PEDRO CANELO @jovennostalgico
La historia de Alí Bennaceur es algo más que solo una divina comedia. Cuando este ex árbitro tunecino creyó haber visto a D10S, no sabía que estaba reservando, al mismo tiempo, un lugar en el infierno. El 22 de junio de 1986, Diego Armando Maradona se elevó junto al portero inglés Peter Shilton y asombró al mundo con un salto que parecía ser propio de un espacio sideral. Pudo ser un milagroso atentado contra la gravedad, pero fue más un robo de esquina a mano armada. Y Bennaceur no lo vio: nunca más arbitró un partido importante.
El juez que no cobró la mano de Dios pecó de creyente. Vio que su juez de línea, el búlgaro Bogdan Dotschev, corrió hacia el centro de la cancha y no dudó. Lo que había hecho Maradona con él era casi un hechizo. Cuando anotó ese gol después de superar a medio equipo inglés, quise aplaudirlo, dijo hace un par de años Bennaceur en una entrevista publicada por el diario Olé.
Después de esto solo espero sobrevivir, le declaró el sueco Martín Hansson el que no vio la mano de Henry en el Francia vs. Irlanda a una radio de su país hace cuatro años. Quizá este juez debería preguntarle a Alí Bennaceur, quien después de 23 años no solo vive tranquilo sino que guarda como trofeo de guerra un recuerdo de su peor día: el tunecino tiene en la sala de su casa una vitrina con la camiseta azul, Le Coq Sportif, número 10, que usó Maradona en ese encuentro.
Benny Ulloa fue el tercer juez de ese partido entre Argentina e Inglaterra. Este costarricense recuerda que fue Carlos Pachamé, asistente técnico de ese equipo argentino, quien llevó la camiseta de Diego al hotel de los jueces. Para Alí Bennaceur fue un consuelo tardío; después de ver el video del gol de Maradona, cuenta Ulloa, el tunecino lloró.
Hay árbitros corruptos por confesión como el alemán Robert Hoyzer (se trajo abajo una mafia croata después de hablar). Hay árbitros víctimas como el colombiano Álvaro Ortega, que murió baleado en 1989, o árbitros que se expulsan a sí mismos como el argentino Fabián Madorrán, quien se suicidó después de enterarse de que no podía seguir en el fútbol.
Alí Bennaceur fue demasiado bueno para aceptar la malicia de Maradona. Su ingenuidad dura hasta hoy: cada año, dice, festeja con su familia el día que un jugador avispado lo mandó a la lona para siempre.