Juan Reynoso es el nuevo técnico de la selección peruana. Es el momento justo. Contra lo que podría imaginarse, ha generado consenso. Y de alguna forma ha vuelto a casa: fue capitán y símbolo del equipo peruano hasta 1999, básicamente con Juan Carlos Oblitas como líder en el banco, y luego de 22 años de carrera entre Perú y México recupera un espacio que si bien nunca había perdido, ha luchado año tras año por ganárselo.
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No se discuten las condiciones de Reynoso como entrenador, se explican: es un técnico metódico y organizado, obsesivo como pocos, absolutamente entregado a su trabajo, cuya semilla en los futbolistas que ha dirigido se ha extendido más allá del campo de juego. Hasta cinco exjugadores de cinco equipos distintos consultados para este editorial coinciden en una frase sobre la huella de Reynoso: “Planifica todo”. Desde el desayuno hasta la siesta. Desde los uniformes de la utilería hasta los sistemas que podría utilizar el rival. Para selecciones como la peruana, cuyos márgenes de error son estrechos, cuyo universo de elegibles crece apenas 5% por año y cuya identidad ya es conocida en Sudamérica al cabo de siete años de la gestión Gareca, es el entrenador justo. Elevará la competencia interna, recuperará algunos elementos borrados y lo más importante, renueva la ambición.
Nada de eso, sin embargo, funcionará si el mismo Reynoso no entiende las dimensiones del cargo. Si no elige un círculo cercano que lo ayude a ampliar el horizonte: la Blanquirroja hoy es más que un vestuario, es un país. No es lo mismo dirigir a un club que a una selección –otros tiempos, otro entorno, otras cargas, otras consecuencias– y por eso mismo, la urgencia de pulir actitudes hacia afuera poniendo el reto por delante debe notarse desde el día 1.
Lo que viene es largo, tedioso, cargar una mochila de piedras para alcanzar otra vez la cima. Y si bien la Eliminatoria rumbo al Mundial 2026 le ofrece ahora a Sudamérica seis cupos y medio para disputar entre diez países, la única forma posible de clasificar es con un trabajo de lunes a domingo, sin fantasmas, sin egos desmedidos y –aquí viene lo más difícil– en el que el requisito obligatorio para todos, selección, dirigentes, hinchas, periodistas, sea la paciencia. Si gana él, Juan Reynoso, ganamos todos. Nosotros estamos en ese camino.
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