En una nueva etapa de su vida en la que se dedica a liderar una ONG que ayuda a jóvenes de bajos recursos en Puente Piedra, Roberto Guizasola no pierde su carisma y continúa siendo el mismo jugador simpático de antaño. En diálogo con El Comercio, el popular ‘Cucurucho’ contó capítulos importantes de su vida: la partida de Paolo Guerrero al Bayern Múnich, el reencuentro con el goleador y Jefferson Farfán en una Sub 23, la famosa llamada de Alejandro Sabella y lo que sufrió en la final del 2011 frente a Alianza Lima.
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-¿Esta generación de futbolistas es mejor que la de 1984?
No, decir eso es una falta de respeto. Aquí hay que rescatar que estos muchachos han hecho historia. Yo como peruano me siento feliz, consiguieron clasificar al Mundial. Acá no tiene que ver la calidad individual de los jugadores. Las individualidades pasan, los logros quedan, esa es la verdad. Además que esta generación pudo complementarse con la anterior. Estoy muy contento por mis compadres Jefferson y Paolo.
-¿Qué se siente ponerse la camiseta de la selección?
Es otra sensación, totalmente distinta a las otras en el fútbol. Cuando uno comienza, uno sueña con jugar en el equipo que uno es hincha. Tuve la suerte de jugar en Alianza Lima. Luego quieres surgir y jugar por tu país. Eso no tiene comparación: la ansiedad es mayor, la sensación previa a los partidos es indenoscriptible por lo que se vive en las calles, entrar al estadio y ver todo lleno, cantando el himno, no puedes creerlo. La primera vez que me tocó, me puse a pensar en toda mi carrera. Es un momento único.
-¿Qué recuerdos tienes de aquella convivencia en la selección?
Todo lo que viví fue pleno. Es muy lindo estar ahí. Hay personas que conoces desde pequeño, porque uno integró selecciones juveniles, como el ‘Tío’ Vilca o el cocinero al que le dicen ‘Negro Galleta’. Jefferson todo el día lo fastidiaba, yo lo jodía y él me quería pegar, pero Farfán lo molestaba y no le hacía nada; luego me enteré que la ‘Foca’ le daba un sencillo (risas).
-¿Cuál fue tu sentimiento cuando viste a tus compadres en el Mundial?
No solamente en el Mundial. Desde muy niños compartimos los mismos sueños en torno al fútbol. Paolo se fue muy niño a Alemania, tenía 16 años, fue raro. Luego, cuando pasaron los años y me estaba preparando para irme a entrenar, veo en el noticiero que debutó en Alemania. Con Jefferson nos quedamos, él la rompe en Alianza y se va a Holanda. Desde ahí sentí mucha felicidad. Ambos tienen películas, títulos, gloria deportiva, la clasificación a Rusia fue la cereza del pastel.
-¿Cómo se dio la partida de Paolo Guerrero de Alianza Lima?¿Les dijo algo?
Ya se venía hablando de eso, nosotros hacíamos giras por Alemania y España, y destacaban Paolo y Jefferson en torneos de menores. Era imposible que no te causen gracia, eran muy alegres para jugar. Los clubes nos estaban observando, claro que ellos destacaban más por su forma de juego. Guerrero hacía muchos goles, creo que ya le había llegado la invitación para ir al Bayern Múnich. Simplemente era cuestión de que acepte y así fue. Recuerdo haberme quedado hasta tarde en la cancha de Alianza, como siempre, ayudándolo con los centros o con los pases para que defina. A él siempre le gustaba entrenar, perfeccionaba su técnica, eso lo mantiene hasta ahora. Al día siguiente fui y ya no estaba Paolo, fue triste por todo el tiempo junto que compartimos desde los once años.
¿Hubo despedida, él se los comentó o cómo fue?
Fue de un día para otro. Después, al tiempo, nos juntamos en una Sub 23, felizmente fue rápido y retomamos la amistad. Fue en un Preolímpico de Chile, justo nos quedábamos a dormir los tres (con Jefferson). Luego de mucho tiempo de no verlo, la pasamos fenomenal. Juntarnos fue muy lindo.
-¿Qué tan cierto es que los utilizaste como motivación para llegar a la selección mayor?
