas y valoradas? Por esta razón, para explorar estas y otras interrogantes, Bienestar conversó con dos especialistas, con el fin de poder entender las raíces y los efectos de esta enigmática personalidad, así como también abordar una serie de estrategias efectivas para que los individuos con estos rasgos, puedan expresar sus necesidades sin sentirse culpables y puedan desarrollar una autoestima saludable.
¿Cuál es el origen del término “ecoísmo”?
De acuerdo con Tatiana Mogollon Carrillo, psicóloga y docente de la carrera de psicología de Continental University of Florida, el término “ecoísmo” parte de la mitología griega, por lo que también es conocido como el complejo de Eco. Básicamente, esta historia narra la vida de “Eco”, una joven ninfa que se enamoró de “Narciso”. Sin embargo, Eco había sido maldecida y solo podía repetir las últimas palabras que escuchaba, lo que le impedía expresar sus sentimientos a Narciso. Al enterarse de su amor, él la rechaza, burlándose y menospreciándola constantemente. Como resultado, Eco decide regresar a su cueva, donde queda recluida y permanece inmóvil, sumida en su dolor, hasta que se convierte en una de las piedras de la caverna.
“A raíz de este mito, en la psicología podemos encontrar el término “eco” o “ecoísmo”, cuando se hace referencia a la codependencia, especialmente direccionado hacia personas de personalidad narcisista, narcisismo oculto o adicción afectiva”.
¿Qué es una personalidad ecoísta?
La evidencia clínica la denomina como un rasgo de personalidad en el que el individuo invalida inconscientemente su propio “yo”, subordinando así su autoestima, sus derechos, deseos y necesidades, con la finalidad de complacer a otra persona y convertirse en un espejo de esta. Aunque podría confundirse con la sumisión, como explicó la psicóloga, el ecoísmo se considera como la complementariedad del narcisismo, ya que se destaca por una entrega amorosa casi masoquista, en donde la persona ve reflejada su valía y existencia en el otro, de manera que, cuando esta figura desaparece, el individuo comienza a desintegrarse.
“En concreto, estas personas han aprendido a ignorar sus necesidades básicas, pues creen que “merecen menos de lo que tienen”, por lo que priorizan las de los demás. Sin duda, desde una perspectiva psicológica, este es un rasgo psicopatológico dentro de la personalidad que acarrea mucha disfuncionalidad social, emocional, moral y cognitiva”, precisó la psicóloga clínica, Angela María Otazú López.
Por consiguiente, entre las características principales de una persona con rasgos ecoístas se consideran las siguientes:
- La imposibilidad o dificultad de saber que necesitan, que quieren o que les motiva.
- Miedo a sentirse especiales.
- Baja autoestima.
- Suelen atraer a individuos con características del narcisismo y se sienten cautivados por ellos, como un complemento de necesidad.
- Malas relaciones interpersonales.
- Sienten que no son merecedores de amor o felicidad.
“En el caso de estas personas, el temor a ser el centro de atención se convierte en una necesidad imperativa, puesto que consideran que no tienen el derecho de sentirse validadas y que no son merecedoras de este tipo de atención. Además, creen que, al serlo, se sentirían como personas egocéntricas, vanidosas o incluso narcisistas. Por lo tanto, son individuos que tienen una imagen negativa de sí mismos, una falta de confianza en sus fortalezas, capacidades y habilidades, así como también carecen de amor propio y autoaceptación, al punto de que intentan acoplarse a la personalidad de otro, perdiendo por completo su propia identidad en el proceso”, destacó Mogollon.
¿Qué factores contribuyen al desarrollo del ecoísmo?
Se puede considerar el abandono afectivo como un factor influyente, especialmente en la etapa de la niñez, en la cual estas personas aprendieron que, para recibir el mínimo de afecto o atención, debían “portarse bien”, aceptando y/o cediendo a las necesidades del otro sin réplica alguna. Más adelante, esto puede convertirse en un “servilismo patológico”.
Asimismo, como aseguró la experta de Continental University of Florida, toda experiencia traumática y condición de abuso durante la infancia puede influir significativamente en el desarrollo de creencias y conductas desadaptativas, las cuales afectan directamente en el modo de relacionarse y establecer vínculos con los demás.
“Aunque la literatura científica no aborda una correlación directa entre el ecoísmo y las experiencias traumáticas o el abuso en la infancia, sí podemos encontrar una posible homologación con los términos codepedencia emocional, adicción emocional o apego ansioso”.
