Cuando Sebastián Vignolo opinó a contracorriente en la televisión argentina que el mejor central de Boca la última campaña había sido Zambrano, sabía que iba a levantar olas. Lo que no imaginó, en cambio, es el calibre de los insultos que recibiría como respuesta. Algunos lo acusaron de ignorancia supina en materia futbolística, otros de ser títere del consejo directivo xeneize y los más viscerales, pocos en realidad, de recibir un sobre para emitir tal comentario. En el exagerado mundo del fanático boquense, las pasiones sobrepasan el análisis cavilado. Está claro que Zambrano no es Meléndez, pero el grueso de las críticas no ha sido proporcional con su rendimiento.
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Como en la parábola hindú en la que un grupo de invidentes describe como es un elefante, de acuerdo a la parte que le tocó palpar del paquidermo, la evaluación que se hace del peruano en Boca tiene el sesgo de la subjetividad. Cambie el elefante por “El León” y encontrará similitudes. El primer ciego, que había tocado únicamente la patas del animal contó que el proboscidio era como una columna, el segundo que había palpado la cola dijo que era un cepillo, y así sucesivamente. Igual ocurre con Zambrano, son pocos los que evalúan de manera integral su desempeño desde que llegó al club. Si se le valora solo estadísticamente Vignolo está más cerca de la realidad que quienes lo defenestran.
Los detractores del peruano afirman que siempre sale en la foto de los goles que ha recibido Andrada. Es cierto, pero no es verdad que haya tenido responsabilidad en ellos. Se le culpa, por ejemplo, del tanto con el que River Plate le igualó el clásico a Boca ¿Cómo le va a ganar el cabezazo un juvenil? le reprochan, olvidando que los de Russo jugaba con uno menos, que el centro vino más cerca de la posición del joven riverplatense y que Federico Girotti mide 1.91, estaba fresco, y es un tanque. Cuando un equipo recibe un tanto no siempre es error propio, también puede haber mérito del contrario.
Algo similar ocurrió en el juego consagratorio contra Banfield: Carlos lo hacía bien hasta el primer minuto del descuento y Boca, que se había quedado con nueve, soportaba una avalancha. En la última del partido “El Taladro” consigue el empate y fuerza los penales. El culpable, una vez más, para el hincha azul y oro fue Zambrano. Perdió la posición afirman. Banfield tenía dos jugadores más y estaba lanzado, “El León” se prodigaba tratando de cubrir los espacios que, por inferioridad numérica, se generaban. No hubo caso. Como contra Argentinos Jrs le imputaron el haberse dejado anticipar, sin tomar en cuenta que los delanteros rivales no son estatuas de sal.
Con Zambrano de titular Boca solo ha perdido un partido, uno solo. Ese día ante Lanús la actuación de Carlos fue discreta. En todos los demás encuentros tanto en la Libertadores como en la Copa Maradona y los dos partidos del campeonato pasado “El León” ha cumplido.
Llegó a la Bombonera precedido de un aura de violencia que ha sabido corregir. No lo han echado nunca. De hecho, en las semifinales contra Santos alguien con su temperamento hubiese sido necesario. Su presencia impone un respeto que Licha López no ofrece.
Zambrano no es menos que los centrales de Boca, pero se ha instalado la idea de que es el más flojo de todos los de la retaguardia. Acaban de sumar a Marcos Rojo para “jerarquizar” la defensa. A Carlos la hinchada no le va a perdonar una. No importa que ya haya levantado dos Copas o que haya resignado dinero para jugar en Boca. Podría irse, es lo más fácil y quizás lo más inteligente, pero se va a quedar a tratar de rugir fuerte. Así es él.
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