Lo que pasa es cuando ibas a ver menores era algo impresionante. Jefferson llega a Alianza cuando tenía 13 o 14 años, pero ya desde Municipal la rompía, con sus chimpunes blancos, que se despintaban durante el partido por la lluvia. Era muy gracioso ver eso. Luego se hizo un grupo más compacto en Alianza, por partido metíamos 7 u 8 goles y se lo repartían entre ellos, a veces 4 cada uno u otras veces nos dejaban uno para nosotros. Ellos no se daban cuenta de la magnitud de lo que hacían, daban espectáculo. Ahí nació la famosa categoría 84. En las convocatorias de Perú estábamos siempre ahí; sin embargo, ellos avanzaron. Jugamos todas las divisiones menores pero no conseguía hacerlo en la mayor, por eso me esforcé y llegué.
-Siendo hincha confeso de Alianza Lima, ¿cómo se sintió ganarle una final al equipo de tus amores?
Ufffff. Es un tema del que no me gusta hablar mucho, fue muy difícil. Yo vine de Argentina directo al Juan Aurich y Edwin Oviedo se portó muy bien conmigo. Él me dijo que quería campeonar, que estaba harto de quedar entre los primeros lugares, por eso pensó en mí para jugar de lateral derecho. Gracias a Dios llegamos a la final, pero siete u ocho días antes se filtró que yo supuestamente había arreglado con Alianza Lima para la temporada 2012. Eso me ocasionó un problema enorme con el plantel. Mis compañeros me decían: “Oe, ¿has arreglado con Alianza?” y yo desmentía todo. Encima, el primer partido lo perdimos en Chiclayo, donde nunca habíamos caído, por 2-1. Entre ese partido y en la segunda final viví los días más difíciles de mi vida. Tuve muchas charlas con el profesor Umaña y con Edwin, ellos confiaron en mí. Luego fuimos a Matute a jugarnos el todo o nada, y eso que Alianza era campeón con el empate. A ello tienes que añadirle que mi madre Rosa vino al hotel y metió una puteada bravísima, me hizo sentir peor. Según ella, jugué muy mal, sin intensidad, que las finales no se juegan así. Llegué a La Victoria con la presión de mi mamá, del presidente y de mis compañeros. Ese día tuve que correr muchísimo, felizmente pude meter un pase de gol para ayudar a campeonar al equipo. Quitarme esa carga fue un relajo enorme.
-El último partido fue muy tenso...
Fue la primera vez que vi a mi hermano Diego Penny tapar a ese nivel. Fue su momento. Tuvo unas cuatro atajadas clave. Nosotros sabíamos que Alianza Lima tenía un equipo bastante joven, nosotros éramos experimentados, con ‘Cuto’ que tenía como 50 años, Ciciliano, el ‘Pana’, Sheput, entre otros. Nosotros queríamos llevarlo a la tanda de penales. Teníamos pateadores con mucha clase, ellos no, por eso jugamos a eso. Salió todo como queríamos. Veníamos de jugar tres partidos seguidos en una semana, estábamos muy cansados. En Chiclayo nos hicieron correr bastante, en Matute muchísimo más. Nosotros tuvimos que proponer, ahí agotamos todas las balas. Umaña nos indicó que nos cuidemos en el Nacional, teníamos que fajarnos para llegar a los penales, ahí no podíamos fallar. Nunca más lo vi tapar así a Diego (risas).
-¿Cómo fue levantar la copa ante tantos sentimientos encontrado?
No lo disfruté. Los hinchas aliancistas saben que cuando jugué en contra nunca les hice un gesto obsceno. Yo les debo parte de mi vida a dicha institución, ahí me formaron, les guardo un cariño enorme.
-¿Qué se siente que Alejandro Sabella te haya pedido?
Era fruto de mi trabajo pero no lo creía. No pensaba vivir eso, que me llame el presidente de Juan Aurich luego de la Copa Libertadores para decirme que un equipo argentino estaba interesado en mí. Hablar con él me llenó de confianza, lastimosamente no se dio la transacción. Aurich quería vender la totalidad del pase y Estudiantes no podía acceder a ello. La diferencia radicó en eso, números, yo sé que en Estudiantes hubiese tenido un desempeño futbolístico distinto.
-¿Recuerdas lo que te dijo Sabella en aquellas llamadas telefónicas?
Me preguntó si podía destrabar mi pase para que pueda fichar por Estudiantes. Él me dijo que era el lateral que necesitaba para su equipo, eso me llenó de mucha confianza. Lástima que no se dio, el único equipo que estaba dispuesto a comprar la totalidad del pase fue Rosario Central.
-¿Qué puedes destacar sobre tu estadía en Argentina?
El fútbol argentino es muy competitivo. No sabes lo que era el predio que tenían en Arroyo Seco: cuatro canchas de fútbol, un hotel de concentración impresionante, un club náutico y el Gigante de Arroyito. Era impresionante entrenar ahí, fue muy lindo haber formado parte de ese club con tanta historia y tanta hinchada.
