Se llama María Luisa. Hoy tiene 29 años y es una de las muchas peruanas que está buscando, en medio de la pandemia, su clasificación a los Juegos Olímpicos Tokio 2020. Pero es una de las que enseñó, con el ejemplo, que el deporte sí es una vía que si enarbola la bandera de la honestidad. En la mayoría de los casos. Algo que hoy parece tan difícil de alcanzar, más aún cuando el país se sacude ante los vaivenes de quienes ejecutan acciones para, al menos en teoría, desterrar la corrupción.
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Doig es odontóloga, dedicada con pasión a la esgrima desde que era muy chica. Tanto, que a los 16 años, logró un sueño: clasificar a los Juegos Olímpicos. Era el año 2008. Los 17 los cumplió precisamente en Beijing.
Desafortunadamente, Malu Doig no es una chica conocida a nivel nacional, como el 95% de los deportistas top del país, un país ‘lapadulizado’ que desayuna, almuerza y come fútbol y que cuenta los minutos que faltan para el duelo ante Chile, o el de Argentina.
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Debajo de la careta que emplea como protección, hay una mujer que en ese año olímpico, en el 2008, ejemplificó un gesto de honestidad. De esos que parecen tan raros, pero que el deporte los tiene. Se disputaba el Campeonato Mundial de Esgrima en Sicilia, Italia. En uno de los combates, ante una rival de Austria, la peruana notó que sin necesidad de alcanzar a su oponente con la punta de su arma, marcaba a su favor como si hubiese ‘tocado’ a su rival.
Aplicando el Juego Limpio, el respeto a las normas, ese que se aprende en casa y que se reafirma en la universidad de la vida, ella inmediatamente advirtió a los jueces de ese problemilla eléctrico. Su silencio le hubiera permitido, probablemente, ganar el combate, pero engañando a todos, incluyendo a ella misma.
El gesto, la nobleza, fue reconocida. En mayo del 2009, recibió el Premio Fair Play otorgado por el Comité Olímpico Peruano y Panathlon Club de Lima.
Un ejemplo, entre muchos, que el deporte enseña. No es una defensa cerrada al deporte, pues también hay casos de los otros, de los que acabaron con denuncias y sanciones. Pero en tiempos en los que el Perú se polariza, el deporte nos devuelve la fe en esos peruanos que aman a su país y que son capaces de entregarlo todo.
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