¿Cómo afecta el ecoísmo en la vida diaria?
Según Otazú López, debido a las malas relaciones interpersonales y las pocas habilidades sociales, emocionales y cognitivas que presentan estas personas, el ecoísmo puede generar una disfuncionalidad en el comportamiento, como la manera en la que enfrentan las dificultades o establecen vínculos inadecuados. Asimismo, como refirió Tatania Mogollon, en el caso de los individuos que presentan estos rasgos, se caracterizan por una empatía extrema y poca asertividad, es decir, no saben expresar sus necesidades o decir que no frente a peticiones de los demás, al igual que, suelen permitir que otros se adjudiquen sus logros.
“Ciertamente, este tipo de personalidad puede repercutir seriamente en la manera en la que interactúan y establecen relaciones, por lo que podríamos englobarlo dentro de lo que se considera comúnmente como “relaciones tóxicas”, dado el nivel de deterioro psicobiológico que este implica, ya que va desde la incorporación de pensamientos de desvalorización, comportamientos destructivos hasta la somatización de enfermedades. De igual modo, como todo problema de salud mental caracterizado por la anulación y desintegración de uno mismo, puede conllevar al suicidio, puesto que frente a la pérdida de quien provee el sentido de vida y la razón de la existencia de estas personas puede conducir a conductas autodestructivas”.
Por esta razón, como señaló la psicóloga clínica, ante la presencia de relaciones insanas, vínculos inadecuados, problemas para interactuar en sociedad o signos de violencia, dependencia y desvalía, es fundamental que las personas busquen ayuda profesional para poder manejar estos rasgos de personalidad.
¿Cómo se puede gestionar este rasgo de personalidad?
Es importante tener en cuenta que, los rasgos no se mitigan con el tiempo ni desaparecen, ya que constituyen nuestra personalidad. No obstante, como afirmó Mogollon Carrillo, lo que sí podemos hacer es aprender a gestionar la manera en que estos se manifiestan. Además, aunque las estrategias prácticas dependerán del tipo de apoyo terapéutico recibido, hay recomendaciones generales que pueden ayudar a mejorar aspectos como la autovaloración y la autoestima, que están estrechamente relacionados con este tipo de personalidad.
- Reconocimiento interno: Trabajar en la construcción de una autoestima basada en el autorreconocimiento en lugar de la aprobación externa puede ayudar a reducir la dependencia emocional. Por ello, es esencial identificar y aceptar nuestras fortalezas, limitaciones y oportunidades, lo cual nos servirá positivamente como fuente de protección.
- Reestructuración de pensamientos irracionales: Todos tenemos pensamientos y creencias de los cuales, somos conscientes y otros que son mucho más profundos y que, aunque no tengamos claridad de su existencia, están ahí presentes para reforzar nuestras creencias limitantes. Por este motivo, al empezar a cuestionar la realidad y veracidad de estos pensamientos, nos permitirá entender que no siempre todo lo que nos decimos es real o verdadero, por lo que podemos replantearlo.
- Practicar la autorreflexión: Antes de culminar el día, es necesario hacer un análisis de las vivencias que hemos experimentado en torno a cómo nos hemos sentido, lo que pensamos al respecto, la forma en que hemos actuado y las alternativas de cambio y/o solución en caso de que se presente una situación igual o similar en el futuro.
- Construir redes de apoyo saludables: Establecer vínculos nos permite conocer diferentes perspectivas y modos de interactuar que aportan de forma saludable a la mejora y desarrollo de nuestro ser. Por otro lado, estos vínculos nos otorgan un sentido de pertenencia que puede minimizar las conductas autodestructivas al convertirse en una fuente de protección.
- Fomentar el refuerzo positivo: Es importante identificar y celebrar los logros, por más pequeños que sean. Esto ayuda a crear una mentalidad positiva y a contrarrestar la autocrítica.
- Practicar el autocuidado: Priorizar el autocuidado y dedicar tiempo a actividades que proporcionen satisfacción personal es crucial para mantener un equilibrio saludable.
- Promover la asertividad: Aprender a decir no y establecer límites saludables puede ayudarnos a proteger nuestro propio bienestar y evitar el agotamiento. Igualmente, la asertividad permite que las personas ecoístas se expresen de manera clara y directa, sin agresividad ni sumisión lo que, a su vez facilita la construcción de relaciones más equilibradas y respetuosas.
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