Este año las condiciones son distintas. Todavía Rafael Nadal es el favorito en Roland Garros, pero las amenazas son serias. Salvo esa extraña descalificación en Nueva York, Djokovic no ha perdido un solo partido en todo el 2020. Mira que hay que estar muy fuerte del seso para reponerse de una cosa así y después arrollar en Roma. No es la superficie que mejor le acomoda, pero llega con hambre.
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El otro que puede aguarnos la fiesta es Thiem. En la final del año pasado Rafa lo sufrió. Ya no es un chaval. Está maduro y acaba de conquistar su primer gran torneo. Eso lo despoja de la presión. Viene sin rodaje en tierra batida, pero lo compensa con una confianza enorme y un entrenador sapiente. Ellos, el serbio y el austriaco, son los rivales a vencer.
Me quedé pensando en lo que dijo Corretja, que fue dos veces finalista en Paris, “no es lo mismo para el Barza jugar un partido en el Camp Nou, donde la hierba está rápida, que cuando lo hace en un campo pequeño y el césped está seco”. Tiene razón el “Alex”, el panorama esta vez no es el de siempre: algunos partidos serán por la noche, las pelotas elegidas rebotan menos que de costumbre, las canchas están rápidas y Rafa llega sin haber jugado mucho. Tres partidos oficiales después de la pandemia es poco. De todas maneras, lo conocemos y si llega a agarrar vuelo, en la segunda semana se transformará en un huracán. Le tocaría Zverev en cuartos. Atentos, que ahora el alemán esta acompañado; David Ferrer estará a su derecha. Si sirve bien es de cuidado.
Otros, que en una buena tarde pueden complicar a Rafa, son el griego Tsitsipas, el “Peque” Schwartzman (que lo sorprendió hace una semana) y Medveved. No incluyo a Shapovalov en este grupo, porque todavía no ha aprendido a acompañar su descomunal talento con la fortaleza mental de los campeones. De todas formas, los expertos creen que tendría que ocurrir algo muy raro para que Rafa, Thiem o Nole, nosean campeones en Paris. Ojalá sea Nadal una vez más. Vale.
Para Rafa, Roland Garros tiene un sabor especial. Si logra imponerse habrá igualado, por fin, a Federer en victorias de torneos de Grand Slam. Sería su decimotercer título en Francia. Una barbaridad. Imagínate, que ya le están haciendo una estatua. No es para menos. El primero de sus títulos fue en el 2005 y tenía 19 años. Han pasado quince y Rafa sigue siendo el favorito.
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A propósito del torneo, se llama así en honor de un aviador francés, caído durante la Primera Guerra Mundial. Francia, con sus “mosqueteros”, había derrotado a Estados Unidos en la Copa Davis de visitante en 1926. Al año siguiente, debía defender la corona en casa.
La Federación Francesa le pidió al gobierno un estadio que honrara la magnitud del evento. La respuesta fue positiva con la condición que el escenario se llamara Roland Garros. De ahí el nombre.
Treinta años tenía Roland Garros cuando fue derribado en combate. Treintaicuatro tiene Rafa Nadal, que quiere seguir volando alto sobre el cielo francés. Que se nos haga. Que el trece sea una número de buena suerte.
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