En el colegio me enseñaron que una de las características de la cerámica Nazca es el “horror al vacío”. No hay lugar para los espacios en blanco. Todo está lleno de líneas y formas. Como si el espacio vacío cause horror. Lamentablemente, suele ser la regla cuando se hacen las regulaciones. Se quiere cubrir todo sin dejar fuera nada. Se quiere evitar “que los malos escapen”. Y como no se puede imaginar todo, se entrega una facultad abierta para que se controle incluso lo inimaginable.
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Recientemente se ha dictaminado en el Congreso un proyecto que busca modificar el control de concentraciones empresariales aprobado en noviembre pasado y que entrará en vigencia en marzo del próximo año. Sólo estarán sujetas a un control previo, operaciones que involucren empresas que superen cierto nivel de ingresos.
Sin embargo, el proyecto busca controlar todas las concentraciones que ocurran en el mercado. Grandes o pequeñas, no importa. Todas estarán bajo sospecha. La idea de incluir un umbral que sirva para limitar la obligación de notificar desaparece cuando -como se propone- se faculta a la autoridad a revisar operaciones que estén por debajo de dicho umbral, que incluso pudieren haber sido cerradas varios años antes. Basta con que la autoridad sospeche de un problema generado por dicha operación. Este riesgo forzará notificaciones más allá de lo deseable.
Este afán por “controlarlo todo” y “que no se escape nadie” se refleja también en el proyecto que busca modificar la forma en que se calcula el umbral de notificación. Es una práctica extendida determinar dicho umbral en función a los ingresos de las empresas involucradas en la operación. Es un dato objetivo y de fácil determinación. Se propone incluir como parámetro adicional el valor de los activos de las empresas. De esta forma “si no te atrapo por los ingresos, lo hago por los activos”. No se precisa si se debe considerar el valor en libros o el valor comercial de los activos; o si se trata de cualquier activo (¿los abandonados y que no generan ingresos también?) o sólo de los operativos. Incertidumbre asegurada. Esto también generará más gente en la cola esperando el permiso.
Se propone incluso implementar “a la carrera” el control adelantando su vigencia para evitar “que los malos saquen ventaja”.
Todo esto sin atender las necesidades y escuchar a quien tendrá que administrar dicho control.
Esto pasa cuando la regulación es guiada por teorías conspirativas y horror al vacío. El régimen de control de fusiones aún no termina de nacer y ya lo están manoseando los políticos. No le han visto la cara y ya se la quieren cambiar. Empezamos mal. Bueno sería que se preocupen de poner “candados” que impidan que este régimen sea mal utilizado por los políticos. A ese vacío parece que no le tienen mucho miedo. ¿Por qué será?”