Mi recuerdo más antiguo de don Ricardo Blume se remite a “Mundo de juguete”, una telenovela mexicana de inicios de los 70 que contaba la historia de una niña llamada Cristina, quien había creado un mundo imaginario en la parte trasera de su colegio. Allí conversaba con una apacible abuelita interpretada por doña Sara García.
El rostro de Blume, quien daba vida al padre de Cristina, me resultaba conocido, pero a los 7 años ignoraba que era peruano y mucho menos que ese señor amable a quien su hija insistía en casar con la hermana Rosario había fundado el Teatro de la Universidad Católica y protagonizado “Simplemente María”, la telenovela más importante producida en nuestro país.
Mi siguiente recuerdo es de inicios de los 80. Junto con la democracia llegó el color y se estrenaron algunos programas inolvidables. Uno de ellos era “Lo mejor de la televisión mundial”, del cual Blume era presentador. Miniseries como “Yo Claudio” y “Raíces” o filmes como “El Padrino” y “De aquí a la eternidad” fueron exhibidos en ese ciclo que los escolares ochenteros esperábamos con ansias antes de dormir.
Pero Blume era muchísimo más que eso. No solo fue un entusiasta impulsor de la cultura, sino también un agudo observador de la realidad del país, del cual opinaba con pasión y conocimiento en “Como cada jueves”, una columna que mantuvo por muchos años en El Comercio.
Anoche, tras conocer su fallecimiento, busqué en el archivo y encontré una publicada en marzo de 1999. Titulada “Una oposición proponedora”, en ella planteaba crear un frente opositor ante los afanes reeleccionistas de Alberto Fujimori. Proponía, además, una serie de acciones concretas como “restaurar todas las instituciones democráticas desmanteladas por este Gobierno” porque “sin instituciones democráticas sólidas, no hay país que valga”.
Qué gran peruano hemos perdido.