RAL MENDOZA CNEPA [..]
Corra 1904 y Juan Ramn Jimnez ya tena fama de inspirado creador. Su buena estrella literaria atravesaba los ocanos.Un da recibi una misteriosa carta de Lima. Tom el sobre con extraeza. Era una admiradora de ultramar que deca llamarse Georgina Hbner, quien con ternura y luz le expresaba su fascinacin y le rogaba, por dems, algunos libros. La correspondencia se hizo frecuente.
El poeta se rindi pronto al amor. La desconocida dama logr con sus ingenuas y acarameladas letras capturar el corazn del poeta, que se embarc en una apasionada dinmica epistolar.
Pero Georgina no era real. Los autores de las cartas a Jimnez eran, en realidad, el poeta peruano Jos Glvez y el abogado Carlos Rodrguez Hbner, que tramaron la farsa con el nico fin de acceder a los libros del vate espaol. Ellos haban usurpado la identidad de una bella joven peruana, prima de uno de los artfices de la impostura. Utilizando los trazos de una dama y un sutil perfume sobre el papel lograron engaar y seducir al escritor.
El romance epistolar subi de intensidad y la lrica del poeta encontr a su fabulosa musa en la encantadora Georgina. l le escriba con apasionamiento y ella le responda con devocin.
El amor se haba vuelto incontenible en el corazn del creador. Jimnez determin que deba, por fn, conocerla. Por tal razn, decidi abruptamente viajar hacia la lejana Lima, la ciudad de su amada. Y con arrebato le escribi a Georgina: Para qu esperar ms? Tomar el primer barco, el ms rpido, que me lleve pronto a tu lado. No me escribas ms. Me lo dirs personalmente, sentados los dos frente al mar o entre el aroma de tu jardn con pjaros y lunas.
La muerte de georgina
Glvez y Rodrguez se espantaron ante la posibilidad del viaje de Juan Ramn Jimnez a Lima, pues su farsa sera descubierta. Entonces le hicieron llegar a travs del Consulado Peruano un telegrama que trizara el corazn del poeta: Comunique al poeta Juan Ramn Jimnez que Georgina Hbner ha muerto.
Jimnez, socavado por el dolor exclamar: Georgina ha muerto, has muerto Por qu? Cmo? La devastacin lo acompaar en uno de sus poemas magistrales: Carta a Georgina Hbner en el cielo de Lima, ser el sublime encuentro platnico de dos almas ms all de los lmites de esta vida, a decir de Sebastin Salazar Bondy. Las letras tienen el poder de conmover y los adioses la potestad de aniquilar el corazn de los poetas.
Tiempo ms tarde, Jimnez conoci la verdad de esta historia. Su decepcin fue tal que suprimi para siempre la hermosa elega dedicada a Georgina en todas sus antologas. En la trama postrera el poeta habr de aligerar la sonrisa frente a un evento que atiz su dolor, pero que le dio a conocer la sublime elevacin por el amor. En palabras de Ramn de Campoamor: No rechaces nunca tus sueos, pues sin la ilusin qu sera del mundo y de la vida que, expectante, lo sostiene y anima.
Debajo se puede leer el poema:
El cnsul del Per me lo dice: Georgina Hbner ha muerto Has muerto! Por qu? [cmo? qu da? Cual oro, al despedirse de mi vida, un ocaso, iba a rosar la maravilla de tus manos cruzadas dulcemente sobre el parado pecho, como dos lirios malvas de amor y sentimiento? Ya tu espalda ha sentido el atad blanco, tus muslos estn ya para siempre cerrados, en el tierno verdor de tu reciente fosa, el sol poniente inflamar los chuparrosas ya est ms fra y ms solitaria La Punta que cuando t la viste, huyendo de la tumba, aquella tarde en que tu ilusin me dijo: Cunto he pensado en usted, amigo mo!
Y yo, Georgina, en ti? Yo no s cmo eras Morena? Casta? Triste? Slo s que mi pena parece una mujer, cual t, que est sentada, llorando, sollozando, al lado de mi alma! S que mi pena tiene aquella letra suave que vena, en un vuelo, a travs de los mares, para llamarme amigo o algo msno s algo que senta tu corazn de veinte aos!
Me escribiste: Mi primo me trajo ayer su libro
Te acuerdas? Y yo, plido: Pero usted [tiene un primo?
Quise entrar en tu vida y ofrecerte mi mano noble cual una llama, Georgina En cuantos barcos salan, fue mi loco corazn en tu busca yo crea encontrarte, pensativa, en La Punta, con un libro en la mano, como t me decas, soando, entre las flores, encantarme la vida!
Ahora, el barco en que ir, una tarde, a buscarte, no saldr de este puerto, ni surcar los mares, ir por lo infinito, con la proa hacia arriba, buscando, como un ngel, una celeste isla Oh, Georgina, Georgina! Qu cosas! mis libros los tendrs en el cielo, y ya le habrs ledo a Dios algunos versos t hollars el poniente en que mis pensamientos dramticos se mueren desde ah, t sabrs que esto no vale nada, que, salvado el amor, lo dems son palabras
El amor! El amor! T sentiste en tus noches el encanto lejano de mis ardientes voces, cuando yo, en las estrellas, en la sombra, en la brisa, sollozando hacia el sur, te llamaba: Georgina? Una onda, quizs, del aire que llevaba el perfume inefable de mis vagas nostalgias pas junto a tu odo? T supiste de m los sueos de la estancia, los besos del jardn?
Cmo se rompe lo mejor de nuestra vida! Vivimos para qu? Para mirar los das de fnebre color, sin cielo en los remansos para tener la frente cada entre las manos, para llorar, para anhelar lo que est lejos, para no pasar nunca el umbral del ensueo, ah, Georgina, Georgina! Para que t te mueras una tarde, una noche y sin que yo lo sepa!
El cnsul del Per me lo dice: Georgina Hbner ha muerto Has muerto. Ests, sin alma, [en Lima, abriendo rosas blancas debajo de la tierra
Y si en ninguna parte nuestros brazos se encuentran, qu nio idiota, hijo del odio y del dolor, hizo el mundo, jugando con pompas de jabn?