-¿Te acuerdas del plantel y la convivencia en Rosario Central?
Cuando se estaba dando el pase ya fui investigando. Yo me fui a Argentina dos veces, la primera para intentar cerrar con Estudiantes que no se dio y luego para cerrar con Rosario Central. Ahí me informé bastante, cuando llegué no me hicieron sentir extraño, encima estaba ‘Mostaza’ Merlo como entrenador, un gran tipo, muy divertido. Estaba con el ‘Killy’, Figueroa, el ‘Chacho’ Coudet que recién estaba comenzando. Fue una experiencia bastante enriquecedora. Ahí me di cuenta que los peruanos son muy ricos técnicamente, pero ellos son mucho más disciplinados y constantes.
-¿Por qué afirmas eso?
Ellos están acostumbrados a otra cosa. El profesionalismo se aprende y es bueno seguir con eso. Ellos llegan dos horas antes del comienzo del entrenamiento, yo estaba acostumbrado a llegar un cuarto de hora antes. Hacen gimnasio o trabajan algún aspecto físico para estar cada vez mejor. El talento no es suficiente, uno tiene que estar preparado para todo. Ahí te das cuenta de muchas cosas.
-Tú has visto el fútbol de una forma distinta, con un rol social, incluso educador, ¿en esta etapa de tu vida quieres emular lo que hicieron contigo?
Constantino Carvallo nos hizo vivir cosas hermosas mientras crecíamos, él es único. Nos generó mucha ilusión y nos ayudó a crecer, como él no existirá otro igual. Nosotros, con Jefferson y Paolo, tratamos de continuar con lo que nos enseñaron. Queremos ayudar a los niños de bajos recursos y formarlos, primero como personas y luego como futbolistas.
-Cuéntanos más acerca de tu ONG.
Es la primera vez que jugadores se juntan para crear una casa hogar en torno al fútbol. Nosotros tuvimos ese privilegio y hubo convenido con los Reyes Rojos por medio de Constantino Carvallo. Ahí teníamos todo: estudio, formación y nos ayudaron con los sueños. Constantino nos regalaba su tiempo, nos llevaba a comer anticuchos al frente del Estadio Nacional, todo era felicidad y nos decía que todo se podía lograr en base a esfuerzo y sacrificio. Eso lo entendimos bien y queremos replicarlo con otros niños.
-¿Cuál es la misión y cuál es el siguiente paso?
El siguiente paso es poner un colegio, tenemos un edificio pero aun falta. Seleccionamos chicos de bajos recursos que tienen talento para el fútbol. Nosotros los mandamos al colegio Arcángel, en Puente Piedra, con el que hemos realizado un convenio. A la par, van a una casa hogar para formarlos y que estos jóvenes no causen problemas en el colegio, ya que son becados. Con Jefferson hemos comprado una ‘combi’ para que estos niños puedan tener una movilidad para ir al colegio y puedan surgir. La idea es que se formen como personas y luego se dediquen al fútbol si es que se puede. Queremos que sirvan a la sociedad. Gracias a Dios que contamos con Salomón Lerner y el Banco de Alimentos del Perú que nos apoyan, estos niños están solos, necesitan toda la ayuda posible. En la calle, en los barrios, todo es normal, por eso necesitan formación para que puedan progresar en la vida.
-Por último, cuéntanos una anécdota de Jefferson que no hayas contado...
Jefferson siempre fue valiente, nunca tuvo miedo para pelear. En una ocasión, Donny Neyra ya lo tenía aburrido. Neyra lo habrá golpeado unas cinco veces, pero Farfán seguía ahí. Le teníamos que decir que se detenga y él continuaba molestando. Siempre fue así, nunca tuvo miedo, se le ha parado a varios ‘peso pesados’. Siempre iba al frente. Yo buscaba problemas y lo hacía pelear a él: “Anda, corre, pelea”. La gente cree que no, pero sí le gustaba. Cuando él llegó a Alianza procedente de Muni, en el comedor había una tía que se llamaba ‘Chabela’. Ella preparaba comida para todos, solo a veces preparaba lomo y eso para nosotros era como saborear un bife ancho. Todos los días comíamos pollo o a veces carne. Recuerdo que ese día que prepararon lomo salíamos de entrenar y ‘Wally’ Sánchez le quitó su plato a Jefferson. Casi lo mata a ‘Wally’, le metió una tanda tremenda. La gente no comía lomo todos los días, y eso pasó en el comedor. Él pintaba porque era de La Victoria, encima era 83’, pero Jefferson se fue encima y lo agarró a golpes, se transformó (risas).
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