Optimista y osado a la vez, el magnate brasileño Eike Batista recordaba hace menos de tres años cómo le había advertido al mexicano Carlos Slim que quería arrebatarle el título de hombre más rico del mundo.
Le dije a Carlos Slim, evocaba un sonriente Batista en una charla con la BBC, limpia tu espejo retrovisor en el lado derecho y limpia tu espejo retrovisor en tu lado izquierdo, porque no sé por qué lado te voy a superar.
En efecto, eran tiempos en los que todo parecía avanzar rápido y bien para Batista, entonces el hombre más rico de Brasil y el octavo más rico del mundo según la revista Forbes.
Su imperio de empresas de petróleo, energía, puertos y minería, entre otros sectores crecía sin parar, al igual que la economía brasileña, ambos beneficiándose del apetito de China por materias primas.
Pero ahora los planes de Batista, de 56 años, parecen desvanecerse como pompas de jabón: su grupo EBX está endeudado y en serias dificultades, los mercados le perdieron confianza y la agencia Bloomberg indicó que la fortuna del empresario pasó de US$ 34.500 millones en marzo de 2012 a US$2.900 millones en estos días.
Los expertos creen que quizá aquel optimismo haya sido uno de sus grandes errores.
UN VENDEDOR PECULIAR Hijo de un exministro de minería que también encabezó el gigante brasileño del sector, Vale, Batista parece haber tenido la meta de amasar fortunas desde joven.
Con 25 años ganó sus primeros US$6 millones a comienzas de los años 80, tras abandonar los estudios de ingeniería en Alemania (el país donde nació su madre) y regresar a Brasil, donde pasó a comprar oro a productores en la Amazonía para venderlo en Rio de Janeiro.
Luego adquirió minas de oro en Brasil y Canadá y una de plata en Chile, en el inicio de un proceso de internacionalización que llevó sus negocios a varios países de la región y del mundo.
Pero fue de regreso en Brasil, tras toparse con problemas legales en Rusia en 2001, cuando este amante de las lanchas deportivas que estuvo casado con una mujer que modeló para la revista Playboy comenzó a darle forma a su grupo empresarial EBX.
Se trata básicamente de seis grandes empresas de petróleo y gas, energía, minería, logística, industria naval y carbón. Cada una llevó un nombre de tres letras incluida una X al final, para evocar la multiplicación de la riqueza, según él mismo explicaba.
Con China hambrienta por materias primas, Brasil despegando a tasas de crecimiento de hasta 7,5% en 2010 y descubriendo grandes reservas de crudo, Batista captó inversiones con su carisma y experiencia acumulada desde que vendía pólizas de seguro de adolescente.
El tiene una característica muy de vendedor, de intentar pasar sus proyectos y atraer inversores, explicó Sergio Lazzarini, profesor de estrategia en la escuela de negocios Insper de Sao Paulo, en diálogo con BBC Mundo.
EXAGERADO En los últimos años, las señales de la creciente riqueza e influencia de Batista pasaron a ser evidentes en Brasil, que apoyó a sus empresas a través de créditos estatales.
El banco nacional de desarrollo BNDES autorizó hasta US$4.590 millones en préstamos a EBX, informó la propia institución, que negó haber llegado a desembolsar el total de ese monto.
Su nombre parecía omnipresente en Rio, la ciudad donde reside y lanzó varios proyectos: desde la reforma de antiguos hoteles hasta la recuperación de una laguna en una de las zonas más nobles de la ciudad.
Una de las empresas de Batista integra el consorcio que en mayo ganó la licitación para administrar el emblemático estadio carioca de Maracaná, una privatización criticada en las manifestaciones masivas que hubo el mes pasado en Rio y todo Brasil.
Sin embargo, desde hace algunos meses comenzó la asombrosa seguidilla de noticias decepcionantes para el magnate brasileño, a medida que su país se desaceleraba y el boom de las materias primas se enfriaba.
En junio de 2012 se supo que la producción de petróleo de la empresa OGX estaba por debajo de lo esperado, lo que causó inquietud en los inversores. El anuncio reciente de que la empresa podría interrumpir en 2014 la producción en el campo de Tubarao Azul por dificultades agravó la situación.
Como OGX era considerada la principal empresa del grupo, el derrumbe de sus acciones en cerca de 90% afectó la confianza en otras empresas del conglomerado, que tampoco colmaban las expectativas creadas desde puertos hasta plantas energéticas.
Lazzarini afirmó que el proyecto de Batista fue exagerado en todos los sentidos y hubo una sobreestimación de los resultados sin bases sólidas.
El mayor atributo de los emprendedores es ser optimista por definición, pero aquí hubo demasiado, comentó. Es muy difícil preservar el foco actuando en tantas áreas como Eike.
Triste Medido en valor de mercado, se estima que el grupo de Batista ha perdido cerca de US$60.000 millones desde su momento de mayor cotización.
Los indicios de un derrumbe del imperio crecieron el jueves, al saberse que el magnate había dejado la presidencia del Consejo de Administración de la empresa de energía MPX, vista como la más sólida.
La empresa pasará a llevar otro nombre de modo de marcar distancia del conglomerado, y quizás sea vendida para amortizar deudas de otras firmas.
El diario Valor Económico informó que un plan de desmembramiento del grupo prevé la venta de otras empresas, dilución de capital y renegociaciones de deuda, con lo que Batista podría perder el control de las compañías que él mismo fundó.
Batista, que en mayo puso en venta su avión Embraer Legacy por US$14 millones según la prensa local, ha evitado hablar de un colapso de su imperio y recientemente indicó que sus empresas tenían miles de millones de liquidez.
Pero una señal íntima del estado de ánimo que pasa el brasileño que quería ser el hombre más rico del mundo la emitió a fines de mayo su hijo Olin, un DJ de 17 años que usa un pequeño avión de su padre para trasladarse por el país.
En mi vida nada cambió, dijo en el diario O Globo cuando le preguntaron cómo lo afectaba la situación. Me molesta sólo que mi padre está triste con la caída de las acciones.