¿En las últimas semanas, ha cambiado sus ahorros a dólares? ¿Ha pensado en retirar su CTS? ¿Le ha dado vuelta a la idea de vender su propiedad o hacer un anticipo de legitima? ¿Ha verificado si su pasaporte está vigente?
Últimamente he recibido consultas de gente muy nerviosa. Algunos son empleados o profesionales independientes. Otros son gerentes de empresas. Todos preocupados por lo mismo. Cómo proteger sus inversiones frente a la “amenaza” de que les quiten lo que es suyo. No importa si la amenaza es real o imaginaria. Lo importante es cómo lo perciben. En esto se comportan menos como seres racionales y más como sus ancestros, gobernados por “espíritus animales”. El miedo de las últimas semanas pone en evidencia el fracaso de nuestro sistema legal para generar confianza en la gente.
De los setentas y ochentas salimos con un gran déficit de confianza. Nadie creía en nosotros. Ni nosotros mismos creíamos. De esa época vienen las historias que han rondado las últimas semanas. Algunos fueron expropiados; les quitaron sus tierras o perdieron sus empresas. Muchos vieron sus ahorros “congelados” por orden del gobierno y los retiraron luego al “tipo de cambio oficial”. La plata bajo el colchón era la regla.
A partir de los noventas distintos gobiernos han tratado de reconstruir esa confianza perdida. Se introdujeron los “contratos ley” en la Constitución y se reconoció el derecho a la propiedad privada. Al Banco Central se le dio independencia. Se crearon organismos reguladores independientes en distintos sectores. Se firmaron tratados de protección de inversiones sometiendo al Estado a tribunales arbitrales extranjeros. Incluso nos comprometimos a adoptar estándares regulatorios de los países más ricos del mundo, abrazando el sueño de integrarnos a ese exclusivo club (OCDE). Todo esto para asegurarle a la gente y a los inversionistas que el Estado no traicionaría su confianza.
Este andamiaje jurídico no ha servido de mucho en estas últimas semanas. Quizás porque todas estas reglas pueden ser desmontadas con más o menos dificultad, como lo ha venido demostrando el Congreso con sus últimas actuaciones. Quizás también porque estos mecanismos no han sido pensados para los locales.
Gane quien gane, la confianza está rota. La plata que no se ha ido, se va a quedar bajo el colchón por un buen rato. Nadie invierte si teme que le quiten lo que es suyo. Reconstruir esa confianza requiere poner “candados”. Empecemos por el proceso de aprobación de leyes. Introducir nuevas ha demostrado ser muy fácil. No hay filtro. Se aprueban leyes inconstitucionales, sin responsabilidad para sus autores. El análisis costo beneficio es un saludo a la bandera. Sería sensato andar más lento en estos procesos. Puede ofrecerse también convenios de estabilidad y protección de inversiones para inversionistas puramente locales.
El nuevo gobierno necesita enamorarnos. No la tendrá fácil. Le va a tomar trabajo reconquistarnos. ¡Por suerte los peruanos somos querendones!