Solo un detalle permitió adivinar que en Wembley, con el duelo entre Bayern Múnich y Borussia Dortmund, llega dentro de poco el primer gran partido del año: la aparición de los revendedores, esas personas que se apostan en accesos estratégicos al estadio ofreciendo entradas para la final de la Champions League.

“Tickes, tickets”, susurraba uno de ellos, llamado George, a los pocos despistados que pasaban por debajo del puente que lleva a Wembley, el lugar más discreto posible para ofrecer una transacción tan particular.

Los precios son astronómicos: 1.000 libras para la entrada más cara * y *500 la más barata (584 euros o 750 dólares). Cuatro veces más de su precio original, ya de por sí sensacional. Y George avisa: “Es una gran oportunidad, mañana costarán el doble ¡o el triple!”.

Y como el particular comerciante es de dudosa legalidad, pero muy ordenado, entrega a los interesados una tarjeta con el nombre de su empresa (P.A. Productions), que incluye su teléfono móvil y hasta correo electrónico. “Aquí siempre hay trabajo, estamos para servirles”, se despide.

OCHENTA MIL ALEMANES EN CAMINO En Oxford Street, el centro de Londres, es otro día normal. No se ve a un solo hincha alemán y en las tiendas no se exponen camisetas ni bufandas de Bayern Múnich o Borussia Dortmund. Solo las ropas con las leyendas de siempre: “I Love London”.

De momento, los aficionados al fútbol deben conformarse con reductos como el Octoberfest, el pub situado a orillas del Támesis y el preferido de los hinchas del Bayern, o el Zeitgeist, que recibe con sincera hospitalidad a los aficionados del Dortmund. Más allá de eso, hoy solo es un día más en la húmeda Londres.

Pero otra cosa ocurrirá a partir de mañana y, sobre todo, el sábado, cuando se espera el desembarco de 80 mil hinchas alemanes, aunque solo 60 mil podrán entrar en Wembley. También hay crisis en Alemania y los hinchas van únicamente al partido, dejando para otro momento las vacaciones y el gasto de euros, si hay plata.

Y es ahí, con esos 20 mil hinchas que sueñan con una entrada, donde aparece George, consciente de que el negocio es cuestión de paciencia. El organizado reventa de Wembley espera al sábado para hacer negocios que permitan crecer a su fructífera empresa. De momento, solo de momento, él es todo el olor a fútbol que desprende Wembley.